CAPÍTULO 25 NIDO DE MALEANTES

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Rosendo Granados despertó sobresaltado, le pareció que algo había movido su cama, se incorporó y miró a su esposa, ella permanecía profundamente dormida, no respondía a su llamado, optó por dejarla, era muy temprano, afuera todavía estaba oscuro, aun así, se incorporó y se asomó a la ventana, todo parecía estar en orden, a lo lejos escuchó las voces de sus hombres, los que vigilaban los alrededores y la gente a su servicio que empezaba a levantarse.

Iba a volver a la cama, cuando lo descubrió.

_ Ni lo intentes. - escuchó la voz profunda de aquél hombre, cuando quiso tomar su arma que descansaba al lado de su cama. _ No tengo intenciones de hacerte daño, a menos, claro, de que te pongas intransigente.

_ ¿Quién eres y que quieres? - interrogó, estaba asustado, no lo podía negar, no entendía como ese hombre había logrado colarse hasta su recamara, su cerco de seguridad seguía afuera, y él no era de los que tenía un sueño pesado, en el ambiente en el que se movía eso era imposible.

_ Quizás no me conozcas, mi nombre es Santiago Morán, y tengo un asunto muy importante que tratar contigo, por eso estoy aquí, y no puede esperar.

Jamás en su vida sintió el terror que en esos momentos estaba sintiendo, el que ese hombre estuviera ahí, frente a él, además en su recamara, donde dormía su esposa, le decía que estaba en problemas, grandes problemas. No podía creerlo, Santiago Moran era la única persona con la que no quería encontrarse, conocía a muchos líderes criminales, algunos eran sus aliados, otros sus enemigos, pero de entre todos, precisamente era él, con quien no quería tener nada que ver.

_ Déjame vestirme. - pidió. Estaba en ropa interior.

_ No es necesario. - dijo él. _ lo que vengo a decirte es rápido, así que pon atención y escucha muy bien, porque no aceptaré equivocaciones. Tú y solo tú, serás responsable de lo que suceda.

*****
Era media mañana, Bruno sintió la tensión en su cuerpo, se acercaba al lugar, lo supo porque, aunque pretendían estar escondidos, pudo distinguir a varios hombres por los alrededores, sabía que ya lo acechaban, por supuesto no lo dejarían llegar en la camioneta, antes lo interceptarían, lo bajarían de ella y lo registrarían y si bien le iba, lo dejarían seguir, dirigido y escoltado por ellos mismos, o en su defecto, lo subirían a una de sus camionetas y lo llevarían ante su jefe. Conocía de sobra el procedimiento.

Todo sucedió cual se lo imaginó, lo que no esperaba era ver la escena que encontró al ser conducido al interior de aquella enorme bodega. A Fernando, lo tenían de pie, junto a un grupo de hombres amenazantes, sus ropas estaban sucias ensangrentada y rotas de varias partes, sus manos y pies estaban atados, su rostro pálido y demacrado, con visibles huellas de violencia, más allá, junto a la pared, yacía Braulio, permanecía tirado en el piso, también atado de pies y manos, con los ojos vendados, no se movía y el corazón se le paralizó, no podía haber llegado tarde, no se lo perdonaría. Su cuerpo reflejaba la violencia con la que había sido tratado. Tuvo que respirar profundo y calmarse, de nada le serviría en estos momentos exaltarse, no podía, miró con más detenimiento y notó que estaba respirando, entonces su alma volvió al cuerpo, no era su intención, pero los recuerdos de aquél día en el que Felipe murió acudieron a su mente, esto se le parecía tanto, con la diferencia de que, ahora no era su culpa, o quizás sí, quizás si hubiera permanecido al lado de sus hijos, Fernando hubiera tomado otro rumbo y esto no estaría sucediendo, o quizás el obligarlos a aceptar su presencia los hubiese llevado a situaciones peores, no lo sabía, lo que sabía era que aún tenían otra oportunidad, tenía que aprovecharla y sacar a su familia de esto. No le sorprendió lo demás que vio ahí, lo había visto tantas veces y en tantas situaciones diferentes, que, aunque le seguía provocando la misma sensación de repulsión, de tristeza, asco y desesperación, ya no lo tomaba por sorpresa. Lo que sí lo desubicó de nuevo, fue ver a Aquél par de hombres sosteniendo a una mujer, estaban en un rincón mal iluminado, el venía de fuera y no alcanzaba a ver de quien se trataba, pero cuando su vista se acostumbró, lo hizo, su corazón se estremeció. Era Julia, sus miradas se encontraron, no había reproche en aquellos hermosos ojos, por el contrario, parecían estarle diciendo que confiaban en él.

