Capítulo 17

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No estaba muy claro cuál de los dos se había sorprendido más por su acción repentina, pero cuando Bianca recobró de nuevo el control sobre sus sentidos, se apartó de golpe de Abel con los ojos muy abiertos, el corazón desbocado y el sabor de él aún en sus labios.

El beso no había sido tan apasionado como el primero, de hecho apenas había durado un par de segundos, no había sido mucho más que un roce de labios.

Y, sin embargo, Bianca sintió esos segundos hasta el fondo de su alma.

―Yo... Lo siento ―musitó rápidamente, mirando a todas partes menos a los ojos de Abel.

Empezó a darse la vuelta, viendo como única opción viable la de huir de allí lo más rápido posible y tratar de olvidar lo que acababa de pasar, pero antes de dar siquiera un paso en dirección a la puerta, Abel la paró agarrándola del brazo.

―Ah, no ―dijo él, con voz grave y rasposa. Un escalofrío la sacudió―, esto no funciona así, dulce.

Bianca parpadeó y se giró despacio, con cautela, para mirarle confusa e incluso un poco asustada por la implicación de esa frase.

―¿Q―qué quieres decir? ―oh, genial, y encima empezaba con el tartamudeo.

Abel sonrió entonces lenta y maliciosamente, y ella tragó con dificultad, sin poder evitar recordar que hacía tan solo unos segundos ella había besado esos labios.

―Eso quiere decir que me acabas de robar un beso. Y, por lo tanto, yo tengo derecho a recuperarlo ―constató.

Y ella estaba tan perdida en sus pensamientos que le costó un par de segundos descifrar el significado de esa frase.

Luego consiguió finalmente procesar y parpadeó un par de veces antes de fruncir el ceño.

―Eso no tiene ningún sentido.

Abel arqueó las cejas. Estaba serio, pero Bianca podía ver un brillo de diversión en sus ojos.

El muy capullo estaba disfrutando de su humillación.

―Claro que lo tiene. Ahora, ¿prefieres que lo canjee ya o esperar un tiempo? Ya sabes, para crear expectación ―meneó las cejas y sonrió de lado.

Bianca abrió mucho los ojos, dándose cuenta del verdadero marrón en que se había metido ella solita, y trató de pensar rápido, pero sus neuronas parecían estar algo dormidas en ese momento.

Y no era que no le gustara besarle. De hecho, aunque ella no era ninguna experta y ni siquiera tenía nada con lo que compararlo, estaba bastante segura de que, si había algo que Abel Hunt supiera hacer bien, eso era besar.

Pero, y era un gran pero, sabía que cuanto más le besara, más unida se sentiría a él. Y, al contrario de lo que su corazón parecía pensar últimamente, unirse más a él era lo último que ella quería.

―¿Pero tú no estabas enfadado conmigo? ―eso fue lo mejor que se le ocurrió para tratar de desviar el tema.

Abel pareció ver su nerviosismo y que estaba a punto de salir corriendo de allí, porque en vez de ofenderse o tomárselo mal, la miró como si fuese la cosa más divertida que había visto.

―Supongo que tenías razón.

Ella parpadeó una vez, confusa.

―¿Sobre qué?

Entonces él sonrió y se acarició un colmillo con la lengua.

―Pensar en sexo sorprendentemente funciona para hacer que se me pase el enfado.

EvitaciónWhere stories live. Discover now