CAPÍTULO 11 CORAZÓN ROTO

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Bruno sentía el frío de la soledad, y no es que estuviera solo, esa hermosa mujer permanecía a su lado, se lo agradecía mucho, porque, aunque dolía tanto, no se sentía igual que siempre y era gracias a ella, a su cercanía, a su apoyo incondicional, era como una medicina para su alma, para su maltrecho corazón.

Después de hablar con María, se había dado a la tarea de buscar un hotel y no cualquier hotel, tenía que ser uno seguro, el que usaba Santiago y su gente cuando estaban en la ciudad. No necesitó decir nada, lo conocían, lo malo fue que cuando le dieron las llaves y llegaron arriba se dio cuenta de que solo era una habitación, él nunca especificó que quería dos. Decidió subir y luego pedir la otra, ahora estaba demasiado cansado y aturdido por lo que acababa de pasar.

_ Acomódate aquí. - dijo a Julia. _ luego pediré otra para mí.

_ Podemos quedarnos los dos. - dijo ella. El hotel era de lujo, no quería saber cuánto costaba una habitación en ese lugar y menos una como la que les habían entregado. _ ya hemos compartido habitación. - le recordó. _ lo bueno es que esta, si cuenta con dos camas. - sonrió.

Él le dedicó una leve sonrisa, era verdad, al menos algo bueno saldría de esto, no estaría solo, no deseaba estarlo, ella era como un ancla que lo mantenía en tierra firme, de no haber estado a su lado, hubiese hecho lo que hacía siempre que tenía un encuentro con su familia política o con alguno de sus hijos. Hubiese manejado como loco, internándose en la sierra, deseando estar solo, pero terminando marcando a su amigo del alma, a su jefe Santiago Morán, quien nunca lo dejaba solo, y quién se presentaba con una botella de vino.

_ Sé que esto no va a solucionar tus problemas. - le decía cada vez. _ pero los hará olvidar por unas cuantas horas, además, no dejaré que te la tomes solo, lo haremos juntos.

Y él aceptaba, porque tenía razón y no es que la bebida lo hiciera olvidar, era el tiempo que pasaba con su amigo, solo ellos dos, sin trabajo de por medio, sacando todo lo que tuviera dentro, mientras él lo escuchaba o simplemente hablando, charlando como los amigos que eran, y de verdad que eso lo ayudaba, el problema era que en esta ocasión Santiago no estaba, y no dudaba que fuera capaz de dejar lo que tuviera en la sierra, en el lugar de nacimiento de su esposa, y se dejara venir para estar una vez más con él, pero no lo haría, porque lo que ahora mismo estaba haciendo allá era muy importante para él y para ella, así que no se lo diría, hasta que estuvieran de regreso.

****
Las horas pasaban con lentitud, Julia escuchaba como Bruno se removía en su cama, no podía conciliar el sueño, sabiendo que él tampoco descansaba.

Miró el reloj, daban las tres de la madrugada, se dio cuenta cuando Bruno se puso de pie y salió a la terraza. Ella lo imitó.

_ ¿No puedes dormir? - se acercó guardando su distancia.

_ La verdad no. - dijo sin mostrar sorpresa de que ella estuviese a su lado.

_ Quizás quieras hablar. - se acercó, aunque no demasiado.

_ ¿De verdad quieres escuchar? - la miró incrédulo. - ella debería de estar durmiendo y no escuchando historias tristes y sin sentido.

_ ¿Por qué no? - contestó sin inmutarse, él la había salvado de su vida de miseria y desesperación, lo menos que podía hacer por él, era apoyarlo en estos momentos, aunque no entendía con exactitud, qué era lo que pasaba realmente. _ soy buena escuchando. - dijo para animarlo.

_ No hay mucho que decir. - la invito a sentarse en uno de los cómodos sillones que se hallaban en la pequeña terraza. _ solo que mis hijos me odian.

