Capítulo 34

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Bianca miró el hueco en blanco que había frente a ella, mientras se mordía el labio hasta casi el punto de sangrado. Tenía el ceño fruncido, y parecía estar tratando de hacer que las hojas ardieran con tan solo su mirada.

No funcionó.

Miró el reloj que había al frente de la clase, en la pared, justo encima del profesor que parecía muy interesado en lo que sea que estaba viendo en su portátil desproporcionadamente grande. Tan solo le quedaban cinco minutos de las tres horas de examen. No le daba tiempo.

Tratando de mantener la calma, se dedicó a mirar el resto del examen, repasando lo más rápido que pudo las cuentas y los procesos, tratando de encontrar algún fallo. Y menos mal, porque en por lo menos tres ejercicios había puesto el signo equivocado en el resultado.

Antes de lo que esperaba, el profesor estaba frente a su mesa con la palma de la mano hacia arriba, esperando que le entregara todos los folios. Bianca los ordenó, asegurándose de que tenía su nombre puesto, y se los entregó, mirando sus ojos impasibles con un atisbo de miedo.

Con un suspiro se levantó y guardó su calculadora y su estuche en la mochila, antes de colgársela al hombro y salir con la cabeza gacha de la clase.

―¡Hey! ¿Bianca?

Bianca se dio la vuelta sobresaltada al escuchar la voz que la llamaba. Un par de pasos por detrás de sí misma había un chico que parecía de su edad, con gafas de montura metálica que escondían unos ojos grises que parecían tan cansados como ella supuso que estarían los suyos.

―Hola. Sí, y tú eres... Hmmm... ―BIanca trató de recordar su nombre, sabiendo que iba a su misma clase e intuyendo que acababa de salir del mismo examen que ella. Pero su mente estaba demasiado cansada como para hacer la conexión, y le miró con una sonrisa de disculpa.

A lo que él respondió con una risa sincera que la tranquilizó.

―Samuel ―le tendió la mano, y ella se la estrechó.

Ahora que lo pensaba, en lo que llevaba de curso, creía que era prácticamente la primera vez que alguien de esa clase la llamaba para hablar específicamente con ella. No era que fuera una asocial, simplemente todo el mundo iba demasiado cansado, estresado y en su mundo como para preocuparse de hablarle a todo el mundo de todas sus clases.

A veces hablaba con sus compañeros que se sentaban a su lado, las típicas conversaciones de clase: "¿Qué pone ahí?", "Dios mío, ¿por qué me he metido a esto?", "Ojalá tuviera una almohada ahora". Conversaciones amistosas pero que no llegaban a ser de amistad, y de hecho no sabía el nombre de varios de ellos.

Sin embargo, se sentía bien que alguien le hablara.

―Encantada. Lo siento, soy muy mala con los nombres ―no pudo evitar disculparse.

Él volvió a sonreír, y ambos echaron a andar con lentitud por los pasillos vacíos.

―No te preocupes. A mí también me cuestan un poco ―pero Bianca sabía que lo decía para hacerla sentir mejor consigo misma, porque se había acordado de su nombre―. Bueno, ¿qué tal el examen? ¿Soy el único al que se le han fundido todas las neuronas?

Ahora fue el turno de Bianca de reír.

―Qué va. Ha llegado un momento en el que creí que iba a dejar de ser capaz de respirar o algo. Odio los exámenes tan largos. Llega un momento en el que colapso.

―Pero siempre apruebas.

Bianca bufó.

―No me queda otra. Estoy aquí por una beca, no me la puedo jugar.

EvitaciónWhere stories live. Discover now