Capítulo 14

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Lydia las llevó a la casa de Giles. Era un piso pequeño, a unos diez minutos del bar donde tanto él como Bianca trabajaban y, de alguna manera, era exactamente como Bianca se lo hubiera imaginado.

—Supongo que te quedarás aquí mientras estés en la ciudad, ¿no?

—Sí —asintió Lydia, lanzando las llaves encima de una mesa en el recibidor—. Aunque, con esta caja de zapatos que llama casa, él se ha visto obligado a dormir en el sofá —se encogió de hombros—. ¿Quieres beber algo?

Bianca miró alrededor. La casa no era demasiado grande, eso era verdad, pero supuso que estaba bien para una sola persona. Claro, cuando aparecía otra, las cosas podían complicarse.

Negó con la cabeza y fue a sentarse a un sofá que había frente a una pequeña tele que era bastante antigua.

—Nunca había estado aquí —informó, sin saber muy bien por qué.

—¿Y eso? —Lydia se sentó a su lado y la miró ladeando la cabeza— Supuse que estábais en ese momento de amistad en que la casa del otro es como la tuya propia —bromeó.

—Pues... supongo que no —soltó una risa trémula—. Aunque él tampoco ha estado en mi casa, ahora que lo pienso —miró al suelo y frunció el ceño antes de volver a levantar la mirada—. ¿Estás segura de que no le importa que esté yo aquí?

Lydia alzó las cejas.

—Sois bastante reservados con vuestras vidas privadas, ¿no?

Bianca parpadeó, pensando en ello.

—Uh... Ahora que lo dices, sí.

La otra puso los ojos en blanco.

—Vaya par. Aunque claro, tampoco le culpo. Su vida no es algo de lo que quiera ir presumiendo, supongo. Pero yo creo que eres de fiar, ¿sabes?

Bianca notó en ese momento que Lydia estaba todavía un poco borracha. No era que se le notara en el habla, ni nada de eso. Pero algo le dijo que no estaría contándole todo eso si no tuviera todavía algo de alcohol en las venas.

Una parte de ella quería decirle exactamente eso, irse a casa antes de que ella le contara algo que no debía. Pero otra parte tenía mucha curiosidad.

—Apenas me conoces, Lydia. ¿Cómo sabes que soy de fiar?

Lydia se encogió de hombros.

—Algo me lo dice. En fin, el caso es que me parece muy raro que no te lo haya contado. Se nota que te quiere mucho —asintió ligeramente. Luego vio la expresión asustada de Bianca—. ¡Oh, no! No esa clase de querer. Eso creo, al menos —frunció el ceño—. Más le vale.

Bianca parpadeó.

—¿Más le vale? —no sabía si estar un poco ofendida por no ser suficiente para la hermana de Giles.

—Sí, porque sería una idiotez. Está claro que estás colada por Abel —Lydia ladeó la cabeza en esa manera tan adorable que tenía.

Bianca se puso completamente colorada.

—¿Qué? —rió un poco histéricamente— Yo no estoy colada por ese —resopló—. Por favor. Es un casanova de tres al cuarto, un divo, un "aquí te pillo, aquí te mato". Habría que ser masoca para estar colada por él.

Lydia sonrió.

—Pues se nota a la legua, querida. Solo hay que veros juntos —hizo una especie de explosión con las manos—. Chispas —susurró la palabra.

Bianca gimió y se echó hacia delante, tapándose la cara con las manos.

—¿Cómo demonios he terminado en esta situación? —se lamentó.

EvitaciónWhere stories live. Discover now