*Capítulo 13*

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Llevaban tiempo Janet y Vania sin hablarse, a pesar de ello a penas pasaron pocos días después de su único encuentro, a lo lejos observaba como algunos niños de los primeros años ponían trozos de plastilina, que a la vez se lo pegaban a Vania.

—Hola —le saludó Janet con una cara muy alegre. 

—Perdona que esté mal por dentro, es solo que he tuve un poco de depresión; lo que pasa es que siento que algunas de mis amistades han crecido bastante, y yo, parezco como una simple abeja sin crecer— se entristecía Vania.

—Entiendo un poco de tus problemas, pero no te sientas así, podremos ir otra vez a la tienda de libros y así divertirnos un poco más, solamente si se te apetece.

—Puede ser —repuso Vania mirando y esperando a que la puerta de salida se abriera.

Janet pensó que era mejor idea marcharse a su casa, para así aventarse un momento de puras reflexiones en su vida. La última vez que ella lo hizo, fue tan solo en poco tiempo y ni siquiera su corazón terminó alegre, sino con un poco de sensaciones, sensaciones de no poder explicarse más.

Llegaba al mismo punto en el que las mismas palabras le daban un límite, si superaba aquel límite entonces no sabría qué palabras usar para explicarse, además de que no era una buena oradora consigo misma.

Todo fue diferente, esta vez Vania se acercó a ella, por lo que ambas se fueron juntas del colegio. En un abrir y cerrar de ojos se vio el rostro de Cristina, que estaba sentada en un tobogán, mientras el otro chico luchaba con sus pensamientos.

—Como ya te dije, podemos irnos otra vez a la tienda y así podremos quedarnos a leer un rato —le pidió Janet.

—Me encantaría, pero antes necesito esperar que la comida de mi madre esté lista, si eso no llega a pasar entonces me demoraré —contestó Vania.— Aunque igual te avisaré desde mi ventana.

Una gran duda surgió en la cabeza de Janet, que no se imaginaba estar desorientada, tratando de buscar su casa. Antes de que Vania se fuera le preguntó con un golpe diminuto en la cabeza.

Sin embargo, uno de los compañeros de Janet salió pensando que estaban peleándose, con su mirada, parecía transmitir un poco de su enojo.

—No estamos haciendo nada —le dijo Janet. — Y si lo estuviéramos haciendo, entonces, ¿qué importancia debe de tener?

—Es que solo te quiero defender Janet, porque me han contado muchas cosas de ti —confesó el chico al fin. — Solo que espero no emocionarme tanto con esta emoción sentimental.

Más atrás se observaban a sus amigos, todos riéndose como si no hubiera un mañana. Luego de esto, Janet se acercó otra vez al chico de su misma edad para hacerle otras más preguntas.

—¿Ellos dos son tus amigos? —preguntó.

—Claro que no —mentía el chico con los brazos aparentemente cerrados.

—Deja de estar mintiendo que a mí nunca me vas a llegar a engañar.

Janet se fue a puro pulmón, además, el momento la incomodaba, tanto así que no aguantaba respirar y ni siquiera hablar con un chico. Se escuchaba el sonido de los gritos de sus padres, ellos no eran tan reservados en el momento que se expresaban. 

Ella se marchó tan rápido a su cuarto para poder evadirlos, solo quería verlos desde la ventana, aparte de que presentía que no habría calma estando en la misma sala. Afortunadamente, no hubo platos tirados ni vasos de vidrio por aquí y por allá.

Pasó el tiempo, y Janet ya se encontraba durmiendo desconsoladamente; las lágrimas incluso se le cayeron porque soñaba con cosas buenas que a la vez eran malas. Su padre escuchó todo su llano, por ende se acercó a Janet.

—Hey —la llamó su padre desde la puerta. — No puedo permitir que mi hija esté triste.

—Papá, son cosas que chicas como yo podemos manejar.

Él hizo un golpe en la cómoda, aparte de que su ira se manifestaba en sus mismos ojos. Mientras esto pasaba, Janet se ponía algunos tapones en sus oídos para no escuchar el ruido de por medio.

—Necesito un poco de paz mental —le rogó Janet.— En serio, eso es como si me estuvieras ayudando.

Ella se marchó del cuarto, con los zapatos ya puestos y una camisa que parecía ser de hombre. Solo su padre la observaba desde atrás como tratando de entender que rayos pasaba.

Los zapatos rechinaban demasiado, mientras que su cuerpo le dolía otra vez. El dolor persistente casi le provoca otra caída.

Para su suerte, en plena calle observó a Vania ahí, tirada, tratando de entender como tanta gente pasaba. Entre sus manos lograba observar una pequeña maleta gris, Janet se dirigió hacia ella que pudiera acompañarla otra vez a la tienda de libros.

—Hola Vania —saludó Janet. — Pareces una rara estando así, por unos minutos pensé que se trataba de un mendigo.

—Solo quise expresar un poco de mi depresión —contestó. — En un rato me encuentro contigo, además tienes tiempo para ver si la tienda quedó abierta.

Janet le hizo caso con una mirada, se fue, solo que esta vez era diferente. Sus pasos se dirigieron hacia aquella tienda de libros, que andaba literalmente normal, sin ningún inconveniente de por medio. Ella observó algunos libros en la ventana que eran gratis.

Lástima que el joven Mendoza seguía vigilando la entrada de la tienda, porque le cambiaron de puesto; antes era el que despachaba a los clientes.

—Ya veo que has cometido un mal trabajo —se burló Janet. —Ahora necesito entrar.

—Deje de molestarme, jovencita.

—Solo estoy tratando de ser leal a aquel libro, leer es uno de mis principios.

—He notado que has roto algo, aunque al fin y al cabo no llegaron a descubrir.

—¿Quiénes? —le preguntó Janet.

—Eso no tiene importancia, aparte de que no sé cómo se llaman esas personas que me supervisan.

— Necesito entrar. 

—¡No! —le gritó Mendoza. — Es solo que es mi trabajo, es como una planta, planta que debo de cuidar siempre.

—Deja de usar metáforas y déjame entrar, solo necesito media hora para poder leer un poco, pasado ese tiempo te dejaré y no te molestará.

Mendoza observó que había pocas personas, y esas pocas personas no se les veía tan entusiasmadas con la lectura, así que le hizo caso y la dejó entrar. Antes de eso le colocó una pequeña etiqueta verde; según Mendoza, era para que se dé cuenta de que estuvo en la tienda.

—Parezco una tipa muy rara, aparte que la etiqueta cubre una gran parte de mi abrigo —se quejó Janet

Austin llevó lentes para poder leer, mientras que vigilaba qué personas se le acercaban; personas como Janet.





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Data:

Punto pequeño

Capítulo 13

creativeLibrosJn

Publicado el: 05-03-2024

Punto pequeñoWhere stories live. Discover now