*Capítulo 25*

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A duras penas pudo Janet abrir sus ojos, ya que no paraba de cerrarlos debido a no dormir mucho. Le salían muchas lágrimas en los ojos, tanto que parecía estar llorando; ya eran las 6 y 40 y Janet quería alistarse lo más rápido posible, pero no se le daban las ganas de preparar algo, sino comprarlo.

Así que se fue al colegio, intentando buscar que alguien vendiera un pan con algo relleno. Pasó como todos los días por la tienda y ya no estaba Mendoza en la puerta, en realidad ni siquiera lo veía, solo Austin se encontraba leyendo.

—¿Y dónde está él? ¿Acaso se ha perdido o ya no trabaja acá? —preguntó Janet.

—Yo tampoco lo sé, solo sé que quiero que alguien me apoye.

Janet volteó la cabeza a otro lado, antes de que Austin pudiera verla.

—¿Así? —dijo Janet un tanto desorientada.

Como no lo veía, Austin decidió hacer unos gestos para que Janet pudiera verlo, o mínimo hacerle preguntas.

—Sí, en cualquier momento que puedas te lo podría decir para que conozcas.

Janet no lo volvió a escuchar, ya que seguía el rastro de Vania. Una fila bien larga era la que estaba al frente de ella, la fila era tan larga que cuando tratabas de entrar ahí, venía uno más y te quitaba tu lugar. Resultaba que un estudiante se había quedado sordo, debido a un cohetesillo que le impactó.

Por eso mismo, las autoridades del colegio no iban a dejar a entrar a nadie, al menos si no se encontraba aquel cohetesillo que se le fue impactado. La víctima de aquel impacto fue un chico, que reconocía el rostro de su agresor.

A Janet casi se le paraba el corazón, ya que la situación era muy tensa, diferente que te hacía pensar en cómo le pudieron hacer eso a un simple chico. A su costado de ella, una persona de su misma edad que temblaba bastante. Se tapaba el rostro para que no le pudieran identificar.

—Oye, hey, hey —le llamó Janet susurrando.

—Intenta hablar más alto y voy a escucharte, es que ahora no puedo.

—¿Sí sabes que es lo que está pasando en estos momentos? —preguntó ella, para que el chico pudiera responder.

—Claro, es por la situación de ese cohetesillo que le impactaron pero...

—Te veo muy nervioso, como si no quisieras que esta situación te pasara —dudó.

—Eso tú lo piensas, aunque pensándolo mejor puedes tener mucha razón —contestó el chico—. Pero no es como lo estás suponiendo, ¡hazme caso!

—Te creo aunque, ¿por qué no es lo que yo pienso?

—No he sido yo, sino algunos de mis amigos —confesó—. Aunque me han puesto algunos pirotécnicos y cohetesillos en la mochila, y ahora ¡ahora me van a detener por eso!

—Ve una esquina del colegio, quizá ahí puedas botar esas cosas, ¿no? —le sugirió. 

—Quisiera hacer eso, si tan solo no fuera un tímido, además, hay un montón de policías rodeándonos...

Justo cuando Janet le iba a responder, fue jalada para al frente, pues era su turno para hacer la revisión de la mochila. Lo único que vieron fue sus cuadernos de Biología, los cuales no eran tan forrados, además de un reloj moderno.

Eso último fue botado a la tierra, ya que, según la política del colegio, no se permitía llevar eso. Ella no entró al colegio, sino que le pusieron en una fila, fila en la que todos eran inocentes.

Sin embargo, le tocaba el turno al chico, que por la tristeza se puso a llorar. La auxiliar empezó a abrir del cierre de la mochila, topándose con todo un arsenal de pirotécnicos. Traer estos materiales también estaban estrictamente prohibidos, tanto así que si lo llegabas a traer, no te dejarían entrar al colegio.

Y luego de esto, vieron entre los pirotécnicos los mismos cohetesillos que dieron a la víctima en su oído.

Rápidamente, llamaron a la víctima, con el único fin de reconocer. Y, en efecto, eran los mismos pirotécnicos; lamentablemente llevaron al chico a la dirección del colegio, para poder definirle una sanción muy fuerte.

Sin embargo, también requerían la presencia de sus padres, para que pudieran hablar con él, y hacerse presentes en este problema. Los policías se fueron en sus patrulleros, mientras que Janet quería ponerse a escuchar la conversación, dada en la dirección.

Como había asientos al frente de la dirección, Janet se sentaba ahí. Lo único que podía escuchar era los gritos por parte de la profesora más estricta, diciéndole algunos sermones y lo que le iba a pasar. Además de esto, al costado de la dirección se encontraban hablando unos niños de 10 o 9 años, diciendo que le iban a cambiar de otro salón (al supuesto responsable).

Y cuando sonó la campana, todos los estudiantes se colocaron adentro de sus salones, aunque, Janet quería quedarse un poco más, para averiguar qué es lo que le había pasado al chico.

Le tocaba el curso de Ciencia y Tecnología, donde había perdido mucho tiempo hablando con unos compañeros y compañeras de su salón. Aunque, las tareas las había hecho en su máxima expresión, incluso Janet estudió, con el único fin de venir preparada ante un examen de sorpresa.

Después de unas horas, vio como Vania estaba enojada, ni quería observar a nadie, tampoco a Janet. Solo caminaba de una manera veloz, y sin mirar atrás.

—Oye Vania, si no quieres hablar nada me lo puedes decir —le dijo.

Aunque la amiga de Janet no le pudo responder, sino que al frente le estaban esperando sus padres, que muy felices alzaban sus brazos para abrazarla, por ende, Janet se fue para otra dirección, donde no estuvo Vania.

Cuando llegó a su casa, observó que adentro estaba su mamá, maquillándose y poniéndose un vestido celeste. Mientras tanto, Janet se fue a su cuarto para ponerse la ropa con la que iría a la ceremonia.

Justo en aquella celebración darían algo de comer, para todos los invitados.

—¿Cómo va a ser, mamá? —preguntó Janet con la mirada alzada.

—Va a ser una muy buena ceremonia, ya no puedo aguantar cómo ellos pudieron llegar a 20 años de casados.

—Mamá, a un estudiante le han culpado a propósito —contó Janet, tocándose la cabeza.

—Bueno, son algunos temas que no me corresponden explicar.

—Es que, hubiera deseado que estuvieras aquí, fue muy increíble, pero a la vez triste —explicó Janet.

—¿Él es uno de tus amigos? ¿O no lo conoces?

—No lo conozco, solo que él me estuvo explicando que le iban a detener, sin embargo, no era el culpable —dijo Janet—. De todas maneras le llegaron a culpar.

Su mamá estaba tan desesperada en ver que todo estuviera ordenado, sin errores ni nada, y que su ropa fuera lo más linda posible. 







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Punto pequeño

Capítulo 25

creativeLibrosJn

Publicado el: 13-03-2024

Punto pequeñoWhere stories live. Discover now