Capítulo 15

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—¿Estáis seguros de que estará por aquí?

Ione miró con una expresión de disgusto y una mueca a su alrededor, y se frotó los brazos para darse calor.

Lo cierto es que hacía bastante frío. Era casi diciembre, y se notaba. Bianca miró a su alrededor sin hacer caso a la piel de gallina de sus brazos, esperando encontrar algún rastro de Abel, o escuchar su voz desde algún lugar.

Llevaban casi una hora buscando por las zonas más alejadas de la mano de Dios de la ciudad, pasando por los locales más extraños que Bianca había visto en su vida y buscando a Abel, pero todavía no lo habían encontrado. Y ella estaba tan desesperada que podría tirarse del pelo.

Algo en su mente le decía que Abel estaba en problemas, y que era por su culpa. Si ella no hubiera sido tan borde, si no hubiera empezado esa discusión, él no se habría enfadado, ni se hubiera largado en busca de la manera de descargar ese enfado.

—Bueno, muy seguros no estamos, pero es la única idea que se nos ocurre —dijo Killian, encogiéndose de hombros.

Ione se paró en seco y le miró con cara de pocos amigos.

—Son las cuatro y media de la mañana, hace frío, tengo sueño y estamos en la peor parte de la ciudad buscando a un lunático con problemas de control de ira. Esa no es la cosa más tranquilizadora que podrías decirme en este momento, Killian.

Jake se paró en seco entonces, y se pasó una mano por el pelo alborotado.

—Escuchad, chicas, no tenéis por qué hacer esto. Seguiremos buscándole nosotros. No es la primera vez, ni será la última. No os preocupéis —miró a Bianca de manera tranquilizadora y forzó una pequeña sonrisa—, probablemente solo esté por ahí bebiendo y lo peor que pasará es la resaca que tendrá por la mañana.

A pesar de todo, Bianca apretó los labios y negó vehementemente.

—Yo voy. Pero si quieres volverte, Ione... —se mordió el labio y miró a su amiga, de repente indecisa.

No la podía dejar volver sola a casa desde allí, era un camino largo y no demasiado bien iluminado. Pero otra parte de ella no quería dejar de buscar a Abel, y esa parte estaba llevada por un impulso extraño que le decía que el pelirrojo se había metido en algún lío.

Probablemente su amiga vio sus expresiones enfrentadas pasar por su cara, porque suspiró pesadamente.

—Está bien, sigamos buscando. Pero solo en tres locales más. Después de eso, llamo a un taxi y nos volvemos. Las dos, Bianca —avisó, con tono duro.

Bianca miró al suelo, pensando en esa oferta. No quedaba demasiado para que empezara a amanecer, y sabía que si no dormía algo no sería persona. Con otro suspiro pesado por su parte, asintió a la orden de su amiga.

Jake y Killian compartieron una mirada que ella no supo identificar, y asintieron conformes antes de seguir andando por las calles vacías. Un par de minutos después se pararon frente a la puerta de un bar pequeño y que, ya desde fuera, apestaba a sudor y a alcohol barato.

Bianca arrugó la nariz con disgusto y miró alrededor, buscando a Abel. Pero no estaba fuera. Se hundió de hombros mientras traspasaba el umbral del local, y se preguntó momentáneamente si ese sitio siquiera cerraba por las noches. A lo mejor solo estaba abierto por la noche los sábados, razonó mientras miraba a su alrededor, rastreando la cabeza de la gente en busca de una con característico pelo liso rojizo.

Pero no hubo suerte.

Tras una búsqueda rápida en la que los chicos preguntaron algo a un camarero al cual al parecer conocían (Bianca no sabía de qué se sorprendía), salieron del sitio cabizbajos y musitando insultos y palabrotas entre dientes.

EvitaciónWhere stories live. Discover now