*Capítulo 4*

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Parecía que Renata se comportaba como una chica adolorida, enojada, aunque a la vez con sarcasmo. Janet le respondió salvajemente porque no entendía por qué había ido al restaurante, el mismo en el que estaba el director. Sin embargo, no recibió una respuesta como tal, sino unos consejos por parte de Renata. Janet quería hacerle sentir que no sabía del tema y que no le correspondía meterse en sus asuntos.

— Mira, Janet, eres la chica más madura que conozco, pero estás destinada a hacer varias travesuras — le decía Renata con una sonrisa muy abierta.

Janet decidió no responderle para no tener que escuchar una parte de sus buenos argumentos, ya que cuando eso sucedía, era casi imposible dialogar con Renata. Ellas dos se acercaron más, esta vez se fueron unos metros más adelante.

— No quiero alejarme demasiado, mi bicicleta está ahí y sin cadenas — se preocupaba Janet.

— Ni que hubiera pasado algo malo, todo estará bien — respondió Renata.

La preocupación de Janet persistía; si bien no sentía odio, había una especie de enojo por dentro, y más aún por ella anhelaba escuchar la explicación de Renata.

— Tengo que decirte que estás muy sospechosa, es decir, no aparentas ser lo que eres y eso me preocupa".

— ¿Solo por qué me acabas de ver salir del restaurante? No creo que importe explicar eso, ya tienes tu respuesta. — repuso Renata.

Janet le dio un pequeño empujón en el hombro, porque ya no podía soportar el enfado; tenía un límite de paciencia como todas las personas. No quería arrodillarse ante ella para recibir ayuda; en esos instantes, la mamá de Renata la estaba buscando.

Y estaba cerca, por lo que en unos segundos Janet recibió una servilleta de Renata. La frase escrita en ella le causaba molestia y la hacía ver como la mala de la película. En definitiva, Renata le había contado todo al director, de que Janet quería robar un reloj.

Quizás también había implicado a Vania, aunque al ser una persona desconocida no importaba.

Frase: "No hagas más travesuras".

Regresó exactamente al tiempo que dijo Ignacio, con una cara amargada lo abrazó. No era una despedida, ya que aún faltaba un tiempo.

— Oye, Janet, antes de que decidas hacer algunas de tus tareas, primero necesito que vengas — le llamó Ignacio.

Ella estaba harta; si al menos no pudiera tener un día completo para ella, tenía que estar en un descanso, aunque ni eso llegó a pasar. En la yema de sus dedos, Ignacio agarraba un collar de corazones que aparentaba ser para Janet.

Ignacio buscó por todas partes de la casa una caja para entregárselo a su hermana, o al menos eso pensaba Janet. Empezaba a llover cerca de la casa, aparte de que al costado se escuchaban los gritos de una familia con una piscina inflable.

— ¿Qué es eso que sostienes en tus manos? — se sorprendió Janet, aunque por dentro ya tenía la respuesta.

— Mira, Janet, sabes que me voy a ir y no los volveré a ver.

El hermano de Janet hablaba de que el primer año trabajando en la NASA era muy difícil, porque necesitabas adaptarte a tu entorno, tener confianza para desarrollarte bien, además de dar una buena impresión inicial.

Janet no le hacía caso porque estaba ocupada amarrándose los zapatos.

— ¿Entonces, ese collar es para mí? — le preguntó Janet.

Ignacio se lo entregó en la mano para que se lo pusiera. Este collar era un último regalo, para que finalmente pudiera ver que la estima. El sonido del claxon sonó, ya que el conductor del camión hizo su aparición después de almorzar.

En su cuarto, Janet quería profundizar en la vida de todos para obtener enseñanzas de ellos y no cometer los mismos errores. A causa de un dolor de cabeza repentino, ella colocó la servilleta escrita por Renata en la mesa del comedor (porque era el único lugar que le vino a la mente).

Como las últimas palabras de Ignacio (o al menos eso aparentaban ser) fueron que al día siguiente en la noche habría una fiesta, fiesta que su mamá iba a organizar, esta vez invitando a los tíos, primos, etc.

Todo lo escuchó Janet, que en cuestión de segundos pasó de tener una mentalidad negativa a positiva. Al cabo de media hora, sintió ganas de dormir, su cuerpo se lo pedía y más al estar sin nada que hacer, aunque por más que pestañeaba, no lograba reducir esas ganas.

Al día siguiente, pero en la madrugada, Janet se despertó viendo primero la puerta, decorada con unos globos rojos y algunos listones. Las luces se encendieron, lo que significaba que ya era hora de despertarse. A Janet no le molestaba, había dormido lo suficiente e incluso le aburría dormir.

Su mamá se puso a lavar su vestido, aparte de algunas ropas que le mandó la tía de Janet, estaba concentrada en su mundo.

— Hey mamá, no te preocupes que yo me encargo de todo — la calmó Janet.

— Al menos voy a lavar la ropa que me encargó tu tía — le avisó su mamá mientras destapaba el lavadero.

Janet no sabía qué sentía, su cabeza ahora no pensaba en vano, casi todos sus pensamientos se basaban en cosas positivas como tener que ayudar. En el sofá estaba sentado Fabio, su primo pequeño, el cual estaba viendo algunas canciones infantiles.

Antes le parecía patético a Janet, pero por la alegría que sentía, ya no.

Como Fabio no tenía nada más que hacer, Janet decidió invitarlo a jugar en aquella vieja consola que tenía.

— No soy muy buena jugando, pero al menos voy a darle un intento.

— ¿Esto te lo compraron? — preguntó su primo.

— Mi papá ha sido un amante de estas consolas, pero en un incendio las perdió todas, la única que queda es esta.

Cuando jugaron las primeras partidas, Janet se quedó impresionada, porque en cada momento ganaba las partidas de carreras. Nada podía estar mal hasta que de repente se acordó de una pequeña cosa, que se había olvidado esconder aquella servilleta.

Cuando intentó ir, fue muy tarde, ya que su mamá estaba justo frente a la puerta. Janet la observaba fijamente, para que pudiera ser perdonada.

— ¿Y esto? Respóndeme, Janet — le preguntó su mamá mientras sostenía aquella servilleta.

— No es mía, ni siquiera sé quién escribió eso — se defendió Janet.

— ¿Entonces, quién ha sido? ¿Te has metido en problemas?

Su mamá se estaba exaltando demasiado, tanto así que cualquier explicación que le daba Janet no servía para nada. Lo que más le causaba molestia era que su primo escuchara todo.

— Mira mamá, estoy muy alegre como para ponerme a discutir de estos temas, yo no escribí eso sino una chica del colegio — le respondió.

Su mamá le dio un castigo repentino.

— Si no me explicas detalladamente, entonces estás castigada, no te dejaré ir a la escuela, ¿entendiste?

Como toda persona, Janet puso "peros" sin éxito de hacerle entender.

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Punto pequeño

Capítulo 4

creativeLibrosJn

Publicado el: 27-02-2024

Punto pequeñoWhere stories live. Discover now