Capítulo 23

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Bianca no quitaba la mirada del brillante suelo del aeropuerto por el que sus zapatos parecía que iban a resbalar en cualquier momento. Era una estupidez, pero siempre tenía la sensación de que eso iba a pasar y se iba a caer de culo, en medio de una marea de viajeros impacientes.

Tampoco era que el tumulto de emociones que se agolpaba en su cabeza, la falta de sueño, el jet lag y el cansancio de las horas de vuelo ayudaran mucho a que mantuviera su cabeza alta.

―Eh, ¿ese no es tu hermano? ―preguntó Ione.

Era la primera vez que rompía el silencio desde hacía un buen rato, sabiendo que Bianca necesitaba un tiempo para procesar todos los cambios.

Ella alzó finalmente la cabeza, y se encontró mirando a una marea de gente con carteles con nombres de las personas a las que estaban esperando.

Entre ellos, sin cartel, con los brazos cruzados, el pelo negro alborotado y los ojos oscuros brillando con alegría y diversión, se encontraba su hermano.

Sin pensárselo, olvidando su miedo por los suelos resbaladizos, Bianca salió corriendo, maleta en mano, y abrazó a su hermano como si su vida dependiera de ello.

―Hola, enana. Ya veo que me has echado de menos.

No tenía ni idea.

Ella simplemente se acurrucó aún más en el familiar olor de su hermano, esperando poder tranquilizarse y no hacer el ridículo tan pronto.

―Hola, David ―saludó alegre Ione―. Dado que tu hermana te está acaparando, date por saludado ―se burló.

Él se rió, pero no dijo nada mientras seguía sosteniéndola. ¿Se daría cuenta de lo mucho que le necesitaba, de todo lo que había pasado en su vida, de cómo se estaba desmoronando de nuevo?

Probablemente.

Pero también sabía que lo mejor era dejar que ella pensara las palabras para explicarse antes de empezar a presionarla.

Finalmente, sorbiendo por la nariz y parpadeando para eliminar las lágrimas que, por suerte, no habían llegado a salir, se apartó un poco.

―Menos mal, ya pensé que me ibas a ahogar.

Ella le sacó la lengua, y él rió.

―¿Qué tal? ¿Qué tal el vuelo? ―preguntó, justo antes de quitarle la maleta de las manos y hacer lo mismo con Ione.

―Eh, perdona, hermano machista, pero soy lo suficientemente fuerte como para llevar mi maleta ―se quejó Ione, cruzándose de brazos y alzando una ceja en falsa indignación.

Su hermano puso los ojos en blanco.

―Como quieras ―soltó la maleta, y esta cayó al suelo con un golpe estruendoso, seguido por el jadeo de Ione.

―¡Cómo te atreves!

Él le guiñó un ojo a Bianca, y ella sonrió.

―El vuelo ha ido bien ―respondió ella, al fin, mientras seguían caminando―. Un poco pesado, pero creo que me he quedado dormida un rato, así que... ―se encogió de hombros.

―Gracias por esperarme, amigos ―se unió Ione con amargura.

―Pensé que eras una mujer lo suficientemente fuerte como para alcanzarnos ―David apenas se podía aguantar la risa.

Bianca ni intentó aguantarla.

Su amiga era tan poco tímida como lo había sido cuando la conoció, cualidad que propició la curiosa relación de amistad que tenía con su hermano, a pesar de que se llevaban tantos años de diferencia. Bianca sabía que, de haber sido al contrario, ella estaría callada. No cohibida, pero tampoco tan suelta como lo estaba Ione.

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