*Capítulo 11*

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Cada indicación por parte de los otros chicos beneficiaba a Janet, llenaba su cabeza para que no pudiera cometer errores, ni siquiera pensaba en que el turno o el trabajo terminaría tarde o temprano. Todos fueron casa por casa, mientras un chico que sufría de desmayos se quedaba sentado en la vereda, sosteniendo los periódicos para que otros pudieran agarrarlos.

A Janet le preocupó mucho, aunque eso no era exactamente lo que haría su hermano. Más adelante, a pesar de que unas piedras pequeñas pero dolorosas le interceptaran, todos los periódicos se entregaron. Janet quiso irse directamente a su casa.

Estaba a punto de hacerlo, pero antes se tocó los bolsillos del pantalón para ver si había puesto dinero. Desgraciadamente, faltaba un periódico que casualmente no habían visto, y que estuvo todo el tiempo tirado en el piso.

— Al parecer, hay algo pequeño que se nos ha olvidado. — avisó Cristina.

Ella volteó a ver al grupo de chicos, especialmente a Janet, tratando de que con una mirada Janet agarrara el periódico para entregarlo en la siguiente casa.

Lamentablemente, el grupo de chicos se acercó más a Janet, como si fueran un grupo de insectos pegados, y le quitaron el periódico de las manos. La casa que quedaba era algo peligrosa, no por los familiares, sino porque estaba pegada a un callejón donde las personas se juntaban para hablar palabras ofensivas o peores cosas.

Ellos tocaron, y apareció una señora que acariciaba a un bello gato como los de las películas, uno blanco y algo rosado que parecía ser un collar, aunque más bien aparentaba ser un listón.

Janet miró hacia otro lado cuando entregaron los periódicos, para no llenarse de vergüenza. Sin embargo, por la emoción y por el "habla" de la señora, Janet volteó a ver y vio a una amiga de su mamá.

La señora vio a Janet y le pidió a gritos que se acercara para charlar, a pesar de que había un montón de chicos ahí.

Ella la saludó como siempre lo hacía su mamá. Janet, por alguna razón, quiso hacerle recordar recuerdos. Los otros chicos se marcharon para recibir más periódicos, aunque Cristina fue la que se quedó, junto al chico que se desmayaba a cada rato.

En esos momentos, Janet hacía muchos gestos, tratando de que se fueran con los otros, pero no querían. Susurrando decían que estaban cómodos sentados esperando.

— ¡Qué gusto verte! —  saludó la amiga de su madre, tratándola como si fuera una gran persona. "Me agarraste en el momento en que estaba lavando ropa, ya sabes, como los niños que recién entran a clase".

— Pero si ya iniciaron. — respondió Janet.

— Ja, ja, no, no. Ellos no están en la escuela primaria, sino en un colegio inicial. Espero que me lo recompensen con notas. Más bien, me agradaría que vinieras acá, además, mis niños necesitan ayuda.

— Es que técnicamente soy una niña.

— Ya, pero estás a punto de entrar a la adolescencia, además debes saber que estás en plena pubertad.

— Bueno, aunque ahora me encuentro llevando periódicos, quizá en la tarde pase por tu casa para que me abras. —  repuso Janet.

— ¡Perfecto! — dijo, dándole un abrazo fuerte.

Janet se marchó, esta vez con una Cristina tan enojada que hasta el sueño la invadió por estar unos 10 minutos esperando. Incluso el ocaso se sentía como un día lleno de calor. Mientras tanto, el chico que se desmayaba iba jugando con los botones de su abrigo.

Él les explicaba cómo existían tiendas de botones, ubicados en estilos o formas, aunque a Janet le aburría ese tema, ya que, en primer lugar, los botones no eran algo que le agradara a tanta gente.

— Al menos para mí sí me gusta. — aclaró el chico.

Una vez terminados los periódicos, solo tuvo la oportunidad de despedirse de Cristina y del mismo chico raro. No le era necesario decir palabras largas para que pudieran entender su comportamiento, solo actuaba y ya.

Eran las 6:50, sus padres estaban en el trabajo. Janet no estaba en un tema suicida, solo tocaba la puerta de alguien que no eran sus padres.

Apareció el hermano mayor de la señora, con una expresión de un loco psicópata, la saludó y giró su cabeza para gritarle a su mamá que una chica estaba en la puerta. Aquello despertó de inmediato a todos los hijos de la señora.

— Eres hermosa. — le dijo una niña.

Al fin se lo decían...

La amiga de su mamá vino a la puerta y con entusiasmo mandó a Janet a la sala, para que pudiera ver un poco de televisión, que más bien estaba siendo usada para ver caricaturas, o viejos cuentos en película como Los 3 chanchitos, se sentía el olor a palomitas recién preparadas, solo que con mantequilla, siendo uno de sus mayores miedos o cosas que detestaba.

— He recibido algunas palabras de tu padre, que me ha informado cómo vas en el colegio, solo quería decirte eso.

Janet se acercó a la mesa para ayudar a unos dos pequeños hijos de la señora (faltaban 4 más, aparte del único hijo mayor). Mientras ella los ayudaba en su cuaderno de caligrafía, ponía en la televisión un poco de documentales de asesinatos, cosa que le resultaba interesante.

Pero fue corto el tiempo, así que Janet se dedicó a poner el playlist de música de la señora.

— Tú sí tienes experiencia a pesar de no ser una adolescente aún, quisiera ser como tú.

— Llegarás a un punto en el que tu cuerpo sabrá qué es lo que tienes que hacer, en verdad es algo que la gente siempre aprende por inercia, aunque si a tu mamá le agrada que uses un cuaderno de biografía, entonces está bien.

En esos momentos, la puerta sonó, era una señora que le vendía algunos cosméticos. Janet no le hizo caso.

Todo ya estaba terminado, Janet observó que el esfuerzo valió la pena, ni siquiera podía concebir la idea de cómo iniciar desde cero era tan agotador. Buscó el teléfono de la amiga de su mamá, para poder llamar a su padre, casualmente se encontró el número.

Llamó a sus padres aunque al observar que no contestaban, dejó unos mensajes para que pudieran leer, puesto a que la ansiedad de no decirle nada a sus padres la mataba. Usó el teléfono de ella toda la noche, aprovechando así para poder jugar algo, o distraerse por unos momentos.

Se quedó a dormir porque así se lo dijeron, Janet hizo caso.

— Voy a mostrarte tu viejo cuarto, aunque me siento mal por hacer que duermas acá, ¿no te molestará? — le preguntó la señora.

— No se preocupe, aunque explíqueme cómo será el lugar.

— Es en la azotea, aunque te voy a dar unas 7 sábanas para que no mueras de frío, aparte que hay una malla verde.

Janet aceptó.







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Punto pequeño

Capítulo 11

creativeLibrosJn

Publicado el: 04-03-2024

Punto pequeñoWhere stories live. Discover now