Capítulo 26

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Bianca salió del baño con la toalla a su alrededor como única ropa, y se dirigió directamente al salón, donde le esperaban un bol de palomitas ya hechas en el microondas y la serie The Big Bang Theory.

Sí, no había mejor plan que ese tras llegar de un día ajetreado.

Habían pasado casi dos semanas desde que le dijo a Abel que solo quería que fueran amigos, y no le había vuelto a ver desde entonces. Por las noches, tan solo venían los otros cuatro integrantes de Loud Coma, como hacían siempre, y pretendían que no sabían nada de Abel. Muchas veces, ni siquiera le mencionaban, al menos no cuando ella estaba presente.

Ella no era tonta, y sabía que él estaba bien, porque sino ellos hubieran dicho algo. Tan solo la estaba esquivando a toda costa.

Y eso la jodía.

Apretando los dientes para aguantar el quejido que siempre luchaba por escapar de sus labios cuando pensaba en él, encendió la televisión y empezó a comer, sentada con las piernas cruzadas mientras la humedad de la ducha se secaba poco a poco.

Ese día ni siquiera estaban los chicos, ni Ione, porque tenían un concierto y ella les había acompañado. Así que tendría la casa sola durante algunas horas. Al día siguiente, por suerte, era sábado, así que podría quedarse allí haciendo el vago hasta que el cansancio la consumiera.

Lo cual no solía tardar mucho.

Sin embargo, y aunque lo intentó con ahínco, Bianca no consiguió distraerse del todo viendo la serie. Sus pensamientos volvían preocupados una y otra vez al hombre de siempre. Y ya estaba francamente cansada del nudo de nervios que se instalaba en su estómago cada vez que eso pasaba.

Con un gruñido, dejó abandonado el bol de palomitas a su lado y se puso a reflexionar. Últimamente, lo único en lo que pensaba era en qué se traería él entre manos. ¿Se habría olvidado de ella? ¿De verdad era tan cabezón que si no podían estar juntos (o lo que fuera que hubiera querido él) ni siquiera iba a querer verla?

Y, por último, la pregunta que de verdad la atormentaba. ¿Estaría ya ocupado con otra que no hubiera rechazado su oferta? ¿Era por eso por lo que nunca le veía, porque estaba ocupado tirándose a otra, u otras? Lo que más miedo le daba era que ni siquiera era poco probable que fuera eso lo que estuviera pasando.

Bianca suspiró. Sabía que aquello tendría que pasar. Si ella le había rechazado, él no iba a pasarse toda la vida célibe esperando a que cambiara de opinión. Obviamente iba a estar con más chicas, sobretodo sabiendo el gran apetito sexual que él tenía.

Sin embargo, no había esperado tener que dejar de verle por completo. Porque ya no solo echaba de menos sus miradas calientes, sus roces "accidentales", sus indirectas ni, bueno, todo lo que había pasado físico entre ellos. Ahora conocía un lado de él completamente nuevo, un lado que la hacía reír con una facilidad pasmosa, que la hacía sentirse a gusto consigo misma, y que la hacía sentir ―en la que se había metido― segura.

El pensamiento era casi gracioso. ¿Cómo de imbécil podría llegar a ser una persona? No mucho más, obviamente.

Pero había algo en su interior, probablemente inocencia pura y dura, que sabía que a ella no la haría daño. De hecho, había tenido ocasiones en las que había perdido los nervios, y sin embargo las únicas perjudicadas habían terminado siendo las paredes y el mobiliario.

Aunque todo eso no quitaba que sí la hubiera hecho daño psicológico.

―Estoy en la mierda más absoluta... ―susurró, negando con la cabeza y tapándose la cara con las manos.

Echaba de menos a alguien que prefería no hablarla si no podía tirársela. Alguien que la había dejado tirada después de un polvo, que no se había molestado siquiera en ir a saludarla desde hacía exactamente 12 días enteros, a pesar de que vivían literalmente al lado.

EvitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora