Sin vuelta atrás

A cada segundo del día, no podía dejar de imaginar como sería mi vida con la llegada del bebé.

Obviamente iba a cambiar muchísimo, pero mientras el tiempo avanzaba, mi felicidad aumentaba, y las ganas de que ya nazca crecían, además de que mis expectativas estaban bastante elevadas debido a todo lo que había estado pasando en las últimas tres semanas.

Primero que nada, mi hermana y yo habíamos estado juntas casi todos los días en cada momento libre que teníamos, combinando nuestros horarios entre la escuela, mi Universidad y mi trabajo. Ya que su fecha estaba más cerca que la mía, ya había podido saber que el bebé iba a ser hombre, cosa que nos tenía muy emocionadas. Ella ya estaba comprando ropa y cosas así para el pequeño, así que yo la acompañaba y aprovechaba de comprar algunas cosas yo también, tratando de que sean lo más neutras posibles, debido a que no sabía que iba a ser. Esto nos había unido muchísimo.

Con William las cosas iban más que bien. Desde el momento en que se enteró del embarazo, se había vuelto en el chico más atento y considerado del mundo. Me consentía con comida y pequeños regalos todo el tiempo, iba todas las noches a mi departamento y se quedaba a dormir, pero sobre todo se preocupaba por nuestro bienestar. Con cada gesto hacía caer más enamorada por él, y me demostraba que iba a ser un excelente padre.

Lamentablemente, mis actividades se habían reducido, ya que la doctora me recomendó que tenía que ser muy cuidadosa por el tema del bebé, ya que los primeros tres meses son los más riesgosos. Tuve que dejar la equitación por un tiempo, comer más saludable,tratar de no resfriarme y obviamente dejar los ocasionales cigarrillos. No era tan difícil, y menos cuando la motivación era mi futuro príncipe o princesa.

Hoy me levanté temprano, ya que tenía un examen importante y no podía llegar tarde.

Luego de que salí de la ducha, me vestí con una calza azul, una blusa blanca con volados, una chompita azul y botas cafés. Empezaba el otoño, y no quería tener complicaciones al caer enferma.

Caminé a la cocina y mientras me hacía un rápido desayuno observé la sala, que por fin había sido amoblada. Tenía cuatro sofás cafés de cuero y en el centro una linda mesita de caoba con un hermoso florero azul de porcelana al medio. Ahora si que me sentía completamente en casa.

Cuando terminé de comer, tomé todas mis cosas y salí del departamento para subir a mi auto y partir a dar aquel examen por el que me había desvelado ayer.

Salí del salón junto a todos mis compañeros luego de haber escrito aquel horrible examen. No estuvo muy difícil, pero creo que no me fué tan bien como esperaba. Espero haber aprobado.

Camino hacia la cafetería para encontrarme con mi novio, y ahí se encuentra, sentado en una de las mesas del fondo, esperándome. La mesa en la que está sentado está debajo de una ventana, por lo que la luz que se cuela por esta le da directamente a el, y sus ojos resaltan bastante, haciendo que se vea realmente hermoso.

Camino hacia él y cuando me ve, esboza una enorme sonrisa que hace que le brillen los ojos, como cada vez que lo hace. No se si el lo sabe, dado que es un gesto involuntario, pero me encanta.

Cuando llego con el, me agacho hasta llegar a su altura y le doy un suave y delicado beso en los labios, que el corresponde con gusto. Tomo asiento a su lado y noto que el ya tenía las dos bandejas de comida servidas, una de ellas esperando para mí.

-Muchas gracias- le digo sonriendo. -Elegiste todo lo que me gusta.

-Ya te conozco muñeca.- dice guiñando un ojo.

Le sonrío y empiezo a comer, al igual que el. Durante la comida, hablamos de los acontecimientos del día y de varios otros temas, y por alguna razón lo noto diferente. Está extrañamente tranquilo y sonriente, y cuando hablo solo me mira, sin decir una palabra. Es decir, no me molesta, pero es algo raro en él. Pienso si mencionarlo, pero luego descarto la idea. Digo, quien sabe, enterarse que va a ser padre puede haberlo hecho cambiar su actitud.