_ No creo que todos, al menos tu hija parece no hacerlo, al contrario, creo que si por ella fuera estaría cerca de ti.

_ Da lo mismo si me odia o no, si quiere acercarse a mi o no, el caso es que no la dejan y por ello no lo hará y yo no soy capaz de imponerme, porque hice una promesa.

_ ¿A tu esposa?

El solo asintió, se había sentado al igual que ella, pero mantenía la cabeza gacha, tomándola entre sus manos.

_ Puedes contarme. - lo miró a los ojos, cuando levantó la vista. _ te escucho.

_ Mi vida no ha sido fácil. - empezó por fin. _ me casé joven y muy enamorado, nuestra vida no era ostentosa, pero vivíamos felices, tuvimos cuatro hijos, la más pequeña, una niña, antes de que ella cumpliera los tres años, las cosas se pusieron feas en la región y como algunos más, fui reclutado a la fuerza por un grupo criminal, estuve ocho años sirviéndoles, fueron tiempos terribles. No soy un santo y sí, hice muchas cosas de las que me arrepiento, y siempre me arrepentiré. ¿Y si me preguntas?, sí, tuve la opción de decir que no, o negarme, y como dicen mis hijos, al final de cuentas la decisión siempre fue mía, lo que ellos no saben, es que tuve que hacer muchas de esas cosas para que mi familia no fuera tocada, para que ellos siguieran con vida y sobre todo me permitieran mantenerlos lejos del ambiente en el cual yo me desenvolvía.

_ Debe de haber sido muy difícil. - posó su mano sobre la de él, que reposaba sobre su pierna.

_ No tienes idea cuánto. - la miró desolado. _ luché tanto porque ellos no se vieran involucrados y vivieran una vida lo más normal y sana posible y al final, todo fue un desastre, mi esposa murió y mis hijos me odian. Fernando mi hijo mayor y Braulio el que le sigue no me han dirigido la palabra en años, me culpan por la muerte de su madre y de su hermano mayor, él murió hace tanto, a manos del crimen organizado, y ella nunca lo superó, en esa época yo trabajaba para Aureliano Montero, el hombre que ordenó la muerte de mi hijo, fueron días terribles. Porque yo amaba a mi familia, éramos muy unidos, nunca aprobaron el que yo fuera integrante de un grupo criminal, lo que nunca supieron, es que no estaba ahí por voluntad propia, de no haber sido obligado jamás hubiese pasado por mi cabeza el hacerlo. Pero no podía escoger, como no pude escoger lo que sucedió ese maldito día, cuando mi jefe decidió que mi hijo mayor era buen candidato para unirse a sus filas, él era un buen chico y era el único, aparte de su madre, que sabía la razón de porqué yo era lo que era, y fue muy claro cuando me lo dijo.

_ Papá. - lo había mirado a los ojos. _ sé que tú no tuviste opción, y sé que, si algún grupo me quisiera reclutar, yo preferiría morir, esa vida no es para mí, no lo soportaría, no podría hacerle daño a nadie.

_ No lo harás hijo. - había tomado él su mano. _ no lo permitiré.

_ Yo sé que me defenderás. - había insistido. _ pero estoy consciente de que uno no siempre puede hacer lo que quiere, por eso te digo, piensa primero en los demás miembros de la familia, yo prefiero morir antes que unirme a alguno de ellos y estoy bien con eso. No te expongas, ni expongas a los demás a quedarse sin ti, porque no sobrevivirían solos, no los expongas a quedar a la deriva y a merced de cualquier criminal. - esas habían sido sus palabras.

_ Al final de cuentas nada de lo que hice funcionó, y el día llegó. - dijo con amargura, volviendo de sus recuerdos. _ vinieron por él. - un nudo en su garganta no lo dejó continuar, y ella no pudo hacer nada, más que callar y esperar a que se recompusiera.

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Where stories live. Discover now