15. PESADILLAS (PARTE II)

1K 79 39
                                    

CAPÍTULO 15: PESADILLAS

POV KATNISS

...

-PARTE II-

...

-No me hagas esto, tú también me amas desde los cinco años. ¿Recuerdas que la clase de música me escuchaste cantar? ¿Las miradas que nos dirigimos durante todo ese día? ¿La noche de lluvia que me lanzaste los panes? ¿Cada te amo que te dije? ¿La primera vez que hicimos el amor? ¿El día que nos enteramos que seríamos padres?

Sus pupilas dilatadas vuelven a la normalidad y me doy cuenta que su ataque pasó.

-Te amo. Si me matas te arrepentirás y posiblemente acabes muerto, porque no puedes vivir sin mí. No permitas que Snow te aparte de mí.

Mis palabras tienen el efecto deseado y Peeta se arrodilla frente a mí, con los ojos cerrados. Pide disculpas una y otra vez. Me agacho y me pongo frente a él ignorando el dolor de la cesárea y del ahorcamiento.

Lo beso y él aunque se resiste al inicio me corresponde.

-Quédate conmigo. –Murmuro cuando abandono sus labios.

-Siempre.

Peeta me toma entre sus brazos y me abraza.

-Dios mío ¿qué te hice? Lo lamento, amor. Dime que no te hice demasiado daño.

-No me mataste. –Escondo mi cabeza en su pecho y lo rodeo con mis brazos, feliz de que mi Peeta haya vuelto.

-No sé que me pasó. El Presidente Snow me inyectó algo y cuando te vi... no me pude controlar.

-¿Qué te inyectó?

-Algo para que te matara evidentemente. Lo siento.

-No es tu culpa.

Miro sus ojos llenos de lágrimas por lo que me hizo. Yo me encargo de quitárselas hasta que consigo calmarlo.

-Quiero verlo. –Le digo.

Peeta asiente y me ayuda a ponerme de pie. Me lleva a ver a nuestro hijo. Peeta lo saca de la incubadora.

-La doctora dijo que debemos alimentarlo cada ciertas horas. Nació prematuro. Estará un tiempo aquí, hasta que sea más fuerte y gane peso.

Me siento en un sillón y Peeta coloca con sumo cuidado al bebé en mis brazos.

Veo sus ojos grises mirándome con atención. Su piel es blanca, suave y sonrosada. Su cabello es rubio igual que el de su padre. Es una mezcla de ambos, que da como resultado al ser más perfecto del mundo.

Peeta me pasa una mamadera con leche maternizada llena hasta la mitad.

-¿Lo estabas alimentando?

-Sí. Ahora es tu turno.

-Es hermoso. Se parece a ti. –Peeta sonríe y se arrodilla a un costado de mí.

-Y tiene tus preciosos ojos.

Acaricia el rostro del bebé, quien está mirando la mamadera. Peeta me indica cómo debo posicionarlo para poder dársela y él se prende rápidamente a beber.

-¿Yo puedo darle de mamar? –Pregunto.

-Sí, una vez que las enfermeras te enseñen como hacerlo. –Coloca su mano en mi cuello. -¿Te duele?

EN TODO ESTARÉWhere stories live. Discover now