7. PRESIDENTE SNOW (PARTE II) Reeditado

1.2K 84 60
                                    

CAPITULO 7: PRESIDENTE SNOW

POV KATNISS

-PARTE II-

El presidente sonríe. Mi corazón late desesperado, mis manos empiezan a sudar, pero mi expresión no demuestra nada de aquello.

–Empezaré yo. Me preguntó sobre los distritos. A mis asesores y a mí nos preocupa la repercusión que tuvo el truco de las bayas. No cuestiono sus razones, es muy noble lo que hicieron para protegerse. Lamentablemente, en algunos sectores de Panem fue tomado como un acto de desafío, no importa que tan enamorados estén. Y si dos chicos del Distrito Doce, pueden hacer semejante cosa y salir impunes. ¿Qué les va a impedir a ellos hacer lo mismo? ¿Qué hay que predecir, digamos, un levantamiento futuro?

Abro los ojos sorprendida, esto no lo dijo Haymitch. No entendí que sucedía realmente hasta ahora.

–¿Hubo levantamientos?

Lleva un momento el que esta frase surta su efecto. Después todo su peso me golpea.

–Aún no. Ustedes han ganado hace poco más de dos semanas, no es mucho tiempo. Pero vendrán si el curso de las cosas no cambia. Es sabido que los levantamientos llevan a la revolución... no, peor, a una guerra –el Presidente Snow se frota un punto sobre la ceja izquierda, el mismo punto donde yo misma tengo jaquecas, como si intentara alejar pensamientos indeseables o recuerdo no tan gratos. Aunque no rcuerdo su edad exacta, presiento que él ha vivido los Días Oscuros, tal vez cuando era pequeño–.  ¿Tienes idea de lo que eso significaría? ¿Cuánta gente moriría? ¿A qué condiciones tendrían que enfrentarse los que sobrevivieran? Cualquiera que sea el problema que alguien tenga con el Capitolio, créame cuando lo digo, si éste liberara su agarre y control sobre los distritos siquiera por un corto período, todo el sistema colapsaría.

Me desconcierta su franqueza e incluso la sinceridad de su discurso. No sé cómo me atrevo a decir las siguientes palabras, pero lo hago. Y tras decirlas me siento estúpida, porque esto es justamente lo que Haymitch me prohibió.

–No tiene sentido. Debería de ser muy frágil, si un puñado de bayas puede tirar abajo todo el sistema. Un puñado de bayas que... nunca fue mi intención, ni la de Peeta utilizar para rebelarnos, sino para morir con el otro y acabar con el sufrimiento que suponía salir sin nuestra pareja.

Hay una larga pausa en la que me examina. Después se limita a decir:

–Es frágil, sí, pero no en la forma en que supones.

–No supongo nada, en realidad. Solo quiero entender la situación –le digo.

El Presidente abre la boca para hablar, pero interrumpimos la conversación cuando escuchamos un golpe en la puerta, y luego la mujer entra cuando él le indica que pase. Deposita la bandeja sobre la mesa y nos sirve a ambos. Tomo dos azucarillos y se los agrego mi humeante taza de chocolate, mientras revuelvo y hago de cuenta que no hay nada más importante que eso.

Necesito serenarme y poner mis pensamientos en orden. No puedo volver a cometer errores como el de recién. La mujer pregunta si se nos ofrece algo más y luego se va cerrando la puerta tras ella.

–No pretendía empezar ningún levantamiento –confieso levantando mi mirada hacia él, luego de beber un sorbo del contenido–. Yo únicamente pensaba en Peeta, en salvarlo porque moriría de una forma u otra. No quería volver sin él. Prefería morir junto a él, antes que perderlo.

Aunque es la verdad, odio tener de hablar de Peeta frente a este hombre. Temo lo que le pueda hacer a él, si sabe lo importante que es para mí. Pero ¿qué otra opción tengo? ¿Decirle que Peeta y yo somos dos rebeldes? Eso nos dejaría peor parados frente a sus ojos.

EN TODO ESTARÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora