4. JUEGOS DEL HAMBRE (PARTE III)

1.3K 81 59
                                    

Ella se acurruca contra mi pecho, suspirando aliviada, pero tiritando de frío. Nos abrazamos nuevamente y yo abro mi chaqueta esta vez y nos tapo a ambos con ella. Por suerte es ancha, muy elástica. Con lo que he adelgazado en los juegos, y lo pequeña que es Katniss, ambos entramos en ella casi en su totalidad. Sus manos están congeladas, igual que las mías. Tomo su mano derecha entre las mías y se la empiezo a frotar, hasta que se calienta, hago lo mismo con la izquierda y ella hace lo mismo con las mías. Incluso con los brazos. Las lecciones de supervivencia con Haymitch nos sirvieron para pasar estos días en la cueva. Ya hemos aprendido la técnica, la hemos puesto en práctica entre nosotros, antes y durante los Juegos; y cada vez nos resulta más fácil. Guío las manos de Katniss por debajo de mi camiseta y ella entiende, ya que introduce su brazo derecho por debajo de la tela casi por completo, y su otro brazo queda levemente doblado entre medio de su cuerpo y el mío.

Por mi parte, cubro mis manos tanto como puedo con la campera, Katniss le hizo unos agujeros al final de la manga para poder pasar el pulgar y que nos cubra más piel pero los dedos quedan descubiertos de todas formas.

−Los trajes deberían haber incluido guantes −bromeo, intentando arrancarle un una risa y aligerar el ambiente.

Lo consigo. Katniss se ríe.

−Yo seré tu guante.

−¿Qué? −pregunto confundido.

−Haz lo mismo que yo. Supervivencia, Peeta. Esconde tus manos entre mi ropa. Vamos, yo sé que no piensas violarme −Katniss sonríe.

−¿Y si pretendo eso? −le sigo la corriente.

−No te atreverías. Tengo un cuchillo cerca, recuérdalo.

−De acuerdo. Ya entendí que eres peligrosa. No me propasaré. Valoro mucho mi vida como para eso.

−¿Y quien dijo que iba a matarte? Llegado el caso, haría otra cosa −Katniss mira para abajo y yo simulo sentirme aterrorizado.

−Te creería eso, si no fuera por como actuaste cuando me encontraste a orillas del río. Te dije que no me importaba si me mirabas, pero te pusiste toda roja, me ignoraste y me pediste me quitara el calzoncillo. No podrías ni empezar, Preciosa.

Hay algo muy íntimo que me haya lavado hasta mi ropa interior. La única mujer que hizo eso por mí, fue mi madre, cuando era más pequeño. Hasta que ella decidió que yo era lo suficiente mayor para ocuparme de lavar mi propia ropa interior, igual que mis hermanos, al menos antes de darle una segunda lavada en el lavarropas. Y ahora, diez años después de mi "independencia", lo hace la mujer que amo por mí; y la idea no me incómodo en lo absoluto. Otra prueba más de que... le confiaría mi vida entera a ella, y a nadie más de que ella.

−Eres un...

−¿Soy un qué? 

Ambos nos miramos, ella intentando asesinarme con la mirada ruborizada; y yo divertido por la situación.

−Te odio −murmura.

Yo sonrío.

−Me amas.

−No. Te odio.

−No. Me amas.

−Te... am... Oh, maldición −ella se pone más colorada. Se ve tan adorable−. Definitivamente, te odio. Deja de molestarme e incomodarme.

Empiezo a reír más fuerte. Katniss acaba riendo también.

−¿Incomodarte cómo? −pregunto, acercando mi rostro al suyo−. ¿Así? −mis labios rozan los suyos sin tocarlos prácticamente. Katniss gime y me mira descolocada unos segundos.

EN TODO ESTARÉWhere stories live. Discover now