"CAPITULO 34"

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Esta era otra Lena, y era exactamente la que me daba miedo, la que deseé no ver en toda mi maldita vida o lo que quedara de ella. Pasó a lado de los dos hombres y no prestó atención alguna a Cara y a su hermano.

—Vaya, vaya —sonrió—, regresaste justo al lugar de donde partiste.

¿Lugar del que partí?, mi mente comenzó a excavar en lo más profundo de mi cabeza, pero sólo venían a mí recuerdos de noches de fuego y llenas de gritos. Lena miró toda la casa, ella se veía tan fuera de lugar, estaba vestida de negro, ¿no tenía otro color?, se veía muy ruda y delicada a la vez.

—Peter es un idiota incluso para esto —se burló—, supe de inmediato que te mandaría aquí.

—¿Dónde está Peter? —pregunté.

A pesar de que podía ser un hijo de perra, me preocupaba que Lena pudiera haberlo matado incluso, él tenía que estar aquí ya.

—Debe de estar en el palacio, informándole a todos que ya estás aquí, pidiendo que preparen la más calurosa bienvenida para ti, princesa —dio pequeños aplausos y se acercó más a mi.

—¡Chicos! —Henrietta apareció en la puerta y quedó sorprendida al ver la situación—, ¿qué le han hecho a mi hijo?

—Henrietta querida —Lena la saludó como si fuera su mejor amiga—, es un placer verte como siempre, ¿feliz con el regreso de la mocosa?

Cara no se apartaba de su hermano, podía escuchar claramente como éste se quejaba y no era para menos, lo habían masacrado hasta que se hartaron, pero ¿por qué?

—Te haré un favor gigante si se muere —Lena señaló a Roderick—, porque de verdad, me daría vergüenza tenerlo en mi familia.

Henrietta la miró confundida y no dijo nada más.

—¿Por qué haces todo esto Lena? —le preguntó—, tú no eras así, tú eras diferente a tu madre.

Fue como si algo oscuro se hubiera cruzado en los ojos de Lena, caminó lentamente y tomó al chico del cuello de la camisa. Cara se levantó de inmediato pero los hombres que venían con la princesa la detuvieron. Lena puso su brazo alrededor del cuello de Roderick, justo igual que a Anthony, sólo esperaba que no girara su cuello.

—Fuiste muy descuidada Henrietta, todo el maldito lugar esta vigilado desde que ella empezó a dar luces de nuevo y decidiste mandar a este infeliz a dar el aviso a los reyes. No es noticia nueva que una de las cosas que yo más  valoro sea la lealtad, Alexia, es mi mayor tesoro, pero últimamente me he visto muy decepcionada por ello.

—Alteza, por favor —suplicó Cara—, déjenos vivir.

Aferraba la mano de su madre y las lágrimas caían sin control en su rostro.

—Diles cuánto pediste por entregarnos a la princesa —ordenó Lena—, ¡diles!

No sabía ni siquiera si ese chico podía hablar, estaba casi inconsciente, Lena lo apretó más fuerte y éste se quejó.

—Cincuenta... —la voz de Roderick no fue más que un quejido.

—¡Cincuenta monedas de oro! —Lena lo lanzó al suelo—, eso es todo lo que valen para tu hijo, es un miserable interesado que no le importó poner la vida de su propia familia en riesgo, y todo por algo tan vulgar como el dinero.

Henrietta miró desconcertada a su hijo y no se atrevió a decir nada, Cara estaba algo así como en shock y no podía culparla; gracias a ese imbécil me encontraba de nuevo en peligro. Lena no pararía hasta verme muerta.

—Así que empieza a caminar princesita, porque nos queda un largo camino.

Lena me tomó del brazo y traté de zafarme pero su agarre era fuerte. Henrietta la detuvo.

—Matenlas —ordenó la princesa.

