Capítulo 22

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Día cuatro después de Abel.

El trabajo era bueno, era un lugar seguro. Bianca solo tenía que concentrarse en él. En el bar, estaba tan ocupada yendo de un lado a otro que apenas tenía tiempo para pensar en otra cosa. En la tienda, tan solo tenía que forzarse en no desviar su foco de atención en colocar, vender, recomendar.

Era una putada cada vez que algún cliente iba a la tienda a buscar un disco de Loud Coma, pero ella se mantenía estable por pura cabezonería.

Al menos delante de los clientes.

Se había pasado el día del incidente y el siguiente enteros llorando, y sintiéndose como la estúpida que era por confiar así en Abel.

¿En qué momento le había parecido buena idea lo que había hecho con él, después de haber preservado en su cabeza ese momento para alguien realmente especial?

La respuesta era fácil: ella le había creído alguien realmente especial.

Y se había equivocado. Vaya si se había equivocado.

Lo único que había conseguido era avergonzarse a sí misma, darle a Ione ganas de matar, y romperse el corazón en el proceso. Los pedazos aún seguían allí, en aquella cama del piso frente al suyo, y no pensaba ir a recogerlos.

De hecho, se había puesto una única norma: evitar a Abel. Sí, sabía que eso era un poco cobarde e infantil, pero también sabía que si no lo hacía no sería capaz de superarlo nunca.

Si fuera una persona normal, ni siquiera habría algo que superar: aquello habría sido una noche... bueno, una mañana divertida con un amigo especial, para satisfacer algunos deseos y terminar con algunas tensiones, y después cada uno por su lado tan felices.

Pero esa no era su situación. Ni ella sería capaz de hacer eso, ni esa había sido tampoco la intención de Abel. No, la intención había sido la de destrozarla, y no había fallado en el tiro.

Sin embargo, ella había pasado por cosas mucho peores que eso, y sabía que podría superarlo. Con el tiempo. Quizá con la distancia también, pero esperaba que no requiriera llegar a esos extremos, porque se había encariñado con el lugar y no quería tener que acortar su estancia allí.

―Hola, tú ―se giró sobresaltada por la voz repentina a su espalda.

―Giles ―dijo su nombre en un jadeo asustado―. ¿Es que quieres matarme del susto?

―Normalmente sí, pero creo que ahora mismo eso te gustaría, y así no tiene gracia.

Bianca gruñó.

―Supongo que ya has hablado con Ione.

―Más como que ella ha hablado conmigo, pero sí...

―Antes de que sigas ―le interrumpió, sabiendo lo que venía después―. Tengo un par de reglas que pueden parecer extrañas, y desde luego son poco maduras, pero que necesito que sigas hasta nuevo aviso. Primero, nada de "¿Qué tal?" con tono de nostalgia. Segundo, no se habla de lo que ha pasado. Tercero, nada de miradas de pena cuando crees que no estoy mirando ni de tratarme como si fuera una muñeca rota. Y cuarto, no se habla de él. En general.

Era obvio que Giles estaba tratando de no reírse.

―Perdona, ¿de quién?

Bianca le golpeó en el brazo.

―Eres un capullo.

La sonrisa de él apenas duró un segundo más, cambiándose por una mirada de escepticismo.

EvitaciónWhere stories live. Discover now