Capítulo 5

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Bianca bostezó mientras trataba de aguantar el equilibrio subiendo las escaleras ayudada por la barandilla, con la pesada mochila colgada a un hombro y acordándose del brillante arquitecto que decidió que un ascensor no sería necesario en su edificio.

¿Por qué, oh, cruel destino, tengo que vivir en el sexto piso y no en el primero? ¿Qué te he hecho yo para merecer esto?

Se frotó el ojo cansado con el puño mientras una canción de Megadeth sonaba en los auriculares que estaban sobre sus oídos.

Al fin era viernes y, como se estaba volviendo una costumbre en ella, Bianca solo tenía ganas de dormir y relajarse. Estaba empezando a pensar que no era normal que alguien tuviera tal nivel de estrés, cansancio y falta de tiempo encima.

Después de una cansada y agonizante subida consiguió llegar a su piso y, torpemente, logró sacar las llaves de su bolsillo y abrir la puerta de casa.

Cuando entró, se encontró a Ione tirada en el sofá, con la tele encendida y viendo un nuevo capítulo de la serie Sobrenatural, con un bol de palomitas encima de las piernas.

―Te odio –le dijo, simplemente.

―Hola a ti también, calabaza –contestó la otra alegremente sin siquiera girar la cabeza―. ¿Qué tal te fue el día?

Bianca contestó con un gruñido y fue a su habitación a dejar la mochila y los cascos del móvil. También se quitó la chaqueta fina que llevaba sobre la camiseta de manga corta gris en la que se leía "Si le das un programa a alguien, le frustrarás durante un día. Si le enseñas cómo programar, le frustrarás durante toda su vida."

Se deshizo la trenza y empezó a rehacerla mientras caminaba de vuelta al salón y se sentaba en el sofá al lado de Ione, con las piernas cruzadas debajo de ella al estilo indio.

―Te noto habladora hoy –apuntó Ione.

―No me digas –se burló Bianca.

―Mira el lado positivo... hoy no tienes que trabajar –dijo con alegría.

Sí, se había pedido el día libre la tarde anterior, y su jefe se lo había dado sin ningún problema, sabiendo que últimamente había estado haciendo mucho trabajo de sus compañeras por falta de coordinación y/o de suerte.

Así que ahora tenía toda una tarde de viernes para ella sola, por una vez sin nada en absoluto que hacer y estaba pletórica por ello.

Sacó el teléfono del bolsillo, trazó el patrón de desbloqueo y miró sus mensajes. Tenía un grupo con más de doscientos mensajes nuevos, que ni siquiera leyó; otro con unos treinta que sí leyó porque hablaban de un próximo examen, pero que no le sirvió de nada porque no llegaban a ninguna conclusión relevante, y un mensaje de Giles.

¿Qué tal tu tarde libre?

El mensaje iba seguido por un emoticono de una especie de sonrisa lasciva que la hizo reír entre dientes mientras contestaba.

Tan bien como la tuya de ayer, supongo – contestó rápidamente, sus dedos volando sobre el pequeño teclado táctil.

―Oooh –escuchó a Ione exclamar. Levantó la vista y la vio cotilleando descaradamente su teléfono con una mirada excitada y ansiosa―. No me habías dicho que hablabas con muchachos de buen ver, traidora.

Bianca arqueó una ceja.

―¿Cómo sabes que es de buen ver?

―Lo veo en la foto de perfil.

Bianca parpadeó.

―La foto de perfil es demasiado pequeña como para distinguir nada.

―Llámalo intuición femenina, entonces –bateó el aire con la mano―. Bueno, ¿quién es tu sucio secretito?

EvitaciónWhere stories live. Discover now