*Capítulo 9*

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Para Janet, "dormir" se convirtió nuevamente en un pasatiempo después de hacerlo varias veces. Su mamá estaba en el trabajo y su padre también, por lo que no volverían en unas dos o tres horas. A pesar de que el reloj marcaba las 6 de la tarde, la comida aún no estaba calentada.

Cuando Janet encendió la cocina, observó desde el hueco en la pared a algunas personas, ya que en su lado izquierdo había un departamento; su mamá solía taparlo con algún trozo de papel o simplemente con una bolsa de basura.

Se puso sus zapatillas nuevas, las más bonitas, y esperaba el momento preciso para maquillarse. Mientras caminaba por la sala, pensaba en la dirección de la casa de Vania; podría estar lejos o cerca, ella no lo sabía absolutamente.

Por eso esperó en el colegio, o afuera, creyendo que ese era el único lugar donde podía verla, ya que ambas lo conocían. Algunas personas le decían "muñeca de porcelana" porque su cabello estaba despeinado. Al girar la cabeza hacia la derecha, vio a una chica caminando con signos de desorientación.

La chica se acercaba cada vez más, por lo que Janet se detuvo para hablarle, pensando que era Vania.

— ¿Hola? — dijo Janet con un poco de confusión.

Pero no era Vania, así que decidió esperar en la misma zona donde la policía las había llevado, cerca de un parque con asientos rojos y algunas partes blancas. Había mucha gente, no por la noche, sino por un cumpleaños. Una persona se le acercó para darle un pedazo de pastel.

Sin embargo, Janet no comía pastel debido a la cantidad de azúcares y porque no quería tener diabetes. Aun así, fue amable mientras conversaba con esa persona. En ese momento, Vania apareció por detrás, acompañada de sus padres.

— Oh, hola Vania. — la saludó esta vez.

— He venido con mis padres, sabes que me quieren proteger. — se disculpó Vania.

— Lo entiendo, la cosa es que necesito que...

— No te preocupes, ellos se irán cuando vayamos a la tienda. Total, estoy contigo y no pasará nada.

Janet saludó a todos los miembros de la familia de Vania y luego se marchó. Estaba nerviosa porque nunca antes le había mostrado un lugar a alguien, era como guiar a turistas hacia dónde debían ir para no perderse. En otras palabras, no quería fallar.

Desafortunadamente, el joven Mendoza estaba ordenando las cosas de la tienda de libros, ya que su horario de trabajo había terminado. Janet avanzó antes de que la puerta se cerrara.

— Oye, oye. — lo llamó Janet.

— Ash, ¿tú otra vez? — se molestó un poco aunque no con mucha intensidad. — Sabes que ya he terminado mi horario de trabajo y tengo que marcharme.

— Es que he traído a alguien, solo para ayudarla con su hermano y eso.

— No entendí, pero de todas maneras no te voy a dejar entrar, porque si los supervisores revisan que dejé la puerta abierta, me descuentan. Así que por tu propio bien...

— Solo dame la llave, yo me encargaré de todo.

— Pues, no lo sé. Además, me falta ordenar unas cosas y no quiero gente.

— Entonces yo y ella lo haremos, así que por favor, ¡déjanos entrar!

El joven Mendoza se encargó de mirar por todos lados, para ver si había gente peligrosa, miró también la tienda.

— Tú ganas, solo deseo que limpies todo, y que trates de pasar un trapo grande mojado por todo el piso.

— Lo haremos.

El joven Mendoza hizo un gesto con las manos para poder indicarle que estuviera alerta y que no dejara que nadie más entré, aparte que también le informaba que no prendiera las luces ya que de esa manera los clientes pensarían que la tienda seguiría  abierta.

Ambas entraron aunque primero se quitaron los zapatos, era bastante raro hacer eso, considerando que estaban en un país como el de Perú.

— Me siento una rara, no soy una japonesa. — dijo Vania.

— Lo sé pero esa es la única manera para pasar sin ensuciar el piso.

Janet fue a buscar una linterna puesto a que en sus manos tenía todas las llaves, incluso las del baño. En simultáneo, Vania cogía cada libro al azar para ver cuál ayudaba a su hermano, aveces fingía que se llevaba muchos libros, solo como una broma.

La linterna fue encontrada y Janet, con total osadía, la prendió. Caminó directamente al despacho para meterle llave al cajero, por donde se solía comprar los libros, había una especie de entrada de vidrio.

— Bueno, ya después de mucho tiempo iremos directamente para buscar un libro. — le avisó Janet

— Yo inicio por la derecha y tú por la izquierda, así no te vas a marear mucho. — le informó Vania.

— Eso es exactamente lo que te iba a decir.

Mientras ellas iban buscando, ponían a un lado unos libros que más o menos podían ayudar y hacer frente la situación de Augusto. Lo "bueno" que Janet siempre resaltaba de Vania era su buena capacidad para contar algo, te hacía tener la capacidad de engancharte con su relato.

— No sé si esto te suela ayudar pero debes empezar a añadir un nuevo hábito. — le explicó Vania.

— Si es lo mismo que yo hago siempre, entonces no lo haré.

— Me refiero a que hagas un papel en el que apuntes los nombres de cada persona que conoces, yo hice eso aunque la única cosa es que nadie se te acerca para poder corresponder a tu "habla".

— ¿Entonces que me dice que yo pueda hacerlo?. — preguntó Janet.

— Pues, se siente que tienes buena capacidad para hablar y que te presten atención.

De repente se escuchó el sonido de algo roto, como la especie de un vidrio. Janet fue atentamente para revisar, antes de eso prendió las luces (a pesar de que Mendoza le haya dicho que no lo haga). El foco rojo que siempre había en la tienda se rompió.

Janet no supo que hacer aunque tenía 20 minutos para poder arreglarlo, antes de eso tenía que elegir el libro.

— Creo que con estos 10 libros serían suficientes, voy a leer el resumen.

No obstante, Vania ya había elegido uno, que casualmente se relacionaba al 100%  con el trastorno de Augusto. El título no fue lo que le llamó la atención sino la misma sinopsis.

— No quiero dar una explicación de un libro, porque así pensaremos que estamos en un libro.

— Mmm, entonces nos llevamos ese.

De repente Vania miró con una cara más o menos en lamentos, sintiendo un dolor profundo.

— ¿Qué pasa?.

— No pasa nada, es solo que no me gusta  robar.

— A ver, quizá no te lo he dicho pero no, no vamos a robar ya que he traído un poco de dinero, lo usaré todo para que no falte nada.

Ellas se dedicaron a poner cada libro en sus estantes, no de forma rápida sino cuidadosamente.





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Data:

Punto pequeño

Capítulo 9

creativeLibrosJn

Publicado el: 01-03-2024

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