Capítulo 14

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"Diario de rayas"





"Sólo amo pensar que cosas mejores vendrán.

No importa por lo que vayas pasando, hay mucho por lo que esperar."

(Desconocido)





Las nubes suben oscuras en el cielo, cubriendo el sol y dando ese toque dramático especial para la situación. Mi cuerpo se siente agradecido en cuanto los rayos del sol desaparecen y se ven reemplazados por la tenue luz característica de los días nublados. No me equivoco si digo que más tarde va a llover.

El agarre al volante se afloja al notar que me estoy adentrando en el vecindario en el que dejé a Sydney muy temprano en la madrugada del último día en que la vi. El viernes. Y joder, yo hubiera dado todo por convencerla para que se quedara en mi casa hasta que amaneciera por completo, pero ella insistió tanto en que tenía que volver a casa que tuve miedo de que se marchara sola, en un taxi. Supongo que debí insistir más para convencerla.

Las primeras gotas de lluvia caen cuando la compañera de trabajo pelirroja, Sarah, se acerca a mí. Yo estoy en la puerta del edificio antiguo, presionando con fuerza el botón del comunicador del primer piso que está marcado como el piso del casero.

—Es aquí, yo la vi entrar a este edificio. —susurro, tranquilizándome a mí y asegurándole a Sarah que no estoy equivocado.

—Quizá no hay nadie... —murmura, dando un paso atrás y cubriendo a sus ojos del agua mientras eleva su vista a las ventanas del edificio.

Presiono el botón del comunicador y estoy a punto de presionar otro al azar cuando el característico zumbido se hace escuchar y luego una voz cansada.

—Ya basta, ya basta, ¿Qué se le ofrece? —el hombre masculla y tose a través del aparato.

—Busco a Sydney Anne Taylor, ¿en qué piso puedo encontrarla? —pregunto amablemente porque sé cuán complicado puede ser entrar a un edificio de estos si no vienes con la persona que vive aquí.

—No he visto a esa muchachita por aquí en un par de días. —se escucha la cerradura desbloquearse y luego la puerta es abierta. Un hombre de baja estatura, con cara redonda y mejillas rosadas entrecierra sus ojos detrás de las gafas para mirarme. Está utilizando una boina y pantuflas, quizá es aún mayor que mi propio padre. —Es el último piso, deberás utilizar las escaleras.

— ¿De verdad va a dejarme entrar? —pregunto cuando veo que abre la puerta y se mueve a un lado.

Me frunce el ceño. — ¿No es eso lo que querías? Yo confío en tus intenciones debido a que sabes su nombre completo y eso significa que debes conocerla bien. Vamos muchacho, que no tengo todo tu tiempo.

Asiento y me giro para hacerle una seña a Sarah para que me siga.

El hombre deja que los dos pasemos a la pequeña recepción improvisada, pero nos detiene al alcanzar las escaleras.

—Sólo uno. —exige. —No puedo dejarlos subir a ambos.

La pelirroja mueve su cabeza, indicándome que vaya yo. Ella se acerca a un sofá y se sienta en él, tomando fuera su teléfono cuando una llamada entrante interrumpe el silencio de la habitación.

Late for Love | niall horanWhere stories live. Discover now