CAPÍTULO 46 LO JUSTO

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Alejandro y Magdalena miraron la cara de aquéllos hombres, que tenían frente a sí, a uno ya lo conocían, era Sam Bremer, el abogado que representaba a su hija muerta y con quien habían tenido contacto cada vez que necesitaban tratar algún asunto legal relacionado con sus nietos, siempre pensaron que servía a su hija y que ella le había dejado instrucciones y ahora resultaba que trabajaba para su odiado yerno Bruno, el otro era un tal Santiago Moran, lo habían visto al lado de Bruno durante el sepelio de su hija, un hombre imponente y aterrador, que los intimidaba tan solo con la mirada.

_ Estas son las opciones que tienen. - escucharon su voz profunda. _ y no se acepta ningún tipo de negociación. La empresa que poseen, pasará a manos de sus nietos y de Rosa, la gente de Bruno la administrará, hasta que ellos decidan si se hacen cargo de ella, o dejan que alguien más la maneje.

_ Estás loco - exclamó Alejandro escandalizado, mientras Magdalena lo miraba sin dar crédito a lo que escuchaba. _ crees que voy a entregar lo que tantos años me costó levantar, solo porque tú lo dices?

_ Lo harás, no porque yo lo digo, sino porque, de no ser por el capital que le correspondía a tus nietos y a tu cuñada Rosa, esa Empresa no sería lo que llegó a ser, y aun así, vez tras vez, la llevaste a la ruina.

_ ¿De qué vamos a vivir? - interrumpió Magdalena angustiada.

_ Ese es su problema, lo único que yo sé es que sus nietos y su hermana van a recuperar lo que les fue robado, lo que ustedes hagan no me importa. Porque su segunda opción es pasar el resto de sus días en prisión. Aquí están sus dos alternativas. - dijo mirando al abogado, quien puso delante de ellos dos carpetas. _ aquí está todo lo que tienen que firmar para restituir lo robado y acá esta la demanda que será interpuesta si no firman esto.

_ No nos pueden dejar en la calle. - insistió Magdalena presa del pánico.

_ Los dejaríamos en la calle si reclamásemos esta casa, que después de que la mantuvieron con recursos que no les pertenecían, también sería justo que la pidiéramos, pero no lo haré, porque sus nietos no la necesitan, pero si insisten en aferrarse a lo que ya perdieron, no me tentaré el corazón para dejarlos sin nada.

_ Esto es ilegal. - se envalentonó una vez más Alejandro. _ No pueden hacerlo, las cosas no se hacen porque ustedes digan, hay instancias a las que acudir, existen reglas, autoridades, procedimientos.

_ No estaríamos aquí. - lo miró Santiago con impaciencia. _ Si no hubiésemos seguido ya todos los procedimientos legales, ahora solo tiene que firmar.

_ No lo haré. - dijo firme. _ Nadie me quitará lo que es mío.

_ De acuerdo, no estoy aquí para convencerlo, son ustedes quienes toman las decisiones. - recogió los documentos y se los entregó al abogado. _ suerte con lo que se les viene. - se puso de pie junto con el abogado. _ lo paradójico del caso. - dijo antes de marcharse. _ Es que nadie necesita su empresa, sus nietos tienen más de lo que podrían manejar, en cambio ustedes, ni con su empresa en quiebra, ni con lo que alguien les pudiera dar por su casa, podrán librarse de la cárcel y menos mantenerse,

_ Espera. - lo detuvo Alejandro. _ qué garantías tenemos si acepto firmar esos papeles.

_ Ninguna. - dijo Santiago serio. _ No vine a negociar, simplemente lo aceptan o lo dejan, tu sabrás que hacer para mantenerte a ti y tu esposa, puedes conseguir un empleo como todo el mundo, ella también puede trabajar. Quizás vendiendo esta casa tan ostentosa y comprando una que se ajuste más a su nivel actual, eso depende de ustedes.

