Capítulo 18

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 Bianca no paraba de mirar el móvil mientras esperaba a que la pizza que se había preparado terminara de hacerse, el molesto ruido del microondas resonando en sus oídos.

Giles le había dicho que la llamaría ese fin de semana para ayudarla con esa falta de dinero que tenía para irse a España por navidad. Pero ya era domingo y aún no había recibido noticias de él.

Suspiró pesadamente. Quizás no había surgido lo que él pensaba. Nadie en su sano juicio querría ofrecerle un puesto de trabajo con las condiciones que ella requería. Pero por desgracia, ya se había hecho ilusiones.

No culpaba a Giles, por supuesto, que suficiente había hecho con intentarlo, pero aún así le fastidiaba, y no tenía ni idea de dónde sacaría el dinero.

Si esto sigue así, tendré que pedírselo a Ione, pensó con pesadez y desilusión.

Le habría gustado podérselo ganar, y de esa forma se sentía inútil completa y absolutamente, pero ya se lo había prometido a su hermano, así que no podía faltar.

Ione estaba en ese momento con Lewis, probáblemente perdida entre las sábanas del chico. Así que solo podía dedicarse a dar vueltas por la casa mientras se desesperaba y era físicamente incapaz de hacer otra cosa para distraerse.

Ese era otro de sus problemas. A veces podía concentrarse cien por cien en algo, lo cual podía ser muy bueno si esa concentración estaba dedicada a algo que le gustaba. O podría ser horrible si solo podía concentrarse en algo que la carcomía por dentro.

Y este era el segundo caso.

Fue entonces cuando escuchó la voz de sus vecinos subiendo ruidosamente por las escaleras.

¿Y se supone que con ese ruido este es un piso de estudiantes?

Pero ruidosos o no, Bianca sabía que era su única oportunidad de distraerse.

Casi sin pensárselo, estaba caminando hacia la puerta.

Además, odiaba admitirlo, pero una parte de ella rezaba porque Abel estuviera con ellos y así poder hablar con él un rato. Lo cierto era que después del asunto en la casa de Abel, había pensado que la cosa iba a estar tensa entre ellos, pero la siguiente vez que le había visto, junto con el resto de chicos, no había habido nada que la hiciera estar incómoda. Al contrario. Todo parecía tan correcto cuando Abel se había sentado a su lado y se había puesto a hablar con ella, que no había querido que terminara la conversación. Desde entonces, cada vez que se veían, él era capaz de sacarle alguna sonrisa, de una u otra manera, y de despertar sensaciones que nunca antes había sentido. Y que, la verdad, eran algo preocupantes si se ponía a pensar en ellas.

Así que no pensó en ellas, y se dejó llevar.

Abrió la puerta, y casi se dio de bruces con Archer, que subía en ese momento por las escaleras.

―¡Eh, cuidado! ―le dijo él, indignado.

Bianca arqueó una ceja.

―Cuidado tú, que eres el que viene arrasando, machote.

Justo entonces, Gabe se chocó con la espalda del moreno, y dejó salir un sonido de sorpresa ahogado.

―Tío, ¿qué demonios haces? ―arrastraba las palabras.

Y fue entonces cuando ella se dio cuenta de que estaban los dos borrachos. Puso los ojos en blanco.

―Tenéis un serio problema de alcoholismo.

Gabe soltó una risita tonta.

―¿Alcooooo―qué?

Ella volvió a poner los ojos en blanco pero no pudo evitar soltar una risita mientras el demonio de sus sueños aparecía por las escaleras con unas llaves en la mano y una expresión seria, que se suavizó al levantar la mirada y verla.

EvitaciónWhere stories live. Discover now