CAPÍTULO 9 INTRUSOS EN CASA

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Julia deambulaba por la casa, miraba a su alrededor sin perder detalle, Bruno, le había comentado que todo estaba limpio y en orden, porque había un mujer que se encargaba de que así fuera, sin embargo, algo no estaba bien, lo presentía.
Bruno no le había impedido estar o entrar a ninguna parte, al contrario le había dicho que se sintiera como en su casa, que podía disponer de lo que quisiera, y andar por dónde quisiera, incluso que si deseaba cambiar de habitación, también lo hiciera.

Habían llegado un miércoles por la noche, el jueves en la mañana, como lo prometió, la llevo de compras, por supuesto ella no quiso abusar y compró lo estrictamente necesario.

_ En cuanto pueda te lo pagaré. - había dicho apenada.

_ No es necesario. - había respondido él. _ necesito que compres todo lo que vas a necesitar, pronto yo no estaré y lo que compres ahora, será lo que tengas, al menos por un tiempo.

Aun así, ella solo había comprado un par de conjuntos de vestir, a lo mucho tres, junto con sus accesorios, lo mínimo como para poder usar algo, mientras lavaba lo otro. No tenía problema con eso, toda su vida había vivido en la miseria, esto era un lujo al que no estaba acostumbrada.

_ ¿De verdad no necesitas nada más? - la había cuestionado él. _ por el dinero no te preocupes, además, no tienes que regresar nada.

_ No estoy acostumbrada a solo recibir. - había contestado. _ en cuanto esté establecida buscaré un trabajo, y te regresaré lo que has gastado y por favor no te molestes. - le había dicho viendo su cara seria. _ me sentiré mejor. ¡Por favor!

Él por fin había aceptado y ella había respirado aliviada, no concebía el que, el hombre que la habia salvado, se molestara con ella.

_ Lo que si aceptaría. - dijo. _ es que me recomiendes con alguien, puedo lavar, planchar, cocinar hacer cualquier trabajo doméstico...

_ Lo pensaré. - la interrumpió. _ alguno de mis conocidos quizás necesite de tus servicios. - le había dicho. - ella sintió que solo aceptaba para que ella se quedara tranquila, pero no creía, que lo fuera a hacer. Su rostro le decía que no estaba de acuerdo.

Cuando regresaron a casa después de comer en un pequeño restaurante, él le informó que saldría esa tarde.

_ Tengo que marcharme. - le había dicho. _ no sé cuánto tiempo tarde en regresar, pero no tienes nada de qué preocuparte, estás en tu casa, solo te informo, que este fin de semana vendrá María, es la señora que se encarga de la casa, así que no te pongas a limpiar. - le había sonreído. _ descansa y disfruta de tu libertad. - había rozado apenas su mejilla y ella se había sentido como una colegiala. Su sonrisa le había confirmado que él había notado su rostro ruborizado y aunque se moría de la pena, eran momentos que su corazón atesoraba, porque no los volvería a tener. _ cuídate. - le había dicho antes de perderse tras esa puerta, eso había sido el jueves por la tarde, el viernes le estaba pareciendo tan largo y aburrido que no hizo caso a la petición de él y procedió a limpiar el ligero polvo que se había acumulado por encima de los muebles, era así como había ingresado a cada una de las habitaciones, todas frías e impersonales, se notaba que cuando sus hijos estuvieron ahí aún tenían corazón de niños, no sabía sus edades, pero por lo poco que él había mencionado ya eran unos jóvenes y las cosas que sus recámaras conservaba tendían más a su etapa de niñez, quizás su adolescencia, excepto una, y era la de su hija y eso era lo raro, esa habitación no era fría ni impersonal, tenía vida, tenía objetos personales, no se veían viejos o abandonados, todo parecía ser reciente, no quiso hurgar en su armario, pero si ojeó unos libros y cuadernos y miró las fechas anotadas, eran de unas semanas atrás.

¿Acaso alguien estaba viviendo ahí? Y si era así, Bruno no lo sabía, o se lo hubiese advertido.

Durante su recorrido, también notó que otra de las habitaciones de huéspedes parecía estar ocupada, no porque hubiera cosas fuera de lugar, sino porque también había cosas personales, se trataba de una mujer.

El sábado por la mañana por fin pudo conocer a María, una mujer de unos sesenta años, algo regordeta, pero con un carácter sumamente agradable.

_ Disculpe que le haga esta pregunta. - la miró Julia. _ pero Bruno me dijo que la casa estaba sola.

_ Si el señor le dijo eso, es porque así es. - contestó, aunque ella notó su contrariedad.

_ ¿Piensa quedarse por mucho tiempo? - ahora fue ella la que preguntó.

_ No lo sé, pero creo que no, solo estoy de paso. - Julia notó como ella suspiraba aliviada, sabía que ocultaba algo y estaba segura de que era respecto a las habitaciones ocupadas. ¿quizás ella había metido a alguien sin el permiso de Bruno? No lo sabía y no pensaba traicionarla, se veía que era una buena mujer y si lo había hecho, sus razones tendría, además, no creía que a Bruno le molestara, no el hecho de tener a alguien ahí, él mismo había dicho que la casa tenía años vacía, pero quizás sí le molestara el hecho de que ella no se lo hubiese pedido, o al menos informado.

*****
Fernando se sentó en la cama. El dolor de cabeza era tan intenso que regresó de inmediato a su posición original. Sabía que se estaba sobrepasando, pero esta sería la última, se lo prometió a sí mismo, tenía, que estar bien para ese fin de semana.

Su abuela tocó una vez más a su puerta, no era la primera vez que llamaba, ya se estaba cansando, ¿que no podía tener un poco de privacidad?

_ ¡Fernando! ¡Es media mañana, ya no es hora de que estés durmiendo! - la escuchó gritar afuera de su recámara.

_ ¡Estoy estudiando! - contestó, y escuchó como sus pasos se alejaban. La había engañado, como lo había estado haciendo desde hacía algún tiempo atrás, la verdad es que estaba perdido, estaba descuidando sus estudios, su familia y su vida, no sabía cómo es que había llegado a esto, ni en qué momento había empezado siquiera, o quizás sí, hasta hacía un año atrás, era un chico normal, casi no tomaba, no fumaba, su vida eran sus abuelos y sus hermanos y por supuesto sus estudios, era lo único que le había pedido su madre, además de cuidar de sus hermanos y de acercarse a su padre, algo que definitivamente no haría, pero lo otro sí.

_ Los estudios son importantes. - le había dicho. _ el que estés preparado, te abrirá muchas puertas, y te alejará de dónde no quieres estar, recuérdalo. Aunque eso depende enteramente de ti.

Lo recordaba siempre que tenía dudas, y siempre que empezaba a tomar otro camino. Sin embargo, ahora sus palabras parecían no tener sentido, porque empezaba a perder el control de sí mismo y era a causa de sus nuevas amistades, aunque no eran sus amigos, lo eran de Salvador, él si era su amigo y por él estaba con los demás, con ese tal David, que era el que siempre lo incitaba a beber más, incluso ya había probado la droga y aunque se había jurado no volver a hacerlo, ya estaba perdiendo la cuenta de cuántas veces más lo había hecho. Pero lo dejaría. Aún tenía control, también estaba el más reciente, Iván, era amigo tanto de Salvador como de David, y si David le daba desconfianza, por todo lo que implicaba, por lo que había hecho incitado por él o quizas obligado, Iván le parecía más amenazante, parecía tener poder sobre sus dos amigos y no deseaba someterse a él.

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Where stories live. Discover now