Los dos hombres tomaron a Cara y entonces Henrietta cambió su postura, se tiró en el suelo y sujetó los pies de Lena.

—Te lo pido, por favor, acaba con esto, acaba con este conflicto.

Lena soltó sus pies del agarre de la desesperada mujer, pero ni así me dejó ir.

—Es lo que pretendo hacer, Henrietta —me miró fijamente y sonrió—, así que vamos. Ya déjenlas.

Los dos hombres soltaron a Cara y abrieron la puerta. Di una última mirada a las dos mujeres, y éstas sólo asientieron. ¿Qué?

Lena me sacó de la pequeña casa y el sol se había esfumado, el cielo estaba completamente negro, a pesar de que estaba por amanecer. Caminamos por entre los árboles hasta llegar más lejos de la pequeña aldea, al parecer nadie se dio cuenta de lo ocurrido, y aunque lo hubieran hecho, no eran tan valientes como para meterse con Lena y sus soldados.

Los dos hombres ya no estaban detrás de nosotras, tal vez el plan era matarme a solas, sin ningún espectador presente. Llegamos al claro del bosque y en medio de este lugar se encontraba un lago gigante. Lena me soltó y se quedó parada por un momento, quise correr en ese instante pero mis pies no me respondían. Que estupidez.

—No puedo creer que vaya a hacer esto —dijo en voz baja.

—Pues no hagas nada —me atreví a decir.

—No puedo creer que aún dude, que aún dude que tú fuiste la única responsable de mi desgracia.

Claro. Tenía que tratarse de eso.

—Lenn te juro que yo no lo hice, Cedric es un maldito mentiroso.

Algo llamó mi atencion, un brillo. Diablos. Ese cuchillo de nuevo.

—¿Por qué debo creer eso? —preguntó—, después de todo tú eras la única que sabía acerca de ese lugar, Robert te llevaba con él todo el tiempo.

Ese lugar. Ese lugar. El hermoso prado verde, me encantaba jugar ahí y me encantaba que Robert me llevara. Mis sueños me estaban ayudando.

—¿Qué debo hacer para que me creas?

—Déjame ver dentro de tu cabeza —soltó.

Ja, ni loca permitiría semejante locura. Había demasiadas cosas que ella no podía saber.

—Sólo un pequeño vistazo y con eso tendré suficiente, dame la razón que necesito para no matarte.

—¡Lena, no!

Antes de que pudiera evitarlo, tomó mi cabeza entre sus manos y me miró fijamente, traté de zafarme de ella pero no era posible. Comencé a perderme en su mirada y en unos cuantos segundos Lena le dió un repaso total a mi cabeza. Ya no había vuelta atrás. Me soltó y llevó sus manos a su cabeza y comenzó a gritar, era como si un dolor intenso la estuviera absorbiendo. Caí al suelo y esperé a que me matara de una vez.

—¡No es posible! —gritó como loca.

Me señaló con el dedo y comenzó a correr hacia mí. Puso el cuchillo en mi cuello y apretó. Anda, hazlo.

—¡Jamás olvidaste, jamás! —me acusó—, ¡cómo es posible!

—Soy más poderosa que todos ustedes —le grité—, ¿cuándo van a entenderlo?

Se apartó de mí y siguió gritando, estaba desesperada y entonces decidí que era momento de huir.

—¡No dejaré esto asi!

—Y yo no dejaré que me arruines —dije decidida.

Salté al lago y comencé a hundirme más y más y más, si me concentraba lo suficiente podría llegar, podría hacerlo. En pocos segundos, caí en un suelo duro y húmedo, era como mármol, levanté la vista y ante mi se extendió una enorme puerta de cedro.

—¡Ayuda! —grité esperando que alguien oyera—, ¡por favor!

Toqué fuertemente y el eco se hizo presente, fuertes pisadas se escucharon y la gran puerta comenzó a abrirse.

"El Elemento Perdido #1: Fuego" ⚠️Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora