Capítulo 35

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"Ciclos"





"Estoy perdida. Y es mi culpa. Es cuestión de tiempo en el que me di cuenta que no puedo pedirle a la gente que me mantenga encontrada."

(Anne Sexton, A Self-Portrait in Letters)




Presente

Las palabras de Niall duelen más que todos los golpes que podría recibir por Adam por no seguir su plan. La mirada del rubio me llena de un extraño sentimiento amargo que no puedo describir como tristeza, enojo, decepción. Simplemente es amargo, como cuando muerdes una píldora horrible.

Da un par de pasos hacia atrás, sacude su cabeza una y otra vez. La luz refleja en su rostro y puedo ver a través de sus gafas la herida en su ojo, los mismos que están llenos de agua que se niega a ser derramada. Sacude la cabeza una vez más, mira sus manos y las hace puños, después se gira, marchándose. No sé si ha dicho algo más, estoy aturdida y me dejo caer de rodillas en el suelo, raspando mis rodillas, recibiendo un dolor físico que es bien recibido para apaciguar el dolor de mi alma.

Muerdo mi lengua para no gritar su nombre, para suplicar que me escuche y que confíe en mi versión de la historia.

Golpeo el suelo para reprimir mi llanto, luciendo como la loca más loca del mundo en la calle. Adam se ríe, se burla de mí, es un placer para él verme hecha mierda emocional por su culpa. Maldito sea, maldito sea el día en que me dejé embaucar por su apariencia y su aparentemente buena actitud.

— ¡Cállate de una maldita vez! ¡Has logrado lo que querías! —le grito, poniéndome de pie. Mis manos están sangrando un poco y mis rodillas arden. Lo señalo, colocando mi dedo contra su pecho musculoso con fuerza.

—Eres tan patética, Sydney, creyendo que puedes merecer el amor de alguien en tu vida. —toma mi mano que está picándole y la lanza hacia atrás, hacia mí. Después toma mi barbilla con fuerza, lastimando mi mandíbula con el resto de los dedos de su mano. —Mírate, conteniendo las lágrimas, fingiendo ser algo que no eres. ¿Qué ha pasado con la Sydney llorica que conocí en California? Mierda, me pones caliente con tu nueva actitud. —espeta y frunzo el ceño, quito su mano fuera de mi rostro y doy un paso hacia atrás.

—Cierra la boca, Adam. —murmuro y comienzo a caminar por la dirección en que llegué.

— ¿A dónde crees que vas? No te he dado permiso de que lo hagas. —llega con su ego machista a intentar detenerme y evito su tacto. Me mira tiernamente, fingido, y sé que sigue a continuación. No, yo no caigo en esas cosas.

— ¿Cómo te enteraste? —escupo.

Su fachada amable desaparece y llega el Adam presuntuoso, estira su espalda y su postura es perfecta, su frente en lo alto mientras sonríe como si fuera el rey del mundo.

—Da la casualidad que me encontré con uno de tus tantos terapeutas y me preguntó por qué no habías continuado con las terapias, me dijo que todo había sido una confusión y que los resultados que me habían entregado no te pertenecían, que estabas casi a la perfección a pesar de tener estrés postraumático y algunos ataques de ansiedad debido al estrés en tu vida. —comienza a decir y pasea, rodeándome como un perro a un hidrante. Mirándome de arriba abajo, fijándose en mi escote más de lo que debería. —En pocas palabras, descubrí que todo este maldito tiempo, este jodido año, tú recordabas todo y yo estaba portándome bien para ganarme tu confianza por nada. Fui un estúpido, oh, claro que lo fui porque las pruebas estuvieron siempre ahí pero no me fijé en ellas. ¿Por qué lo hiciste, Syd? Igualmente nunca te fuiste de mi lado.

Late for Love | niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora