*Capítulo 10*

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Inadvertidamente sonó la voz de una persona un tanto amable, que creía que el servicio de venta de libros estaba abierto, cuando en realidad no era así. Janet se escondió en un armario donde se almacenaban libros un tanto viejos que la gente no compraba.

Pero Vania, más adelante aunque cubierta por unos estantes, no recibió la alerta de esconderse, por lo que estuvo un tanto desorientada.

— Pst. — susurró Janet. — Busca un lugar donde no haya gente ni nada.

— No sé qué está pasando en estos momentos.

— Eso no importa, lo importante es que te escondas rápido.

Janet pensó que si ese hombre las descubría, podría incluso llamar a sus padres para informarles sobre lo que hacían y cómo, a altas horas de la noche, estaban metidas en una tienda cerrada. En un rincón, Vania observó el rostro del señor y rápidamente se escabulló hacia los baños, que afortunadamente estaban abiertos.

Con toda la tensión encima, Janet quiso buscar el libro que antes había tenido Austin, sin embargo, no lo encontraba por ningún lado. Su corazón se detuvo cuando el señor salió de la tienda, aunque parecía querer llamar a la policía.

Vania supuso que ya era hora de abandonar el lugar e irse, pero Janet no estaba del todo contenta, deseaba ordenar todo ya que aún faltaba.

— Te espero afuera de la tienda. — le dijo.

— ¡No! No quiero que te vean ahí y piensen que alguien está en la tienda. — contestó Janet, tocándose la cabeza o el cerebro.

— Mmm, entonces me quedo en la sala de descanso.

— Ese también era un buen escondite, con las ventanas mostrando otros edificios tan grandes.

Una vez que todo estuvo ordenado, Janet caminó hacia la entrada y con el trapo que tenía en su bolsillo limpió. Ya todo estaba casi listo, sin embargo, faltaba la presencia de Vania. Janet le pidió que saliera rápidamente porque si no, el tiempo iba a ganar.

Ambas, al cabo de un corto tiempo, salieron y se encontraron con un grupo de personas confundidas, que creían que ellas eran las hijas de los trabajadores de la tienda. Janet decidió simplemente ignorarlos.

— Ha sido un tiempo muy emocionante, pero nunca había tenido la oportunidad de elevar mis niveles de adrenalina. — se alegró Vania.

— Es que, son cosas que muchos hacen, ahora tengo que venir a casa, no a divertirme, sino a dormir. También quiero pensar en cómo ayudar a mi hermano.

Las últimas palabras de Janet fueron un error, no fue a propósito, al parecer se le escapó un secreto tan directo.

— Creo que te lo conté. — repuso Janet.

— No lo sé, ¡oh mira! Ahí está mi familia y vienen con tanta emoción.

Janet ignoró lo que dijo, se marchó pensando en volver mañana a la misma escuela. Por desgracia, sus padres ya estaban en casa; su mamá revisaba si todo estaba en orden.

Su alegría fue inmensa, incluso al ver las notas (que aún faltaban, ya que seguía en el segundo bimestre) se emocionó más, sintiendo un poder positivo. En parte, su padre resultaba ser un caso perdido, especialmente porque justo su jefe iba a ir de viaje, sin pagarle su salario.

Janet entró, pero sin ganas de hablar con sus padres, cansada y sin las fuerzas suficientes, dio su primer bostezo. Se quedó en la cama viendo su celular para no perderse mensajes de algunas amistades.

Se bañó otra vez, se puso otra pijama, puso un poco de música para aclarar su entorno y luego la apagó porque el sonido molestaba a su molesto padre.

— Perdón. — suponía que tenía que decirlo Janet.

Después de una pequeña siesta, casualmente se levantó por los ruidos que hacían sus padres, el enojo rondaba en ellos, tanto que se decían insultos entre ellos mismos. La mamá de Janet botó el frasco de flores nuevas que había en la pequeña mesita.

Y luego su padre quiso dormir sin tener que hablarle. Discutían por temas económicos, además de que su mamá había descubierto que no le habían pagado a su marido.

Janet alzó más sus oídos para escuchar aunque de pronto pronunciaron su nombre. Ella volvió a entrar a la cama y poder dormir, sin embargo no estuvo satisfecha en quedarse así toda la noche, de tal manera se levantó de nuevo para escuchar.

— Siempre metes a Ignacio, como si él estuviera a cargo de nosotros, sus padres; nuestro hijo tiene otras ocupaciones y no nos puede ayudar, al menos no ahora. — repuso su mamá de Janet.

— ¡Entonces no me molestes! — contestó.

— ¡Qué tal ironía! Excusarte de lo que claramente son tus obligaciones.

— Yo tengo que pagar las consecuencias de esta casa.

— Eres su padre también, ahora de ella. — repuso ella.

— Me tendré que ir entonces, quizá en unos días, para que dejes de molestarte y enfadarte conmigo, ¿entendiste?. — siguió molesto el padre de Janet.

Janet no pudo dormir, el estado de autoestima cayó desfavorablemente, no podía ni pensar en cosas bonitas, ese mismo dolor lo transmitió en la mañana, donde casi no quiso comer por un miedo intenso.

Le daba también miedo a acercarse a sus padres; a lo que ellos puedan decir, incluso a los halagos. Tal fue el grado que cuando la profesora de ciencia y tecnología la llamó al frente para hacer un dibujo de una planta, Janet se negó escondiéndose en sus brazos.

Esto le hizo recibir el enojo de su profesora, que antes nunca le ponía un sello rojo, pero ahora, ahora se lo había puesto.

— Ha echarle un poco más de ganitas. — dijo su profesora mientras le revisaba el cuaderno.

De camino para su casa, observó como un grupo de gente la llamó para poder recoger algunos periódicos y entregárselos a algunas personas que compraban. Janet no quiso ir aunque, luego pensó que estar en su casa no era el entorno menos deseado, así que les hizo caso y se fue con ellos.

El líder del grupo de chicos (todos de 12 o 13 años) era Jim, un chico un tanto formido para su edad, con una genética envidiable, él los dirigía directamente para una tienda de periódicos de un adulto mayor, que tristemente no podía ver.

— Tiene cataratas. — le habló Regina, una chica.

Como el adulto mayor tenía aquel problema en sus ojos, llamaba a un grupo de chicos, los cuales eran los mismos con quienes estaba Janet. Algunos sus nietos y otros personas dedicadas que venían para ganar un poco de dinero.

Él tenía periódicos y no podía venderlos por lo que siempre necesitaba su ayuda.

Janet recibió todo el peso porque los periódicos fueron bastantes, 100 exactamente. Los brazos de ella estaban muy cansados.






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Data:

Punto pequeño

Capítulo 10

creativeLibrosJn

Publicado: 01-02-2024

Punto pequeñoWhere stories live. Discover now