CAPÍTULO 47 ARREPENTIMIENTO

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Iván miró a través, de la ventana como su padre salía de la mansión que habitaba su madre, sabía que era él fin para él, se había ido, lo había perdido.

Lo había hecho enojar, lo había sacado de sus casillas y había llegado a su límite.

_ Aquí está tu hijo. - le había dicho minutos antes a esa mujer que más que su madre parecía su hermana, su aparente juventud era a base de cirugías y cuidados estéticos, era una mujer que vivía para sí misma, una mujer que estaba seguro no le daría los cuidados que su padre le había dado, ni se preocuparía por él, como su padre lo había hecho, ¿porque Había sido tan estúpido? Ahora no podía hacer nada más que quedarse ahí, con ella y esperar, quizás su madre cuidara de él, aunque sabía que no lo haría.

Su padre se lo había advertido tantas veces.

_ Me estás cansando. - le había dicho una de tantas. _ Si tu no pones de tu parte, yo tampoco me esforzaré más, no vale la pena que me esté desgastando por ti, aún no logro arreglar el desastre que hiciste, arruinaste mis negocios y todo lo que tenía, y no es un reproche, yo tengo la culpa, te eduqué mal, pero ahora lo mínimo que espero de ti, es que me ayudes con tu recuperación, ya basta de lamentarte, estas vivo, estas libre y puedes valerte por ti mismo.

_ ¿Llamas vida a esto? - le había gritado furioso. _ ya no soy nadie, no tengo amigos, las mujeres ya no me van a querer y por si fuera poco me quitaste mis tarjetas y mis autos. ¿cómo quieres que sobreviva a esto?

_ Entiende que no puedo disponer de lo que disponía antes, cualquier cosa que haga por ganarme la vida me va a costar diez veces más, ya no es como antes.

_ Pues debería serlo, deberías pagar para que me arreglen mi pierna, no puedo andar por ahí como un lisiado, esa maldita gente tuvo la culpa y tú no hiciste nada.

_ Si tú no hubieras actuado tan estúpidamente como lo hiciste, esto no hubiese pasado, deja de culpar a los demás.

_ Nadie tiene la culpa más que tú. - le había gritado con odio. _ Tú tenías el poder para haber acabado con toda esa gente, pero fuiste un cobarde y te entregaste a ellos, ahora yo estoy pagando las consecuencias.

_ ¡LO HICE POR TI IDIOTA! - lo había visto gritarle fuera de sí. _ ERES TAN ENGREÍDO, TAN PAGADO DE TI MISMO, QUE NO TE DISTE CUENTA DE QUE TE IBAN A MATAR, ERA HACER LO QUE HICE O TU VIDA Y LA DE TODOS LOS QUE ESTUVIERON AHÍ, LO PERDÍ TODO POR TU ESTUPIDEZ Y AUN ASÍ TE ATREVES A RECLAMARME. NO DISCUTIRÉ MAS CONTIGO. Mañana recoges tus cosas y te vas con tu madre, ya que yo no soy el padre que mereces, espero que con ella estés mejor que conmigo.

Esas había sido sus palabras antes de salir de la habitación y dejarlo ahí, y aún entonces no se dio cuenta de lo que sus palabras implicaban y de cuan dolido estaba con él, y aún entonces, no cayó en cuenta de cuanto daño le había hecho a su propio padre, cuando él lo había dado todo por salvarlo, no lo veía, no lo comprendía, hasta ahora que se quedaba ahí, en medio de ese enorme y elegante recibidor, frente a su madre que lo veía como a un bicho raro, sin atinar a hacer nada, como si de dos desconocidos se tratara, miró a su alrededor, sabía que toda esa elegancia y ostentación, pronto desaparecerían, porque su padre pronto dejaría de proveer todo lo que proveía para su madre y no porque no quisiera, ya no podría hacerlo y le retiraría todos los privilegios qué le tenía a pesar de ya no ser su esposa, así como se los había retirado a él.

