Capítulo 16

166 14 6
                                    

Bianca se miró en el espejo y frunció el ceño. Tenía un moratón en el pómulo del golpe que le había dado el tipo del callejón, y un pequeño corte en la comisura de los labios. Luego suspiró y se encogió de hombros. Podría ser peor.

Lo que no se cubriría era el moratón que le estaba empezando a salir en el brazo. Y ya podía ver que le iba a cubrir una buena parte de él. Se echó la bronca a sí misma. Vaya manera más tonta de hacerse daño, cayendo mal.

―Ey, ¿qué tal vas?

Ione apareció por la puerta frotándose un ojo cansado, con el pelo rojizo alborotado y una camiseta de tirantes como pijama. Bianca arqueó una ceja pero no dijo nada al respecto, ya que tampoco es que ella llevara mucha más ropa. Lo único que las diferenciaba era que la camiseta que Bianca llevaba le llegaba hasta algo menos de la mitad del muslo. Era gris y en ella ponía "lo único a lo que debes temer es al mismo miedo... y a las arañas". .

―Bastante bien. Ahora solo estoy pensando cómo cubrir las marcas que me dejó ayer.

Eso pareció terminar de despertar a su amiga, que se acercó con los ojos bien abiertos y le tomó la barbilla para inspeccionarla.

―Te dio un buen golpe, ¿eh?

Bianca se encogió de hombros.

―No fue para tanto. Soy de piel sensible.

Ione la miró con las cejas enarcadas, obviamente no creyendo ni una palabra.

―Ya... Bueno ―volvió a mirarle la cara―, no creo que tengas muchos problemas para cubrir esto con un poco de maquillaje.

―Mejor. No me apetece ir por la calle con la marca de una mano en la cara. No es lo que uno llamaría discreto―dijo con una mueca.

Ione soltó una pequeña carcajada.

―Es gracioso que tú hayas terminado así y Abel no se haya llevado ningún golpe. Al menos ayer no tenía ninguna marca visible cuando nos despedimos. Salvo los nudillos, que los tiene destrozados.

Bianca apretó la mandíbula cuando un impulso ir a asegurarse de que estaba bien trató de apoderarse de ella. Luego se recordó lo que él le había dicho, y eso hizo su decisión más fácil.

―Se lo merece, por imbécil ―dijo, con voz gélida, cogiendo una gran pinza de pelo.

Para su completa indignación, Ione suspiró con frustración.

―El hombre estaba borracho, Bianca. Hizo y dijo cosas que no debería, no se lo tengas en cuenta.

Eso la hizo darse la vuelta y ponerse las manos en las caderas.

―Si no fuera por él ahora no estaría hecha un cristo, te lo recuerdo.

La otra frunció los labios.

―Ya lo sé. Y él también lo sabe. Parecía bastante molesto anoche.

Bianca resopló.

―No me digas.

―Te hablo en serio. Tenía una expresión de culpa cada vez que te miraba bastante real. Tú no lo viste porque te negaste a siquiera mirarle, pero yo sí me fijé.

―Entonces, ¿qué? ¿Le estás defendiendo?

Ione la miró con el ceño fruncido.

―No. Te estoy diciendo que ya le dijiste las cosas ayer, y él ya sabe que la cagó. No tienes por qué ser tan dura con él. Después de todo, tienes que seguir el plan que Lydia y yo hemos hecho ―meneó las cejas.

Bianca bajó la mirada y rodeó a su amiga para salir del baño.

―No.

Ione la siguió.

EvitaciónWhere stories live. Discover now