*Capítulo 22*

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Después de haber terminado aquel maquillaje, su mamá salió tan arreglada para salir y así encontrarse unas amigas, y Janet solo se quedaría tratando de cuidar la casa, pese a que su padre viniera en una dos.

Una o dos horas habló con Vania. Muchas cosas habían pasado en aquel lindo paseo.

—Nos hemos ido al parque de las aguas, en el cual hicieron una presentación única y exclusiva para nosotros, el colegio —le comenzó a contar Vania— Y uno de nuestros compañeros jugaba con un perro de alguien en el pasto.

—¡Que lindo suena eso! Lástima que en mi mismo caso no haya pasado —se lamentó Janet alzando su cabeza para abajo.

—Hey ¿Por qué ni habías venido? Con gusto te hubiera dado un sitio.

—Es por mi mamá, la verdad no quiso puesto a que no le gusta gastar tanto dinero en una diversión.

—Pero al fin y al cabo la diversión es algo importante, además, sigues siendo una niña como yo.

—Niña no, estoy en la pubertad y para mi edad se considera un gran logro.

—Bueno, para que te sientas un poco más envidiosa, hemos ido también a una granja en la que podías interactuar, tocando a cada animal.

—Supongo que has hecho amigos, ¿no?

—Puede ser, pero solo fue algo efímero —contestó Vania—. Pues me he vuelto amiga de un caballo marrón, que no paraba de mirarme.

—Deseaba estar con todos ustedes, pero por culpa de la decisión de mi mamá eso no se pudo.

Una persona desde su ventana le estaba pidiendo algo, no obstante, Janet no podía escucharlo debido a su voz, así que dejó el teléfono y se dirigió a la puerta. Resultaba que aquella persona le pedía llenar una tinaja de agua debido a que el agua se había acabado.

Janet le preguntó si aquello estaba pasado en todas las casas; sin embargo, no era así. No dudó en ayudarlo, así que llenó la tinaja de agua, haciendo que casi se le cayera por todo el peso que sentía.

—Usted es una gran persona humilde, debería de ayudar a las personas que se encuentran sufriendo en Vietnam, por la guerra —le felicitó el señor.

Janet entendió el chiste, pero no le veía gracia tener que mencionar una guerra en la que muchos habían muerto. Continuo hablando con Vania, solo que esta vez no recibió nada como respuesta.

Su vida siguió un gran bucle, por lo que para mañana sería todo igual, levantarse, comer, ir al colegio, hablar y dormir.

Y así pasó, hasta que ya estuvo en el colegio. Resultaba que el curso de matemática iba a ser dirigido por una maestra, graduada en una de las mejores universidades que un peruano podía anhelar.

Además, había desarrollado sus capacidades pedagógicas, con el único fin de poder agradar, así como entender a cada uno de los estudiantes. Tocaba que todos se presentaran.

Janet fue la última, lo que provocaba que muchos estuvieran cansados por pararse por mucho tiempo. A todos les dijo sobre sus aspiraciones y algunas cosas pequeñas que estaban en su vida.

Después de las clases, su vida dio un gran giro inesperado, ya que, en vez de irse del salón para hablarse con Vania, se quedó estudiando mientras prestaba atención a cada imagen de su cuaderno. Ella intentaba además resolver un poco de la tarea, hasta que Bobby apareció, diciéndole que la había visto con un grupo de amigos.

Janet intentó no prestarle atención a cada palabra de él, sino que dirigió la mirada a su cuaderno.

—Sé que estás tramando, y me gustaría trabajar junto a ti, puesto a que necesito un poco de dinero para comprarme cosas —le dijo Bobby.

—Escúchame, para tu información no suelo desarrollarme bien con los chicos que trabajan ahí, por eso no les puedo pedir que te unas.

—Pero igual, debes hacerlo por mí.

Janet lo miró tratando de comprender a qué se refería Bobby.

—Solo necesito la dirección —insistió Bobby.

—Busca a un señor que tiene problemas en sus ojos y ya está.

Debido a tantas exigencias, Janet se paró de su sitio, para estudiar cerca de la puerta. Como si de mala suerte se tratara, los asientos de esa parte estaban ocupados, así que no había de otra que salir con el cuaderno en las manos, aparte de que se negaba a volver a su salón y de que una persona como Bobby la molestará mucho más.

Pero la mirada de la profesora de matemática, la alertó instantáneamente. Ella le preguntó a Janet si se estaba divirtiendo en el colegio.

—Por ahora todo suena como un bonito día, sin complicaciones ni nada—mentía Janet. 

—Parece que me estuvieras mintiendo, aun así trataré de entenderte, mi amor —le respondió de una grata manera—. Quédate, que hay pedazos de torta sin repartir; como la maestra de Religión no come eso. 

—Me agrada, aunque no se me apetece.

—Entonces quédate unos minutos aquí, con nuestra compañía.

La maestra andaba sospechando muy rápido, sobre los problemas de Janet; miraba incluso cada comportamiento o manía que tenía.

—Okey.

Al verla, los maestros se quedaron un poco tiesos, como si realmente no les importase tener a su lado a una chica, sin embargo, un profesor que era muy amigo del director, empezó a mencionar el tema de las clases del sábado.

Esto no le agradó tanto a Janet, que por dentro quería irse, y que cerraran sus bocas. El grado de la vergüenza avanzó más, pues ahora nombraron el nombre de Janet.

—No sé si sea una buena estudiante, pues he visto algunos de sus cuadernos y no le veo esfuerzo.

Explicaban de esa manera el rendimiento de Janet, pero ella no les prestaba atención. El encargado de tocar la campana del colegio también estaba ahí, haciendo que Janet pasara más tiempo fuera del salón.

Recién, al cabo de una hora, vino el profesor de personal social, que siempre llevaba una correa  de narcotraficante. Aquel maestro les dijo que levantarán la mano aquellos que tendrían clases los sábados. 

Como el salón no sabía que Janet pertenecía a ese grupo, nadie decía nada, pero ella se levantó.

—Sí, soy yo y con gusto voy a tratar de venir —se alegró Janet con alegría.

—¡Qué bueno! A eso se le llama tener un poco de mentalidad, y pensar en grande.

No solo era ella, sino otro chico, quien fue emparejado junto a Janet. Este no la saludó, sino que se quedó callado.

Ya habían acabado las clases, y el grupo de amigas de Vania se iban a quedar, puesto a que querían cruzar aquella barrera que cubría el colegio (sin pasar por la entrada), por eso mismo Janet se negaba a ir con ella.

—Quisiera acompañarte, pero esta no es la zona correcta.

Aunque Vania más estaba sujeta a sus amigos que al consejo de Janet.








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Punto pequeño

Capítulo 22

creativeLibrosJn

Publicado el: 11-03-2024

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