*Capítulo 31*

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Por alguna razón tan extraña, Vania la siguió durante todo el trayecto, hasta llegar al colegio y dirigirse a sus salones por separado; sin embargo, Janet no quería a nadie aún en su vida, ya que eso le hacía recordar a su mamá, la misma con la que estaba distanciada.

Faltaban 5 minutos para que se dé inicio a las clases, y Janet seguía con la mochila puesta en sus hombros. Una pared mostraba las notas actualizadas de cada estudiante, solo que todavía faltaba de su salón.

Una vez en el salón, Janet se dio cuenta de que vendría un nuevo profesor, el cual reemplazaría a todos. Ni bien se acercó el señor con su maletín empezó a sonreír, como si estuviera a punto de ganar la lotería o algo mucho mejor; todos, absolutamente todos se pararon para que el profesor los pudiera mirar, incluso Janet.

Antes de eso, Janet pensó en las siguientes actividades que se harían en el colegio, y cómo sería su experiencia si participaba. Las chicas observaban a Janet por el simple hecho de ser una rara, al menos hoy.

Pasaron de conversar y conversar a dar una serie de materiales, que no eran los cuadernos, sino otras cosas secundarias, como hojas de colores, hojas Bond o incluso un trapo amarillo pequeño (quizá para poder limpiar las mesas).

Aquella prueba diagnóstica, que el profesor había dejado, no fue tan clara, pues existían preguntas sin respuestas. Janet creía que al menos habría la opción"NA" o algo así.

Después de las clases, Janet no se salió del colegio, sino que caminó hasta la oficina del director para revisar ciertas cosas, como su rendimiento escolar en cuanto a las notas, además de algunos documentos y novedades. En esos momentos nadie se presentaba en la oficina, debido a que los profesores, secretarios y el director estaban comiendo.

Mientras Janet miraba alguna cosa interesante, la silla se cayó sin que nadie la hubiera tocado, ni ella. Al parecer se sintió que alguien había entrado, por lo que Janet avanzó a la entrada para observar. 

—Hola —le dijo una chica que parecía estar en la universidad (por su altura)—. No te asustes por mi altura, sé que es algo que intimida mucho, pero tampoco soy un ogro.

—Está bien, y qué bien que me lo explicaras, aunque ¿qué haces aquí? No entiendo nada —repuso Janet.

—Lo que pasa es que también me interesó tener información del concurso de matemática, pues dicen que los ganadores se irán de viaje fuera de Lima.

—Sé ve genial, pero yo no lo sabía.

La chica la empujó por la emoción, haciendo que Janet se cayera repentinamente. Las palabras que le dijo aquella chica la sorprendió un poco, además de despertarle las ganas de participar en un concurso como aquello.

El año escolar aún no se acababa, sino que faltaban un tiempo considerable. 

—Ya lo acabo de encontrar, aunque no es algo que en mi vida quise... no, no —se lamentó la chica.

Janet se acercó y asomó su cabeza para mirar más de cerca.

—¿Por qué piensas esas cosas? —dijo Janet en tono de pregunta.

—Para participar en el concurso hace falta tener que inscribirse, y yo lamentablemente no tengo padres, solo abuelos —se disculpó ella.

Janet se marchó de la escuela, teniendo la hoja con algunas indicaciones del concurso, aparte de que en la hoja misma se encontraban los números, solo que a ella le daba pena hacer una llamada. La casa de ella era un vacío, y a diferencia de los otros días su mamá estaba trabajando.

Prendió un poco la televisión, y tener un corto descanso.

Mientras descansaba, se le venía un sueño recurrente, que quería olvidarlo, pero por desgracia no podía hacer aquella cosa. Por estar luchando y luchando con el sueño, Janet se despertó, pero de nuevo volvió a dormir.

El sueño volvió a su mente, haciéndole recordar un poco a su tía, la cual estaba sentada en un trozo de madera, en el que si salía de ahí unos feroces cocodrilos la atacarían hasta su muerte. Y un poco más lejos de su tía andaba su hijo pequeño, durmiendo tan feliz en un monte.

De pronto el sueño fue cortado por segunda vez, ya que un curvo había chocado su cabeza en la ventana. Janet fue a resguardarlo, y a un poco aliviar su dolor. Ahora debía de irse a la casa de ella, de su tía, pues pensaba que se sentía sola; y al pensar en eso, también se acordaba de lo antes dicho por su madre.

Llegó a la puerta de su casa con grandes dolores de estómago, y porque tenía ganas de comer algo, aun así tocó la puerta de su tía.

Ella le abrió, y la trató de una manera tan distinta y diferente. 

—Escúchame un poco, perdón por haber sido una persona tan orgullosa y soberbia... —se disculpó su tía mientras lloraba.

—Aun así, no debes de perdonarte por mí, sino hacerlo a tu marido, tía — la corrigió.

—Lo sé, yo sé que le he faltado el respeto a él, intentando estar al lado de otro hombre, pero no se lo digas a nadie. 

Janet comenzó a preguntarle si es que tenía problemas de soledad, conforme a lo dicho por su mamá.

—Tía, debemos hablar por qué te estás sintiendo sola —le pidió Janet.

—No lo entendías —respondió ella mirando sus zapatos y con una mirada triste.

—Pero si ya tienes a un marido y un hijo, ¿por qué te sentirías sola? Es que, es algo que no tiene sentido.

—Porque he vivido tantos años con él como esposo, sintiéndome atada porque no me ayudaba en nada, en ciertos casos peleábamos por temas pequeños y por cosas de trabajo. Y yo tuve que aguantar, por nuestro hijo pequeño. Al no encontrar solución, decidí estar al lado de otra persona, alguien que sí me comprendiera.

Janet tambaleó un poco, debido a que el tema la había corrompido mucho, su corazón se partió en dos...

Acto seguido, su tía la levantó y le hizo un poco de aire, debido a que pensaba que era un desmayo; sin embargo, no fue así. Janet pasó la noche en la cama de ella.

A pesar de haber reaccionado, no pudo dormir bien, aún le faltaba palabras para decirle a su tía. Al costado de ella estaba el niño pequeño, que agarraba con fuerzas su tierno oso de peluche, dándole besos como si fuera su pareja.

Janet se levantó, y ahí andaban dándose unos besos su tía y su esposo, mientras se susurraban cosas al oído. Lo único que pudo escuchar de esos susurros fue: "Quiéreme".

Janet se acercó a ellos dos, sujetando la almohada, con las zapatillas ya puestas. El esposo de su tía recién la conocía de verdad.









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Data:

Punto pequeño

Capítulo 31

creativeLibrosJn

Publicado el: 19-03-2024



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