Maldijo esta situación, de todos los presentes, quizás cada uno tenía su parte de culpa, unos por una cosa y otros por otra, quizás solo por el simple hecho de ser su familia, ¿pero ella?, ella era ajena a todo eso, sin embargo, estaba ahí y no le había ido bien, los golpes en su hermoso rostro daban fe de ello.

La rabia lo invadió una vez más, pero no podía actuar en estos momentos, aún no, así que se contuvo, sabía que no sería fácil, incluso quizás a él mismo le fuera mal, pero estaba preparado para ello, sabía a lo que iba y lo que podía pasar y no lo lamentaba, sus hijos, y ahora Julia, lo valían, por ellos es que estaba ahí.

Hubiese deseado arremeter contra ese montón de jóvenes inexpertos jugando a ser adultos, sí, porque la mayoría de los que se hallaban dentro, eran jóvenes, suponía que eran los amigos de Iván, y los de más edad, deberían de ser empleados de su padre, que, por supuesto también estaban a su servicio, pero no lo hacía, porque aún no sabía nada de Lily y su tía Rosa, y hasta no estar seguro de donde se localizaban, no podía actuar con libertad, aunque en esos momentos ya intuía su paradero y ya había dado instrucciones a su gente al respecto.

_ Así que tú eres el padre de este idiota. - lo recibió Iván burlón. _ según sus propias palabras, tú no eres nadie para él. - intentó ponerlo en su contra.

_ Para mí, mis hijos lo son todo. - se aseguró de que lo escucharan, si alguno de ellos, o él morían en el intento, al menos sabrían que de verdad los quería.

_ ¿Eso quiere decir que estás dispuesto a pagar? - lo miró con una sonrisa de triunfo.

_ Eso quiere decir que haré cualquier cosa por mis hijos. - volvió a hablar fuerte para que ambos lo escucharan.

_ ¿Seguro que harías cualquier cosa? - se acercó amenazante, la sonrisa se le había borrado de la cara, después de que uno de sus hombres se acercara a él, y le susurrara algo al oído. _ me dicen que ya revisaron tu camioneta y no traes el dinero. - habló con disgusto. Te advierto que conmigo no se juega. - amenazó. _ revísenlo de nuevo. - ordenó

Todos sabían que era inútil, ya lo habían revisado desde antes de su llegada a ese lugar, pero no podían desobedecer.

_ No trae nada jefe. - dijo uno de sus hombres, después de volver a revisarlo.

_ ¿Quieres jugar?, pues lo haremos. - dijo furioso. Luego dio la orden a su gente.

De inmediato ya estaba siendo sujetado por varios hombres, mientras que otros arremetían contra él.

El resistió, por el momento no podía hacer otra cosa, no sería ni la primera, ni la última vez que fuera objeto de una golpiza, sabía cómo resistir y lo estaba haciendo. Entre el caos escuchó los gritos desesperados de Fernando pidiendo que lo dejaran y el llanto de Julia, pidiendo también, que no lo golpearan más. Se sintió mal por ella, sin duda esa escena debía de ser terrible para ella, aunque se veía peor de lo que en realidad era, al menos para él, que sabía cómo resistir, y como fingir que él daño era mayor de lo que parecía.

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Where stories live. Discover now