Prólogo.

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Prólogo.


La cafetería estaba llena, no había demasiadas mesas libres. A excepción de una, justo cerca de la ventana. La misma en donde nos sentamos Anadla y yo, en nuestra primera cita.

No pediría nada, no tenía ganas de nada. Quería ir donde Anadla y decirle lo mucho que la quería.


La pequeña campana de la puerta sonó, y la vi. Rubia como siempre... bueno, sólo desde que entramos a preparatoria, tez morena y más hipócrita que nunca.

Si tuviera que escoger entre personas más promiscuas que existen en este planeta, ella sería la primera en toda excepción.


—Hola —su voz era mucho más idiota de lo que recordaba— ¿quieres pedir algo? —niego y asiente.

—Al punto, Kathleen. —No me gustaban los rodeos, siempre fui directo, nunca me gustaron las mentiras.


Suspira y asiente. —El punto es —sus ojos logran encontrar los míos, lo último que quería era verla, ella era mi debilidad— que quiero que termines tu relación con Anadla.


Los ojos se me salieron de mis cuencas. No, ella no podía pedirme eso.


— ¿Estás loca? —Estaba furioso, muy furioso— ¿quién te crees para pedirme eso? Hasta mi propia madre está de acuerdo con ella.

—No me mientas —su tono era frío y simple—, tu mamá no sabe absolutamente nada de esa tonta— la sangre me hervía, tenía ganas de golpear la mesa; no, Anadla, no—. Espera —me observa a los ojos nuevamente y entiendo a qué a quiere llegar.

¿Estás enamorado de ella? —El vago recuerdo de su sonrisa invade mis pensamientos y sonrió—, no lo puedo creer, esa tonta me quitó a mi novio, ella es...

—Alto —gritó y sé que ya estoy enojado—, sí yo estoy enamorado de ella es muy mi problema, no tuyo, además: dejaste de ser mi novia desde hace 3 años —sonríe, maldita idiota, algo está tramando— ¿Qué es lo que quieres?


—Quiero que le des en donde más le duele —dice, no salían palabras de mi boca, su peor pesadilla: era yo.

— ¿Y qué si no lo hago? —oh, no.

—Todo el mundo se enterará de la clase de persona que eres —sentencia la rubia—, vamos cariño, yo soy tu mejor opción, Georg. Ella no te quiere realmente —sentí algo dentro de mí, ya no era furia, era algo como malestar. La sinceridad invadió sus ojos y asentí, lo haría con tal de que mi pequeña no tuviera miedo de mí.

Por ella haría lo que fuera. Incluso, la vida misma la daría por ella. Anadla era mi prioridad, sólo ella.


After to us. #SB2Where stories live. Discover now