Su madre no dijo nada, más que un simple: _ ni creas que yo te voy a atender, no soy tú enfermera, ni tu criada, no sé por qué tu papá se empeñó en dejarte aquí, así que tú veras como te las arreglas. - luego salió y lo dejo.

Él solo se limitó a ir hacia su habitación, habitación que había usado solo unas cuantas veces desde hacía bastantes años.

Sabía que había cometido un error tras otro, pero ya era tarde, había arruinado a su padre y ahora era una molestia para su madre y tendría que vivir soportándola, sin contar con que viviría con su discapacidad, discapacidad provocada por su propia negligencia y que, si bien pudiera ser reversible, para él ya no lo era, a menos de que contara con grandes cantidades de dinero, que ya no tenía.

Quería volver con su padre, pero él ya no lo recibiría.

Los empleados de la casa escucharon su llanto y sus gritos de impotencia, pero a nadie le importaba, si no le importaba a su propia madre, menos a ellos.

*****
Rosendo Granados escuchó los lamentos de su hijo desde afuera de la casa, su corazón estaba partido en dos, pero no podía ser débil y regresar por él, se lo había advertido tantas veces,

_ Si no cambias de actitud te voy a llevar con tu madre, quizás a ella si la obedezcas. - le decía.

Pero él seguía en sus rabietas, escudándose en su discapacidad, y en su dolor. Situación que él mismo se había ocasionado.

¿Como había podido fallar tanto como padre? Era su único hijo y lo amaba con locura, su madre no le prestaba atención, ni antes ni después de su divorcio, quizás por eso le dio todo lo que le pudo dar, pero había hecho de él un monstruo y no se había dado cuenta. Lo lamentaba sí, pero ya no podía hacer más.

Todo lo que le estaba sucediendo se lo había buscado, si bien su herida no era grave, sus rabietas y su mal humor lo habían llevado a no obedecer instrucciones, a no cuidarse, a no dejarse atender como debía, y las consecuencias habían sido fatales, tanto que había perdido la pierna y por supuesto culpaba a medio mundo menos a él.

En su desesperación lo había llevado con su madre, sabía que no la pasaría bien, pero era su último recurso para que reaccionara, después de eso ya no había nada, y le dolía, el dolor era demasiado, pero no sabía que más hacer, había perdido a su hijo y eso dolía más que todos los bienes que pudiera perder, lo único que le daba consuelo, era que aún tenía poder sobre su exesposa, quisiera o no lo tendría que aguantarlo en su casa, casa que él pagaba con todos sus servicios. Pronto tendrían que disminuir sus gastos y eso no le gustaría, pero no había de otra, su hijo sí que lo había perjudicado, pero se lo merecía también él, por no haber estado al pendiente de lo que hacía. Ahora no podía rendirse o sentarse a lamentar lo sucedido, lo único que le quedaba por hacer era seguir adelante, tomar las riendas de su vida y sobre todo, tomar las decisiones correctas y ver que las cosas fueran lo mejor posible para todos. Quizás si hablaba con Santiago Moran, pudieran llegar a algún acuerdo, estaba dispuesto a hacer lo que él dijera, ¿qué podía perder?, si ya lo había perdido todo.

Apresuró él paso,  subió a su camioneta y se alejó. Esperaba que esta lección le sirviera de verdad a su hijo, como le estaba sirviendo a él. Tanto él como Iván habían hecho mucho daño, no importaba si la gente lo mereciera o no, lo habían hecho y estaba consciente de que lo que habían recibido como castigo por parte de Santiago Moran y Bruno, no era nada comparado con lo que ellos hacían a quienes caían en sus manos, incluso contaban con varias muertes en su haber. Ahora  entendía que no era lo mismo ir por el mundo haciendo atrocidades, a que se las hicieran a él o a alguien de su familia, ya conocía los dos lados y no deseaba volver a hacerlo, no podría, porque de un lado tendría el rostro de Santiago Moran condenandolo y por el otro, el de su hijo sufriendo las consecuencias, no, ya no lo haría. Su vida había cambiado.

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora