"CAPÍTULO 48"

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Robert y yo salimos al pasillo. El ruido de la explosión ya tenía que haber alertado a alguien, no tardarían en venir para encerrarme de nuevo. Cara venía detrás de nosotros sin decir una sola palabra lo cual era lo mejor para ella, no quería oirla. Faltaban más o menos quince minutos para las seis de la mañana, debíamos darnos prisa.

—¿Podrías caminar más rápido? —la voz de Robert era seria y parecía molesto.

¿En serio?

Él iba muy adelante de nosotras. No tenía ni la más minima idea de qué tenía el maldito té que Cara había hecho, pero me sentía rara y cansada. No podía ir más rápido.

—Si me hubieras dicho algo, podría estar más preparada.

Robert se detuvo en seco y me miró muy enojado.

—Siempre que te enteras de algo, terminas haciendo todo lo que no debes, siempre haces que algo termine mal, y ahora estoy confiandote la vida de dos personas muy importantes para mí, así que limítate a actuar hasta que yo te diga.

No respondí nada al respecto. Pero Robert estaba equivocado. Ellos siempre hacían que todo saliera mal. En especial su estúpido hermano. Consideré decirle acerca del accidente y asi se tragaría sus palabras pero dio media vuelta y siguió caminando.

Llegamos a las escaleras. No había nadie, nadie en absoluto. No podía ser normal. O todos pensaban que yo no saldría, o el mundo entero no quería perderse la ejecución de Lena.

—¡Señor! —gritaron desde donde nosotros veniamos—, ¡la ha encontrado!

Miré a Robert nerviosa, él se puso delante de mí y Cara, bueno, ella sólo se quedó parada sin decir nada, pero parecía que quería desaparecer de ahí a como diera lugar.

—Tengo órdenes de llevarla con mi tío —dijo Robert con seguridad.

El guardia frunció el ceño, mientras tanto, me tomó unos segundos para analizarlo, le llevaba casi quince  centimetros a Robert, y él ya era alto. Nos podría detener con una sola mano si quisiera. Esperaba que Robert fuera convincente.

—¿Ah si? —estábamos perdidos—, el rey acaba de ordenarme venir a vigilarla.

—No te preocupes, yo la llevaré de vuelta.

—No, yo lo haré señor —me tomó del brazo y entonces pasó.

Robert impactó su puño en la cara de esa mole, apenas y lo movió.

—¡Váyanse ya! —nos gritó.

Cara me tomó de la mano y bajamos las escaleras corriendo. Di un último vistazo a Robert, y claramente no llevaba ventaja.

Bajamos como rayo. El salón y las entradas estaban solas, nos llevaría quizas cuatro minutos llegar al patio donde planeaban ejecutar a Lena. Miré a todos lados en busca de un reloj, justo arriba de la enorme chimenea del salón habia uno, pero no veía desde donde estábamos. Me solté de Cara y fui hacia allí, faltaban nueve minutos, llegaríamos casi a tiempo.

—¡Vámonos! —gritó Cara.

¿Qué demonios pasaba conmigo? Seguimos corriendo hasta que llegamos a la puerta, la única puerta que parecía ser una salida. Al abrirla, algo hizo que me quedara paralizada. Las campanas. Ya eran las seis. Dios, tenía que correr más rápido. No la matarían así solamente. Quizá tenía otros cinco minutos.

Al salir, mi ánimo cayó todavía más. Había demasiada gente. Recordé cuando Daniel nos llevó a Italia en el cumpleaños de Janine y fuimos al Vaticano. Toda la gente esperando observar la figura del hombre que daba la palabra de Dios. Una muy mala referencia pero eso venía a mi mente ahora. Había personas incluso en el techo, se sostenían de cualquier lugar para poder observar el espectáculo mejor. Todo estaba en silencio y al parecer no habían notado del todo mi presencia. Una gran ventaja. Ligeros cuchicheos pero nada más.

—Tenemos que abrirnos paso Cara —le susurré—, vamos.

Tomé su mano y empezamos a pasar
entre la multitud. Algunos se quejaban y nos daban miradas reprobatorias y entonces empezaban a ponerme atencion. Me arrepentía de no haberme teñido el cabello de rubio cuando Dëni me lo sugirió. Todos me recordaban por eso, el brillante cabello rojo.

Se escucharon unos tambores, y la gente se puso frenética. Comenzaron a gritar, a empujarse los unos a los otros, lanzaban maldiciones. Los escuchaba y sólo provocaban una terrible ansiedad en mí.

—¡Bruja!

—¡Maldita asesina!

—¡Arderás en el Infierno!

—¡Vamos Alex, falta poco! —Cara me gritó encima de todo ese ruido y apenas pudimos llegar a la orilla.

Ahí estaba. La ropa no era la misma, ya no estaba vestida de negro. Vestía un viejo camisón blanco, estaba rasgado y una cosa más. Había golpes nuevos, además, estaba encadenada de manos y pies y con la cabeza agachada.

Mi alma cayó al séptimo círculo del infierno. Esta Helena estaba destrozada en todos los sentidos, ya no mostraba su fortaleza, ya no podía hacerlo, se veía acabada y quizás para ella la muerte era la mejor opción, aún cuando no fuera sólo su vida.

Y en un improvisado balcón se encontraba mi familia junto con toda la corte, los Hathaway e Iván Tornander.
El hombre que la llevaba la empujó al suelo y ésta cayó. No puso resistencia alguna. Se quedó arrodillada.

¿Dónde rayos estaba Robert?

Una trompeta sonó y todo se quedó en silencio. Un hombre anciano y barbudo caminó hacia Lena y la miró con desprecio. Alzó las manos y todo, absolutamente todo quedó en silencio.

—El sol esta saliendo, los Dioses han salido desde su palacio en el Paraíso y han venido para admirar como sus hijos llevan a cabo las tareas de justicia. Hoy, en el año veintitrés del reinado del soberano Adrián Vasilith, acabaremos con uno más de los traidores, con uno más de los demonios que acechan la paz y tranquilidad de nuestro reino y nuestros gobernantes.

"Eleanor Helena Rhea Tornander, ha plantado su semilla maldita, y ha cosechado destrucción y muerte para todos nosotros. Su mente ha sido invadida por los demonios, lo cual la llevó a cometer traición sin importarle los Tratados entre su familia y los demás reinos.

"Sabemos que los Dioses pasarán por alto este atentado cuando la sangre de la traidora sea puesta ante ellos como ofrenda. Recibirá treinta latigazos para después ser llevada a la guillotina, considerate afortunada niña, nada de esto terminará de pagar todo el daño y las muertes que has causado. Aún puedes obtener el perdón de tu padre, si es que él desea dartelo, después seguiremos con la ceremonia.

Lena levantó la cabeza muy despacio. Su mirada buscó a Iván. Sus ojos rebosaban de lágrimas. Lo miró de manera extraña y esbozó una sonrisa. Pero era una de esas sonrisas que siempre atrapaban a la gente. Con mucho esfuerzo, le lanzó un beso con la mano e Iván sólo cerró los ojos.

—Puedes proceder.

Un tipo llegó a ella con un látigo en la mano. Esposó a Lena en un poste y rasgó el camison dejando su blanca espalda al descubierto. Mi mirada se posó en mi familia y en todos los que estaban con ellos. Era imposible que hicieran esto, el verdadero asesino estaba con ellos a lado de Katrina, todos parecían muy serenos menos Iván, el hombre estaba muerto en vida.

Y de repente sentí un gran peso sobre mí. Unos frios y calculadores ojos grises me miraron, tal vez con sorpresa, tal vez con enojo pero no me importaba, Adrián siempre se molestaba conmigo. Sonreí con suficiencia. Yo iba a actuar y nadie iba a detenerme.

El primer latigazo sonó y el primer grito de dolor también. Chasqueé mis dedos y ligeras llamas aparecieron.
Hora del espectáculo.

—Cara, tienes que apagar el fuego.

—¿Qué? —me miró confundida.

Toqué a un hombre ligeramente en el hombro.

Y el caos comenzó.

"El Elemento Perdido #1: Fuego" ⚠️Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Where stories live. Discover now