"CAPITULO 8"

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Me pasé toda la noche tratando de crear una buena excusa para dejar la escuela en un mes, podía ser cualquier cosa, sin embargo no se me ocurría nada.

Lena había estado conmigo toda la tarde, hasta que mi cansancio e incomodidad por tanta atención, le dieron una señal para que se fuera. Lucinda -su madre- también había estado en casa, pero ella se limitó a estar con Daniel y Janine, solo vino a despedirse y a recordarme que nos veríamos pronto en la escuela. Supuse que nadie más vendría por el momento, según Lena, todos estuvieron visitándome en el hospital, todos los días sin falta, aunque para ser honesta, ni siquiera lo recordaba.

Incluso con el enojo inicial, la visita fue de mucha ayuda, Lena me dio algunos detalles de aquella noche, detalles que ya no servían de nada. Y antes de irse, hizo que le jurara mil veces que volvería a la escuela. Vaya que desconfiaba de mi palabra pero le había dicho que si, lo intentaría y sería una buena oportunidad para darme una perspectiva de cómo sería mi vida de ahora en adelante.

Decidí cambiarme de ropa y asearme un poco para la cena. Tenía que aparentar que me emocionaba la idea de estar de regreso en el mundo y tenía que asegurarme de que le diera todo el crédito a Lena.

Eran casi las siete de la noche y sentía mucha hambre de nuevo. Ahora que ya no tenía que estar en el estúpido equipo de gimnasia, podía comer lo que se me diera la maldita gana. Lena ya no podría decirme nada. Siempre la había odiado por eso, la chica comía como vaca y no subía ni un gramo, en cambio nosotras teníamos muchas limitaciones en cuanto a nuestra alimentación.

Salí de mi habitación y escuché ruidos en la sala. Las gemelas reían sin parar junto con Nina y un agradable olor llegaba hasta las escaleras. Genial, Janine estaba haciendo pasta a la boloñesa.

Bajé con mucho cuidado, pues mi coordinación me fallaba un poco todavía. Me di cuenta el por qué no debí estar encerrada en mi cuarto todo ese tiempo, mi cuerpo se sentía entumecido y dolía como si hubiera hecho ejercicio sin parar. Al verme en las escaleras, las gemelas corrieron hacia mí.

—¡Alex, te levantaste!

Se abalanzaron y caí de sentón en el escalón. Auch. Mi trasero.

—Niñas van a lastimar a su hermana.

Nina las apartó de mí para que pudiera levantarme, en cualquier otro momento hubiera agradecido esa  muestra de afecto y locura hacia mí. Las gemelas se disculparon y volvieron corriendo a la sala, Nina me tomó por la cintura y bajamos juntas las escaleras. Ella siempre era muy cálida, especialmente conmigo. Llegó a trabajar aquí casi al mismo tiempo que fui adoptada por los Raven, era como una abuela más. Se le tenía mucho afecto aquí, pues siempre se preocupaba por la familia.

Me senté en el silloncito y vi el por qué de tantas risas. Las niñas estaban jugando un juego de baile y se movían de manera graciosa tratando de imitar las perfectas coreografías que salían en la pantalla. Ese juego era el favorito de Dëni, siempre nos ganaba y le gustaba humillarnos por ello, fue algo gracioso y placentero darme cuenta de que no me sentí triste, el recuerdo era lindo.

—Toma cariño.

Nina me entregó una taza con chocolate caliente. Di un pequeño sorbo, como siempre, estaba delicioso. Ella nunca me decepcionaba.

—Niñas ¿podrían decirle a su padre que la cena esta lista?

Janine se quedó congelada en la puerta de la cocina. Tal vez no esperaba verme aquí de nuevo, le sonreí y ella reaccionó.

—Linda, que bueno que ya estás levantada. Preparé tu comida favorita.

—Que bien, muero de hambre.

Su sonrisa se hizo más grande todavía al oír mis palabras. Bien, esta funcionando. Si seguía con esa actitud tan noble podría ser capaz de convencerlos de cualquier otra cosa pero debía esforzarme, pues Daniel no sería un hueso duro de roer.

