"CAPITULO 32"

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Primero calor, después agua, pude notar la luz del sol en la superficie, sólo tenía que salir. No sabía exactamente que tan debajo del mar estaba, pero sentía que no podía salir. Nadé y nadé con más fuerza hasta que por fin el oxigeno entró en mis pulmones.

¿Dónde rayos estaba? En medio de la nada, era lógico. Giré mi cuerpo en el agua con esfuerzo y a unos veinte metros vi tierra y árboles, sólo debía nadar hasta ahí, quiza encontraría algo de ayuda. Moví mis piernas con cierta dificultad pues aún estaba aturdida por la paliza que Lena me había dado. Y luego de unos minutos, los cuales parecieron horas, llegué a la playa. Sí, eso era, una playa. Un enorme bosque de color verde intenso se extendía detrás de este lugar, aunque podía ver distintos tipos de árboles, eso bien podía ser una maldita jungla y algún animal me mataría.

Caí en la fina arena y cerré los ojos. Diablos. Estaba cansada, física y mentalmente, todo lo que había sucedido en apenas unos días me había dejado en shock, todo estaba ocurriendo muy rápido, no creí que fuera a suceder de ese modo, pero no importaba, debía seguir su curso, así fuera con ciertos contratiempos. Cerré los ojos y dejé que el sol me atravesara a su placer. Sólo un poco de paz y tranquilidad, necesitaba mis cinco minutos de relajación.

—¿Quién eres tú?

Una voz de mujer hizo que me levantara de la arena. Era una chica, tenía el cabello castaño y unos intensos ojos verdes, casi como los míos. Vestía unos pantalones cafés y una blusa de lino blanca, probablemente tenía mi edad. Levanté las manos en señal de paz y la miré fijamente. Uno llegaría a pensar que solo sentía curiosidad, pero mi idea cambió al ver el arco en sus manos y la flecha con la que me apuntaba.

—Te pregunté quién eres —repitió molesta—, habla.

—De acuerdo, tranquila —dije con voz calmada—, necesito ayuda, con urgencia.

—¿Y ese es mi problema?

Avancé lentamente hacia ella pero retrocedí al ver que casi soltaba la flecha.

—No, por favor, no pasa nada, mi nombre es Alexia

Sus ojos se abrieron con asombro al oir mi nombre, no sabía si era una buena o mala señal. Realmente esperaba con todas mis fuerzas que fuera buena. Bajó el arco y avanzó hacia mí, tomó mi cara con una de sus manos de manera brusca y me observó detenidamente.

—Vaya, vaya, ven conmigo —ordenó—,  mi madre se va a sorprender con esto.

Comenzó a caminar dejándome ahí parada. ¿Debía ir con ella?

—O puedes quedarte aqui y que te encuentre un soldado de los Tornader.

Eso sonó un tanto tenebroso, así que empecé a caminar detrás de ella, su paso era firme y rápido, tenía miedo que en cualquier momento decidiera dispararme con ese arco. Descarté esos estúpidos pensamientos de inmediato. Si ella quería ayudarme y esperaba que así fuera, no podía ser grosera. Pero bueno, ya no sabía en quién confiar.

—¿Puedes decirme tu nombre? —pregunté.

—Cara.

Bien, Cara. Quise seguirle el paso, sólo que me sentía cada vez más débil. Iba a desmayarme, estaba segura.

—¿Cara?

—¿Qué quieres? —preguntó molesta.

Me desplomé en el suelo oyendo como último la maldición que Cara soltó.

Ahora podía descansar.

...

¿Crees que sea ella?

Era la voz de la chica de la playa. Quise abrir los ojos pero estaba muy cansada y además, me daba un poco de pánico.

Estoy segura —otra mujer respondió, quizás mayor que Cara—, sólo mírala, es ella.

Eso espero, tuve que cargarla hasta el caballo —comentó molesta.

Oh vamos linda, no seas quejosa, está en casa y es lo que importa.

Sentí una mano en mi frente, se sentía tan suave, tan maternal, después la pasó por mi cabello y lo hizo asi varias veces.

Ya mandé a Roderick con el mensaje, tal vez tarden unas horas madre, pero al menos sus Majestades ya sabrán que está aquí.

Es un auténtico milagro respondió la mujer mayor—. Sabía que Peter lo lograría.

¿Peter?, ¿qué lograría?

Vamos, es hora de dormir Cara, espero que Roderick no se demore.

De acuerdo.

El cuarto se quedó en absoluto silencio. Ya se habían ido. Salí rápidamente de la cama y...

¡Un momento! Estaba desnuda.

Volví a acostarme y me tapé hasta el cuello con la ligera manta que me habían dejado aquí. ¿Y mi ropa? Rayos, rayos, rayos. No podía salir de aquí, ni siquiera intentarlo. ¿Cuánto había dormido?, esperaba que sólo unas cuantas horas. Era de noche, podía verlo por la única e insignificante ventana en la habitación.

Me quedé sentada ahí por un momento. Tenía que pensar muy bien las cosas. Mi estómago hizo un reclamo sonoro, tenía hambre. A lado de la cama había una pequeña mesita de noche, ahí se hallaba una jarra con agua. Bueno, podía hacer algo con eso. Estiré la mano pero como siempre, lo hice mal y cayó al suelo haciéndose añicos, dejando el agua quedó regada por todo el suelo.

La puerta se abrió de repente y Cara, la chica de la playa me miró malhumorada. Lo siento. Cualquier persona cometía un pequeño accidente, no por eso me tenía que matar casi con la mirada.

—Vaya, ya estás despierta.

—¿Dónde está mi ropa? —pregunté con toda la calma posible.

—Sucia, si quieres levantarte, te puedo prestar algo mio.

La analicé antes de responder. Estaba vestida de diferente manera a como la encontré en la playa. En ese momento vestía pantalones rojos y unas botas negras hasta la rodilla y una chaqueta negra tambien. Su cabello castaño lo llevaba recogido en una delicada trenza. Era muy hermosa, había que admitirlo pero era muy, no sé, brusca, o quizá trataba de parecer más fuerte.

—Sí, estaría bien —le agradecí.

—Y te traeré algo de comer, supongo que debes tener hambre.

Antes de responder algo salió y cerró la puerta fuertemente. Me acosté de nuevo y miré hacia el techo. Ellos ya habían avisado a alguien que yo estaba aqui, quizá no tardarían en llegar. Quizá ya estaban en pleno camino. Me acurruqué más, esperando que Cara viniera con la ropa.

La puerta se abrió de nuevo y Cara entró. Traía la ropa y un plato con algo humeante. Y detrás de ella una mujer. Una mujer de tez pálida con unos labios carnosos. Sus ojos se me hacían muy familiares. Ese brillo tan encantador y dulce. Era muy maternal.

—Henrietta —al pronunciar su nombre, una gran sonrisa se extendió en su rostro.

—Sí, soy yo mi niña —respondió—, bienvenida.

"El Elemento Perdido #1: Fuego" ⚠️Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora