INNOCENT ; YOONMIN : + 21 ( CORREGIDA )

O7

Pánico.

Eso sentía el pequeño rubio en ese preciso instante en el asiento de atrás, aferrado al cinturón, viendo con ojos muy abiertos al enfrente, crispándose en su lugar como una pequeña hoja en pleno invierno.

— ¿Seguro estás bien, cielo? —Le preguntó su madre—. Podemos regresar a la casa.

— Hace frío —murmuró el adolescente fingiendo sobar sus manos.

No quería causarle problemas a su madre, así que se limitó a cerrar su boca y no decir nada. Esperó en silencio a que el coche frenara y su madre se estacionara, ambos bajaron poco después.

El menor elevó la vista hacia aquella casa que se encontraba frente a ellos; se trataba de una casona de dos pisos con techo de punta y varias ventanas en forma circular. Gruesas cortinas impedían la vista al interior, pero el exterior ya lucía bastante antiguo y fúnebre. Jimin casi pudo jurar que una de las cortinas superiores se movió así que observó detenidamente dispuesto a captar otro movimiento, pero fue interrumpido cuando la puerta principal se abrió.

—Chae, Jimin. Por favor, pasen —Invitó la señora Min con una animada sonrisa.

La señora Park agradeció y se acercó a los pequeños escalones para alcanzar la puerta principal. Saludó a la madre de Yoongi e ingresó con timidez a la casa. No era un lugar muy iluminado, de hecho casi los tonos interiores se manejaban en grises, negro y azul marino, con cortinas oscuras atadas con lazos dorados, no tan abiertas para impedir la entrada del sol. Era tétrico hasta cierto punto... y con mucho ruido visual.

Un hombre se incorporó del sillón y saludó formal a la señora Park, después ella le informó a Jimin que él era el padre de Yoongi. Jimin saludó con una encantadora y educada sonrisa, generando una buena impresión la pareja Min. Finalmente, una mujer pelirroja hizo acto de presencia con un llamativo vestido blanco y saludó de igual forma. Era la madre de Taehyung claramente, se parecía bastante a él.

— Los niños están arriba, la niñera se encuentra en la cocina por si gustas algo, Jimin — Habló la señora Min acariciando su mejilla con su fría mano.

— Agradezco su hospitalidad, señora Min — sonrió el menor.

— Nos vemos en la noche, cielo —  Su madre se acercó a él e hizo su flequillo a un costado, brindándole un cálido beso en su frente. Jimin asintió—. Te quiero.

El rubio imitó la respuesta. Los tres adultos se vieron entre sí y comenzaron a platicar acerca de cómo estuvo su día conforme se dirigían a la salida. Jimin pasó saliva con cuando escuchó la puerta cerrarse detrás suyo y un pesado silencio invadió el lugar.

Observó fugaz el entorno con ojos curiosos. Ni de broma iría arriba, eso era suicida, tampoco era tan idiota.

Optó por husmear en la sala que se encontraba a un par de pasos a la derecha. Avanzó deteniéndose en algunas pinturas bastante siniestras, con rostros de hombres y mujeres elegantes y amargadas, sin sonreír y con frías expresiones en la cara. Avanzó y tocó con la yema de sus dedos unos pequeños animales hechos de cristal cerca de una mesa frente a los ventanales. Observó a detalle las cortinas, gruesas pero con mosaicos de flores en el interior que de lejos lucían como pequeñas manchas.

Siguió avanzando hasta detenerse en seco frente a una gran pintura posada poco más allá de la mesa del comedor, encima de la chimenea con el carbón recién apagado. Se acercó con ojos curiosos; había en total siete personas en ese cuadro.

Observó primero a un hombre de apariencia dura e increíblemente firme, casi calvo y con un bigote de agujas color blanco, cara redonda y gélidos ojos oliva. Sostenía con ambas manos a una mujer también de apariencia dura y con el ceño fruncido, brindando un mirar imponente y casi maligno con la mirada. Ella tenía su grisáceo cabello recogido en un chongo perfectamente peinado y un hermoso collar de zafiros rodeaba su delgado y huesudo cuello. Jimin descendió su vista. De estatura un poco más baja, frente a las dos personas precedentes, se hallaban dos bellas mujeres.