—Traeré la pequeña mesa que te está en tu cuarto...

—No Janine —la detuve—, comeré en la mesa con ustedes.

—Muy bien, muy bien —sonrió—, niñas vayan a lavarse las manos. Es hora de cenar.

Tasha corrió escaleras arriba pero Tabitha se detuvo junto a mí, sus pequeños ojitos cafés me miraban de una forma rara, sin preguntar ni nada, me abrazó, solo así.

—Me alegra que estés bien Alex. Y tranquila, Dëni y tus amigos te cuidarán desde el cielo.

Dicho esto, corrió para alcanzar a Tasha. Al parecer me equivoqué, ella lo entendía, a su manera, pero lo hacía. A esta edad ellas solamente tenían la idea del cielo y el infierno. Para niñas de cinco años esto era lo más apropiado.

—Yo recogeré esto Nina.

Me levanté del sillón y desconecté el juego de vídeo, apagué la televisión y recogí el desastre de los sillones.

Estas niñas se habían divertido mucho. Había palomitas y dulces regados por todos lados.
Janine subió las escaleras, pues nadie había bajado aún. Fui hacia el comedor y la mesa ya estaba puesta. Hacía cuánto tiempo que no veía eso, en parte por el accidente, me había arruinado completamente. Y Lena tenía razón, era yo la que estaba permitiendo esto, así que yo misma debía detenerlo. No me pondría a pensar en cómo se sentirían los chicos si me vieran así, era algo totalmente ridículo. Si ellos en verdad me vieran, estarían vivos. Todo sería diferente, continuaría la metódica vida que llevábamos desde hacía tiempo. Sólo me preocupaba que Daniel y los demás no me vieran como yo quería,  después de todo, ellos estarían conmigo mucho tiempo.

Las risas de las gemelas -¿algún día se callarían?- me sacaron de mis pensamientos. Todos parecían contentos por verme ahí, aunque fuera para comer. Me senté junto a Nina y Tabitha se sentó a mi lado, había algo raro con ella, es decir, si eran apegadas a mí, pero no tanto, a mí no me gustaba jugar con ellas, sólo por ratos. Pero todo era por lo mismo, porque yo estaba recién salida del hospital. Así que no creía que fuera especial.

Janine sirvió la cena y noté que mi plato estaba más lleno que el de los demás. Gracias. Todo transcurrió en completo silencio, uno que otro comentario por parte de Janine, pero nada importante. Alguien debía romper el hielo y ese alguien era yo.

—Volveré a la escuela.

Daniel dejó su tenedor a medio camino y los demás me miraban con sorpresa. ¿Tan raro era?

—Vaya.

¿Vaya? ¿Eso era todo? Vamos Daniel, podías hacer algo mejor.

—Sí, creo que ya es tiempo y las clases están por iniciar, no tendré mucho problema.

—Es cierto cielo, no te afectará mucho, además tu eres muy brillante —Janine con sus elogios. Una orgullosa mamá adoptiva.

—Muy bien, si, es algo bueno —Daniel me sonrió. 

Esa era la actitud que esperaba. Comenzábamos con el pie derecho.

—Hablé con Lena y ella me abrió los ojos —debía darle algo de crédito—, mis amigos y ella siguen ahí, creo que todo saldrá perfecto.

—¿Y aún sigues preguntándote por qué adoro a esa jovencita?

Daniel estaba embrujado por los encantos y finos modales que Lena y su familia tenían y no era para más. Cualquiera que la conociera pensaría lo mismo.

La cena terminó y no quise postre aunque Janine casi se puso de rodillas. Podía comer lo que quisiera pero no era para tanto. Les di las buenas noches a todos y subí a mi habitación. Era tiempo para una ducha, después buscaría mi vieja actitud debajo de la cama. El verano aún no terminaba y tomaría ese tiempo para poner todo en orden.

Todo estará bien. Podía hacerlo. Podía hacerlo, ¿podía hacerlo?

"El Elemento Perdido #1: Fuego" ⚠️Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora