Capítulo 14.

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Capítulo 14.


— ¿Quieres que nos marchemos? —observó la hora, mamá no tardaría en llegar y yo tenía a Kyle durmiendo en mis brazos, asiento.

—Invito yo —dice al momento que Ambu saca su billetera, entrega el dinero y me ayuda con mi bolso—, Anadla, ¿te molesta que pase la noche en tu casa?

—Para nada, incluso puedes quedarte de igual forma Ambu, saben que ambos son bienvenidos —ambos me sonríen, salimos sin voltear a verlos, aunque de todos modos siento la mirada de Georg recorrer todo mi cuerpo con Kyle en brazos y a Bill con mi bolso.

Ambu corre a la tienda que está enfrente de la cafetería y sale de ella con un galón de jugo de uva, otro de manzana y un paquete de 6 cervezas extranjeras, nos sonríe maliciosamente y subimos a mi automóvil.


— ¿Quiénes eran con los que estaban? No, más bien, ¿quién era él? —su voz sonaba agitada, podía escuchar desde aquí su respiración.

—Tranquilo, Kyle está durmiendo.

—No voy a repetir mi pregunta, Elizabeth —ya se le hiso costumbre.

—Mis mejores amigos.

—La única mejor amiga que has tenido es Violet, ¿ya la cambiaste por qué no te habla?

—Tú lo dijiste bien con todas sus sílabas, y no, Ambu se convirtió en una después de que tú me desvirgaras en mi casa, y Bill lo ha sido desde que tengo memoria.

—Ese palo teñido de rubio quiere contigo, quiere acostarse contigo y darte un orgasmos que no llegue ni al 2 de lo que has hecho conmigo.

—No puedo usar esa oración en la que todas chicas dicen que perdieron su virginidad con su mejor amigo, porque nosotros sabemos muy bien que eso no es verdad, pero te daré el beneficio de la duda al saber si me acosté con él sí o no.

—No fuiste capaz...

—Tal vez si, tal vez no, con eso de que me llaman zorra y promiscua es mejor dudar de la mujer puta.

—Necesito verte, ahora mismo estoy muy enojado —escucho un bufido.

—Lo siento, ahora mismo estoy con mi hijo a medio dormir por tus gritos e intentaré dormirlo, así que por favor, no me molestes.

—Te voy a encontrar, créeme que sí. Y cuando lo haga, te voy a dar por detrás hasta que tu precioso culo me pida a gritos que pare.

—Suerte con eso —cuelgo.


— ¿Quién era?

—Nadie importante —Ambu me mira de arriba abajo, toma mi mano y tiemblo, si, tenía miedo—, Am, ¿te podrías quedar hoy con Kyle en tu departamento? Creo que no sea bueno que ustedes estén aquí hoy.

— ¿Por qué...?

—Claro, Ann, yo lo cuido.



Creo que esta sería la primera vez que duermo sola en mi habitación sin la compañía de las pequeñas manitas de mi hijo de hermosos ojos verdes, me sentía triste y sólo han pasado 4 horas. Escucho un "clap" silencioso de la puerta principal, me quito el sostén rápidamente y me acurruco más en la cama, los pasos se hacen más pesados y al llegar a mi habitación, se quita las zapatillas deportivas, cierro los ojos y mi respiración se calma. Aspira mi cabello seguido de mi cuello, me remuevo ligeramente, no lo veo pero sus pupilas se dilatan. —Te bañaste, que delicia.

No contesto, escucho que se levanta de la cama y va en dirección al baño, cierra con seguro, al abrir mis ojos tengo la respiración agitada, tomo las pantuflas y voy por un vaso de jugo de manzana, intento relajarme, dejo el vaso en la lavavajillas, cuando me encamino a la habitación al abrir la puerta me encuentro a un Georg sudado, con las mejillas rosadas y en la mano izquierda una tira de, sin exagerar, 10 condones.

—Georg —de sólo decir su nombre me daba escalofríos, mis pezones se yerguen y él sonríe.

—No, Anadla, no soy Georg, yo soy tu amo, y me vas a obedecer, y nada de Georg, ahora soy Mr. Listing, ¿entendiste?

— ¿Qué diablos, Georg? —en un abrir y cerrar de ojos tenía mi cara estampada en la cama y mi trasero libre para 3 seguidas nalgadas que me propicia en la nalga derecha con una regla, ardía, pero también excitaba.

— ¿Qué has dicho? Las malas palabras no me agradan, por cada mala palabra te daré 3 nalgadas, y si no me obedeces serán dos más, ¿entendiste sexy y dulce Anadla?

Me mordí el labio inferior, la aflicción que tenía por los golpes era tan excitante, era algo más que experimentar con él, demostrarle que no era más una niña era mi prioridad. —Sí, Mr. Listing.


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