* Capítulo 3 *

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Hacer un postre era para Janet como una vida sin muerte además de que eso hacía cuando estaba en depresión, aunque no era tan suficiente. La mamá de ella iba alistando sus cosas, su cartera y poniéndose el traje como el de una limpiadora, esta vez una familia le había llamado para poder limpiar, simplemente no se podía desperdiciar la oportunidad.

En pleno tiempo, Ignacio le pedía a Janet que le pasara algunas cosas, no hubo más elección, estaba obligada a tener que hacerlo porque sino su mamá le iba a regañar y eso te ataba a vivir todo un día con enfado. Janet esperaba el momento preciso para poder tener un día solo para ella, en el que no recibiera molestia.

Su mamá apareció con su gran bolsa de implementos, aunque cuando se fue no le dio ningún beso a Janet, cosa que no pasaba con Ignacio. Puso los brazos cruzados cuando observó a su hija.

— Janet, en unos minutos tu hermano va a tener que irse y necesito que te quedes en casa, ya sabes, como viene gente y siempre se meten.

Janet asintió con la cabeza, luego puso los ojos en blanco.

— Haré como si te estoy entendiendo, porque sí, sí te entiendo. — respondió Janet en el sofa.

Cuando su mamá salió, automáticamente Janet observó en la ventana para así percatarse si ella ya estaba lejos, pero esto no importó tanto.

Un momento a solas cambiaría su vida, debía de arriesgarse ya que su misma mamá le había dicho que Ignacio saldría en cuestión de minutos, así que el tiempo fue corto. Janet se dirigió hacia un cuarto viejo, antes compartido por sus padres, cuando ya ellos tuvieron dinero decidieron comprarse otras camas más para los futuros hijos que estaban por venir.

Pero el primer cuarto fue totalmente desechado, manchas de polvo, el aire se había quedado ahogado por tanto tiempo en un mismo lugar, afortunadamente aún se encontraba su vieja bicicleta, Janet hubiera dado lo que sea para encontrarlo incluso si fuera de hombre.

Encontrar la bicicleta fue muy rápido, sin embargo encontrar el casco otra cosa distinta, ya que se demoraba más de lo normal. Unas cajas impedían encontrar aquello, Janet estaba siendo delatada, los sonidos hacían eso.

Su hermano, que andaba en el primer piso, escuchaba ciertos sonidos, lo cual le dificultaba cargar las cajas, cada vez que sucedía eso era como un paro cardíaco.

— Hey Janet, ¿está todo bien? Es que es casi imposible que estés haciendo este ruido. — se  enojó Ignacio.

Janet observó al rededor de su entorno, tratando de no hacer tanto ruido, pensaba en que respuesta decirle a Ignacio, quizá decirle que todo andaba bien pero eso era mentir.

— No lo sé, no está ni mal ni bueno, lo veo bien. — contestaba Janet

— ¿De qué estás habalando? Hablo de los ruidos que haces.

Janet pensó directamente que se refería a la bicicleta.

Los pasos de su hermano se orientaron, si no hubiera tuvido un mejor oído jamás encontraría a Janet. Sin previo aviso y con un susto de por medio, Ignacio se  aparecio, asomó su cabeza para pedirle que se bajara.

No quería que le pasara algo a su hermana, mucho menos que se lastime, si eso llegaba a suceder su mamá lo regañaría.

— Estaba tratando de encontrar el casco de mi bicicleta, la cosa es que no lo llego a encontrar del todo.

Ignacio subió más las escaleras, su altura lo beneficiaba del todo, y esto también beneficiaba en la búsqueda del casco, si usar los brazos no servía, tenía que usar las piernas. Janet no quería ver su gran sermón porque luego se llenaba de complejidades.

Al ver que el casco ya estaba, Janet sacó la bicicleta y la colocó en el piso aparte de que se puso el casco, hacía falta informarle a su hermano que se marcharía para otro lugar, y que en unos 40 minutos volvería.

— Justo el tiempo que me queda. — se alegró Ignacio.

— Es que mamá me dijo que te irías en poco tiempo y pues, eso me llenó de ciertas inseguridades que no pude controlar.

Ignacio le dijo que saliera rápido, y Janet empezó a conducir la bicicleta. Todo el ambiente era como si se estuviera en otoño, el piso manchado de agua además de plantas verdes que crecían. Cerca de su casa no se encontraban avenidas, aparte de que para tomar un auto hacía falta recorrer mucho camino.

Aunque el objetivo de Janet no fue eso, sino observar la tienda de libros, aquel lugar fue como su libertad, el lugar más calmado donde no tendría que soportar los  gritos de su mamá, sin embargo no todo era color de rosa, a penas al costado estaba Vania, subida en una silla de madera, intentando llevarse un reloj tapado con un vidrio.

— ¿Vania? Dime que sí eres tú. — le decía Janet.

Vania volteó la cabeza, y se salió de la silla para estar presta en la conversación.

— Es bueno verte otra vez Janet, ahora que estas acá me es necesario hablarte de mi objetivo.

Janet no quería saber su objetivo, en parte porque su madurez no le permitía aparte que hacer eso le hacía regresar a tiempos antiguos, como toda niña normal pero a la vez accedía a ayudarla, solo que no sabía cómo.

— Bueno Vania, lo he pensado y creo que no es necesario ayudarte además puedes sola. — le respondió Janet.

— No es eso, al parecer es reloj no está techado así que me preguntaba si tú solo me podrías cargar y yo me llevó el reloj.

Esta vez Janet se puso muy contenta, el plan no era tan suicida pero si arriesgado, con una manta vieja que se encontraba en las calles trató de tapar las ventanas del restaurante para que nadie pudiera ver, luego se subió a la silla de madera.

Le pedía en cada instante que se sujete entre sus brazos, Vania solo movía la cabeza para decirle "sí".

Al ver que las cosas no marchaban bien, Janet sintió que algo hacía falta para tener el reloj, de esta manera  cambiaron de orden, esta vez fue Vania quien la cargaría porque Janet era más alta.

— Necesito que no me sueltes porque me vas a hacer dar la caída más dolorosa del mundo. — repuso Janet.

— Espero que si.

Cuando Janet subía más, observó de repente el rostro del director, este se encontraba comiendo algunas piezas de pollo frito, sus dedos todos con grasa, Janet prefería que no le prestara atención.

Janet se salió y como ya estaba pensado, se cayó.

— No quiero que me culpes, porque yo no fuí la que hizo esto. — dijo Vania.

— Es que he visto el rostro del director y pues, eso me ha traumado bastante.

— No importa, yo lo haré ya que a mí no me conoce.

Janet se marchó aunque los problemas no paraban de venir, esta vez con sus mismos ojos observó como salía Renata del restaurante. Renata era una compañera de Janet, no se llevaban tan bien aunque tampoco se odiaban.

Renata se acercó a Janet para arreglar algunas cosas.






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Punto pequeño

Capítulo 3

creativeLibrosJn

Publicado el: 27-02-2024

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