_ Déjame pensarlo y discutirlo con mi esposa.

_ No hay nada que pensar. - se mantuvo firme. - saliendo de este lugar, no hay marcha atrás, o me llevo estos papeles firmados, o la denuncia se pone hoy mismo.

_ Está mintiendo. - habló nuevamente Magdalena a su esposo. _ No puede comprobar que hicimos lo que dice, ¿de dónde podría tener pruebas?

Santiago extendió la mano y el abogado le entregó una gruesa carpeta, luego se la pasó a Alejandro.

Él la empezó a hojear, no lo podía creer, ahí estaba todo, sus movimientos legales y también los ilegales, aquello que tenía bajo buen resguardo y nadie tenía acceso, ¿de dónde lo había sacado? O más bien ¿cómo? En ese momento supo que estaba perdido, ese hombre no bromeaba, era quedarse sin nada o ir a parar a la cárcel junto con su esposa, porque sin lugar a dudas era su cómplice.

_ Dónde firmo. - dijo derrotado.

_ ¡Alejandro! ¡no puedes hacer eso! ¿Estás loco? - le arrebato el bolígrafo que ya tenía en sus manos.

_ ¡CÁLLATE! - gritó con desesperación, recuperando el bolígrafo. _ Si sabes lo que te conviene deja de hablar y prepárate para lo que se nos viene.

_ Pero... - las palabras murieron en su boca al ver la expresión de derrota de su esposo, era verdad, ese hombre los estaba dejando sin nada, aún si vendían su casa, sus pertenencias, sus autos, ¿por cuánto tiempo subsistirían? Además, tendrían que dejar su estilo de vida, no quería, no lo haría, no podría. Con impotencia observó como su esposo firmaba todos y cada uno de los papeles que esos hombres le entregaban. Ya no había nada que hacer, sus vidas estaban perdidas, lo sabía, ella no trabajaría ¿y él? ¿quién le daría empleo a su edad? Solo podía aspirar a un trabajo mediocre y ninguno de los dos estaba acostumbrado, mucho menos preparado para eso. Ella no sabía hacer nada y él solo estaba acostumbrado a mandar. Si tan solo contara con sus nietos, pero no, se los habían echado de enemigos y ahora sería imposible acercarse a ellos, su padre no lo permitiría. _ ¡maldito Bruno Acosta! Como lo odiaba.

Momentos después, ambos veían partir a esos dos hombres, estaban solos y sin esperanzas, su futuro se veía oscuro y aterrador.

Ella miró a su esposo, estaba enojada con él, aunque en el fondo sabía que no había tenido opción, de lo contrario no se hubiese rendido. Pero en este momento no lo podía perdonar.

Él estaba devastado, toda su vida había vivido a costa de los demás, siempre pisoteando, siempre brincando sobre aquél que se dejara, ahora le tocaba a él estar abajo y probablemente nadie le tendiera la mano, porque no tenía amigos, no amigos verdaderos, sus allegados lo toleraba porque no les quedaba de otra, pero en cuanto supieran de su situación, sabía que se quedaría solo. Se lo había ganado, aun cuando no lo quisiera aceptar.

Ahora solo tenía a su esposa y dudaba que lograran permanecer unidos cuando se empezaran a quedar sin nada, la conocía, lo culparía y no lo perdonaría.

Su destino era incierto y todo por ese maldito de Bruno, si tan solo se lo hubieran ganado, si no se hubieran empeñado en hacerle la vida imposible. Ahora él estaba arriba y ellos abajo, como lo odiaba.



NOTA:
Hola, no se si este sea el último capítulo, o haya uno más, porque en esta historia voy al día, pero si no pasa otra cosa este será el último y luego el epílogo.

Gracias por quienes están llegando hasta aquí. Mi agradecimiento por siempre. Un abrazo amistoso muy fuerte. ❤️❤️❤️

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Onde histórias criam vida. Descubra agora