Capítulo 33

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Estaba claro que ese no era el día de Bianca.

Tan solo llevaba la mitad de sus exámenes y ya tenía la sensación de que en cualquier momento le iba a explotar una arteria y se iba a quedar en el sitio. Y ya no solo era el tremendo estrés, sino el extremo cansancio físico.

En ese preciso momento, cuando aún le quedaban otras tres largas y extenuantes horas para poder ir a casa a descansar (aunque solo fuera el cuerpo, porque tenía que repasar para su examen del día siguiente), solo deseaba sentarse en una esquina y llorar. ¿Por qué había tenido que meterse en aquel marrón?

Sin embargo, en su cara había una gran y falsa sonrisa mientras recorría las mesas del bar y mantenía a sus clientes tan contentos como podía.

―Ya creí que no te volvería a ver.

Una voz bromista y conocida llamó su atención cuando estaba dejando un vaso de cubata al lado de un chico moreno de unos treinta años que, por muy feliz que estuviera, ya había bebido bastante.

Pero quién era ella para tratar de hacerle entrar en razón.

Se giró hacia la voz que la había hablado y, por primera vez en un buen rato, fue capaz de esbozar una sonrisa y que no fuera completamente falsa, aunque sí escondía el cansancio que sentía por dentro.

―Podría decirte lo mismo, Chris.

El aludido se llevó la mano al corazón.

―Aún te acuerdas de mi nombre ―exclamó con falsa emoción.

Bianca se rió y negó con la cabeza, mientras los acompañantes de Chris se reían de su intercambio. Los tres iban vestidos elegantemente, con pantalones de traje que iban acompañados de chaquetas que habían dejado en las sillas del bar, y camisas de colores pastel que llevaban remangadas hasta la mitad del antebrazo.

Chris era uno de los pocos clientes regulares (a pesar de que llevaba bastantes semanas sin aparecer por allí, que ella supiera) con los que podía estar verdaderamente relajada, a pesar de su tonteo fingido.

Y, en ese momento, mientras caminaba de nuevo entre la marea de gente en busca de su pedido, sintió que el agobio no la ahogaba tantísimo como hacía un momento.

No sabía qué hacía un hombre tan obviamente de negocios por aquel sitio, pero no iba a ser ella la que lo cuestionara a riesgo de perder un cliente. Y tampoco era que tuviera mucha confianza personal con él, pero sus divertidos intercambios, junto con el aire amistoso y relajado que rodeaban al hombre rubio de ojos claros era un respiro de todo el ambiente turbio y embriagado que solía rodear el bar.

De hecho, ni una sola vez le había visto borracho, y era un alivio. No le gustaba en demasía la gente borracha, ya que la mayoría no eran capaces de controlarse y le tocaba hacerlo a ella o mirar el espectáculo con vergüenza ajena.

Se dio cuenta de que, para variar, todas sus compañeras estaban en sus puestos, atendiendo a sus respectivas zonas. Pero, por desgracia, eso no era demasiado alivio, ya que algo había traído a una marabunta de gente al local durante lo que llevaban de hora, y no había sido capaz de tomar un respiro desde hacía demasiado.

Debería tomarme un descanso.

Esa era una buena idea. Avisaría a Tom y a una de las chicas para que la relevaran durante quince minutos, y con suerte podría recuperar algo de resistencia y aguantar lo que le quedara, o al menos hasta que todo ese montón de gente se disipara. Una de sus compañeras, Luz, se había tomado uno de esos descansos hacía tan solo un cuarto de hora o así, y ahora la podía ver correteando de un lado a otro por uno de los extremos del lugar.

EvitaciónWhere stories live. Discover now