*Capítulo 14*

0 0 0
                                    

En cuanto a las otras personas, ellos se reunían en grupos un tanto grandes, nunca por separado; era por eso que Janet se alejaba de aquellos en ciertas ocasiones. Volviendo al tema, ella observó a Austin como tomaba un vaso de limonada, donde movía su cabeza rápidamente para ver cada página de texto.

Al ver el chico que ella lo miraba, decidió hacer todo un monólogo de su vida, contando cosas privadas que no él se creía. Mendoza no paraba de reírse a carcajadas, pues pensaba que no leería nada, sabía qué libro estaba buscando ella.

—Hey Austin —lo llamó Janet—. Necesito de verdad que me vuelvas a dar el libro.

Él hizo unos movimientos con sus manos, que temblaban. 

—Lamentablemente, no puedo, lo que pasa es que mis padres van a ir en tren y traeré el libro —explicaba Austin—. Y el libro ya me lo compraron, por lo que no puedo dejarlo para que lo leas.

Janet se sentó otra vez en la silla para poder insistirle de nuevo, pero la respuesta seguía siendo la misma, un angustiante y feo "no". Con la impaciencia a tope, ella golpeó la silla y se marchó de la tienda.

Repitiendo a cada momento que no necesitaba de un libro para poder ser feliz, solamente tener confianza en ella y nada más. Ya que Vania se había ido porque llovía, esto no le gustó para nada a Janet, que a cada rato tenía que acomodarse el caballo.

Ella pasó la vergüenza de su vida al toparse con el grupo de chicos, aquellos que entregaban periódicos casa en casa. Cristina fue la que miró a Janet, y de repente la señaló como diciendo que, en efecto, era ella.

—Aquí está —llamaba Cristina a todos.

Janet no soportaba que una chica le señalara, y más a un grupo de gente que no conocía del todo. Pateó unas piedras pequeñas para no mirar a nadie, luego se apareció un chico llamado Max que le entregó otros 10 periódicos grandes, esta vez irían en un camión de carga.

Según los líderes del grupo, para llegar más rápido a la ubicación y así no pagar tanto dinero. El mismo Max fue el que investigó a qué hora salía el camión y en qué direcciones llevaba.

Para Janet no era tanto una buena idea, ya que le costaría bastante irse sola, lo que la obligaba a quedarse hasta la noche.

—Daniel, ya sabes los paraderos que hace el camión, así que tú nos indicarás si es hora de marcharnos.

No podía salirse de las manos de Cristina, su peso no era tan envidiable sino diferente a las demás, aunque no se considerara algo meramente horrible, quizá con un poco de ejercicio podría volver a la normalidad, o eso es lo que pensaba Janet viéndola.

El conductor del camión estaba disfrutando de su refrigerio, tan feliz que no se percató de los saludos de Max.

—Necesito que no hagas ruido, porque sino nos van a descubrir —le pidió Cristina a Janet.

—Es que no es mi ambiente hacer este tipo de cosas, es como si estuviera a punto de irme a una frontera, donde me maten por ingresar.

—No pasará nada, estaremos todos juntos unidos, espero no me traiciones. 

El camión comenzó a sonar, haciendo un gran ruido. Esto fue aprovechado por el grupo de chicos, que se subieron a la parte trasera, incluido Janet, que a regañadientes aceptó.

El conductor de pronto se dio cuenta de que no cerró la puerta del camión, así que se dirigió ahí detenidamente. Él se topó con un chico del mismo grupo.

Aquel chico fue delatado completamente, sin acceso al viaje largo.

Con la puerta abierta, por fin, se dio inicio al viaje.  Max explicaba a todos en qué momento pararía el camión y cuándo debían de salir. 

—Iremos cerca a unas casas donde la economía es muy grande, por eso quiero de todo corazón que me hagan caso —les decía Max.

—No quería viajar con todos ustedes, parecen más bien como unos vándalos que no se someten a las reglas — se enojó Janet.

Casi todos no la conocían, ni siquiera su nombre, por lo que preguntaban con molestia. Max les pedía a todos la calma y que no se descontrolaran. El carro paró, lo que indicaba que todo ya había terminado. 

El grupo salió corriendo con un comportamiento salvaje, después de que el conductor abriera la puerta. Había muchos lagos, así como casas techadas, el suelo como el de un color caoba, había buena vista para poder hablar, además muchas aves posaban en las plantas.

Unas dos chicas se tomaban fotos, publicándolas posteriormente en cada una de sus redes sociales. Janet no paraba de ver sus dedos, todos destrozados.

Después del descanso, llegó la hora de tener que trabajar, así que Max, agarrando cada periódico, se dirigió a cada casa. Siempre se acostumbraba a poner una expresión facial un tanto alegre.

Janet decidió seguir también con el trabajo, para que los otros pudieran ver que era otra persona, diferente y que en verdad contaban con ella.

—Si lo haces para querer agradar a alguien, mejor no ayudes —decía Max agarrándose el ojo—. Pues no queremos gente falsa que aparenta.

—Lo hago porque tengo que hacerlo, hay una gran diferencia entre obligación y deber.

—Pareces como una persona muy atenta a lo que te dicen, pero no, no verás lo que uno sufre.

Janet no entendió por qué él decía eso, quizá por su resentimiento. Al cabo de una hora, los otros se dirigieron a otras casas para entregar periódicos y también para pedir un poco de agua.

Como Janet moría de mucha sed, se reunió con Cristina y el otro chico, todos ellos miraban la puerta.

—Estoy esperando que me abran, solo que no lo hacen.

—No sé por qué sigo mirando esto —decía Janet.

La noche llegó en el pueblo, y como el grupo de chicos no podía quedarse a dormir, fueron a la carretera para buscar un camión que desesperadamente los llevaran. Janet supuso que al fin era su momento de guiar a todo el grupo y hacer que no se perdieran, lamentablemente no pasó.

Aunque, para la suerte de todos, un camión cargado de comida apareció. El conductor de ahí necesitaba hacer negocios con los chicos.

Él les decía si podían ordenar cada fruta y verdura salida de su caja; a cambio de esto, podría llevarlos de regreso a su destino. Janet estuvo  preocupada porque el tipo no era tan agradable como todos pensaban. Llevaba el cabello largo, además de un poco de maquillaje rojo, esparcido en su rostro.

Max y todo el grupo aceptó, aparte de que también querían un poco de comida. El conductor les hizo caso.

Janet ni se imaginaba cómo quedarían sus padres después de que viniera a casa.







___________________________________________

Data:

Punto pequeño

Capítulo 14

creativeLibrosJn

Publicado el: 05-03-2024

Punto pequeñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora