Prólogo

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Bianca no podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Tenía ganas de reír y de llorar y de gritar, porque después de llevar los dos años de bachillerato luchando por ello, al fin había conseguido la beca que le permitiría ir a estudiar a la UCLA. La Universidad en Los Ángeles, California, Estados Unidos.

Oh, sí, Estados Unidos. Llevaba toooodos esos últimos seis años tratando de ir, aunque fuera solamente a un viaje de una semana, pero nunca lo había conseguido.

Y ahora, por fin, no solo iba a ir una semana, sino que iba a cursar allí la carrera completa que ella eligiera.

Estaba pletórica. De un salto se levantó de la silla y empezó a bailar al ritmo de Aerosmith en su habitación, dando movimientos erráticos y sin una pizca de ritmo, pero a ella no le importaba en ese momento. Lo único que importaba es que lo había conseguido.

Emocionada, salió de la habitación y corrió en busca del teléfono, que por alguna razón se había dejado encima del tocadiscos del salón, y buscó por su agenda el contacto que buscaba.

Con dedos temblorosos escuchó los cuatro tonos que sonaron antes de que la persona del otro lado descolgara con un chillido emocionado.

-¡Bianca! –gritó la chica con una voz chillona, aguda y feliz.

-¡Ione! –contestó Bianca en el mismo tono.

-¡Lo hemos conseguido! –gritaron ambas a la vez, como si lo hubieran coreografiado.

Lo cierto es que probablemente hubieran imaginado cientos, miles de veces este momento, pero siempre parecía un sueño inalcanzable, una utopía con la que solo podían soñar.

Pero Bianca supuso que los sueños de vez en cuando se hacían realidad.

-No me lo puedo creer –contestó su amiga desde el otro lado.

-¡Ni yo! Vamos a ir a Estados Unidos... ¡Prácticamente por la cara!

Su amiga bufó.

-Por la cara mis narices. Yo me he dejado la piel en conseguir la nota para esto.

Bianca rió.

-Cierto, cierto –le dio la razón. De repente, un pitido empezó a sonar en el teléfono-. Espera un segundo Ione, ahora te llamo que alguien me está llamando. Supongo que serán mis padres.

-¿No han vuelto aún?

-Nop. Supongo que les habrá llegado el mensaje del instituto diciéndoles esto y querrán asegurarse de que no he quemado toda la casa en un arrebato de alegría –se rió.

-Está bien, hasta ahora –se despidió su amiga.

Sonriendo de oreja a oreja, Bianca colgó y esperó a que volvieran a llamar. Justo como imaginaba, apenas un par de segundo después, el teléfono volvió a sonar. En la pantalla apareció un nombre en negrita: AAMamá.

-¿Sí? –contestó, preparada para contar a su familia lo que acababa de pasar.

-Buenos días –sonó una voz masculina-. ¿Es usted Bianca Fiol?

Bianca frunció el ceño y se apartó el móvil del oído para comprobar que de hecho, sí, ese era el número de su madre.

-Sí. ¿Y usted es...?

-Soy el Agente Rodrigo Espinosa. Lamento comunicarle que...

Y mientras el Agente continuaba hablando, la carta de aceptación cayó al suelo sin hacer un solo ruido, al igual que el alma de Bianca.

De vez en cuando los sueños se hacen realidad. Pero a veces también se convierten en pesadillas.

EvitaciónWhere stories live. Discover now