"CAPITULO 9"

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El verano por fin terminó y la rutina empezó de nuevo para mí y para toda la comunidad estudiantil de Ravenville. La mañana comenzó bien. Hacía un calor infernal y no eran ni las ocho.

Me miré en el espejo y no sabía si era correcto ir con un vestido. Mi pierna aún estaba vendada pues además de que se rompiera tuve un inmenso corte y no tenía muchas ganas de mostrarlo todavía; casi todo mi cuerpo tenía marcas de los cortes y golpes que recibí. Y si el de la pierna me mortificada, el del cuello era peor. Janine había insistido en que llevara algún collar para disimularlo un poco, pero ninguno era tan grande, mi mejor opción era llevar uno de perro y la idea no era muy agradable. Al menos los moretones habían desaparecido por completo. Me di por vencida al final y decidí que no me quedaba otra opción. 

—Vamos mujer, tuviste un accidente —me dije.

Con el brazo derecho lastimado era un ligero problema hasta peinarme. John insistió en que debía tomar terapia física pues había quedado con unos cuantos estragos, no podía moverlo del todo y leves dolores aparecieron.

Jamás me maquillaba demasiado y por fortuna mis mejillas habian cobrado color, así que no fue necesario mas que un poco de labial y mi buen intento de sombras. Pero aún así me veía esquelética. El día que estuve por ultima vez en el hospital pesaba cincuenta kilos.

Eran las 7:20 y todavía tenía que desayunar. Me moría de hambre. Nina y Janine estaban orgullosas, jamás comía tanto, al menos desde hacía tres años, en esos momentos podía comerme toda la despensa.

Tomé mi mochila y di un último vistazo. Listo.

Pasé por las habitaciones de las gemelas. Tasha no estaba en la suya, y  Tabitha parecía platicar con alguien, me asomé con mucho cuidado pues la puerta estaba entreabierta. ¿Qué rayos?, se encontraba sentada en la orilla de su cama, estaba de espaldas a la puerta, y por suerte no podía verme. Hablaba sola.

—Ha estado bien pero te extraña mucho. No es lo mismo sin ti.

¿Era una broma verdad? Ella hablaba con...

—Tengo que desayunar Dëni, hablaremos cuando regrese de la escuela.

Dëni. Tabitha hablaba con Dëni. ¿Por qué? 

Fui rápidamente hacia las escaleras, ella no podía notar que la había espiado. Aunque tal vez ella podría hablar conmigo, porque al parecer ni Daniel, ni Janine, ni nadie se había  percatado de que las gemelas o al menos Taby también estaba afectada.

El olor de hot-cakes recién hechos invadió mi nariz. Necesitaría energía para soportar el día de hoy. Mi cabeza ya se había hecho una idea de lo que sucedería: muchos saludos, gente "preocupándose" por cómo me encontraba, en fin, toda una bola de hipócritas tratando de quedar bien conmigo.

—Buenos días —saludé y Tabitha me abrazó.

Llegó justo después de mí. Acaricié su cabello y nos sentamos junto a papá. Daniel no quitaba sus ojos de mí pero no me miraba enojado, ni triste ni nada de eso, lucía contento, alegre.
Un punto más para mi.

El desayuno transcurrió en total calma. Nina llenó dos veces mi plato y me dio una bolsa de papel con comida para que no comprara nada en la escuela, ella detestaba que lo hiciera. No dije nada al respecto. Me agradó el gesto.

—Iré contigo Alex —dijo Daniel mientras picaba un poco de fruta—,  necesito hablar con Newman y Lucinda.

—Papá estaré bien, creo que puedo hacer esto sola —torció el gesto—, pero si eso quieres, de acuerdo.

Le brindé mi sonrisa de diez y no dijo nada más. Miré el reloj y ya eran 7:45. Di las gracias y subí a lavar mis dientes, debía irme ya, pues quedaba un largo camino a la escuela y Daniel, bueno él manejaba considerablemente lento. 

Respiré profundamente y salí del cuarto. Mi plan no era precisamente este, pues quería llevar tranquilo todo. La puerta de la habitación estaba sin llave. Al entrar no vi nada, todo estaba oscuro, palpé la pared para encontrar el interruptor de la luz. Cuando lo encontré, mi ánimo cayó 100° bajo 0. La cama, los muebles, la ropa, todo estaba cubierto con bolsas de plástico. Pero la esencia aún se conservaba, las fotos seguían ahí, los recortes de las universidades, Dëni no se había ido. Sin darme cuenta una lagrima corrió por mi mejilla. Los recuerdos me invadieron por completo. Las piyamadas que habían tenido lugar aqui, cambios de look y sesiones fotográficas. 

Todo eso no se iría nunca, era lo único que me ayudaría a recordar que Dëni había sido la mejor hermana del mundo, la cual me aceptó sin temor alguno, sin saber quién era o de dónde provenía.

—¡Alexia se hace tarde! —gritó Daniel.

—¡Ya voy!

Limpié mi cara para que no notaran que había llorado y apagué la luz. Era suficiente.

...

En todo el camino me concentré de nuevo. ¿Qué haría?, ¡ah sí...fingir!, hasta mi subconsciente lo sabía mejor que yo.  Las clases empezaban en diez minutos y Daniel iba manejando muy deprisa. Él también tenía trabajo y sí era tarde, pues era culpa suya. Yo le dije que podía hacer todo sola. Al llegar a la escuela me quedé petrificada. Mi respiración se agitó e incluso estaba más fría. 

Ok, este no era lo que imaginé.

—¿Quieres irte a casa?

—No, no. Estaré bien, sólo dame un momento.

La chicharra sonó y todos se dirigieron a clases. Yo ni siquiera sabía cuál era mi primera clase. Genial. Deseaba que fuera Lucinda.

—Ok, vamos.

Salí del auto con toda la determinación que existía en mi ser y caminé hacia la entrada. El viejo conserje, el señor Buggs -su nombre me daba mucha risa- pero no era irrespetuosa, después de todo era muy agradable. Nathan y yo pasábamos mucho tiempo hablando con él acerca de sus anécdotas militares.

—Hola Alexia, que alegría tenerte de vuelta —me sonrió con los pocos dientes que le quedaban.

—Hola Buggs, también me da gusto verte.

Abrió las puertas para nosotros y entré al frío pasillo. Propaganda para unirse a los equipos de la escuela ya estaban pegados en las paredes, carteles dando la bienvenida a los de primer grado y cosas por el estilo; entonces algo llamó mi atención. En el pizarrón donde se pegaban todos los volantes había sido modificado por completo, el fondo era rojo y tenía fotos pegadas de tres personas, fotos que serían utilizadas en el anuario escolar. Ahí estaban ellos, con brillantes sonrisas, y todo su esplendor. Varias notas pegadas a los lados, dando condolencias y apoyo. Y una pequeña placa:

"Siempre serán recordados"

—Alex, tu primera clase es con Lucinda, ella envió tu horario anoche.

—¿En qué aula? —pregunté sin dejar de mirar las fotos.

—Aula tres, hablaré con Newman y te veré en casa ¿de acuerdo?

Me abrazó torpemente y caminó hacia la oficina del director no sin antes darle un último vistazo al mural que teníamos enfrente.

Al llegar al aula, me asomé por la pequeña ventana, todos estaban en su asiento y platicaban animadamente mientras Lucinda escribía algo en el pizarrón. Toqué dos veces y abrí la puerta.

—Buenos días, profesora Craiden.

Y así, más de cincuenta ojos se posaron en mí.

"El Elemento Perdido #1: Fuego" ⚠️Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Where stories live. Discover now