Capítulo 41

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"Si me rindo ahora, pronto estaré dónde comencé. Y cuando comencé, estaba deseando desesperadamente con estar donde estoy ahora."

(desconocido)




Camino por la acera, evitado que los guijarros se entierren en mis pies descalzos, a la vez que voy cuidando el camino, a la espera de que un taxi aparezca y me lleve al hotel donde están mis cosas. He decidido volver a Londres, retomar mi vida, probablemente volver a la floristería y hacer como si nada hubiera ocurrido, principalmente, porque ha sido mi decisión dejar de luchar por lo que sea que había entre Niall y yo. No me permito llorar, no tiene caso hacerlo. Simplemente debo atenerme a las consecuencias de mis actos y vuelvo a preguntarme: ¿ha sido esto lo correcto? ¿Sacrificar mi felicidad de la manera más dramática en lugar de arriesgarme para saber qué era lo que en verdad me deparaba el destino al lado de Niall?

Supongo que preguntármelo no va a resolver nada, ni va a deshacer el fuerte nudo en mi garganta y mucho menos va a deshacerme de la repentina culpa que me ataca despiadadamente.

Una vez que llego a mi pequeña habitación de hotel, miro mis pertenencias y busco entre ellas unos simples jeans y una camiseta básica para tomar una ducha. Cuando llegué al hotel, pensé que atraería las miradas de los trabajadores en la entrada por mi extraña y cansada apariencia, pero no fue así, quizá hayan visto personas más raras entrar al pequeño recibidor y en diferentes circunstancias. No es como si le hicieran mucho caso a una chica descalza en vestido entrando al lugar a las cinco o seis de la mañana.

Me tiro sobre la cama veinte minutos después: con el cabello húmedo, vestida pero descalza y una maleta hecha. Lista para marcharme.

Aprieto el teléfono contra mi pecho y me lleno de valor para leer el único mensaje esperando ser leído en la bandeja de textos recibidos:

"Ten una buena vida, chica de la floristería a la que le gustó atropellarme cuando estuve parado como imbécil en el camino. Nunca te llamé Syd..."

Ha usado las mismas palabras que le dije en mi contra.

No, definitivamente no puedo dejar las cosas así.

Tomo mis zapatillas deportivas y me las pongo, así sin calcetines y hago un rápido nudo en ellas para abandonar la habitación. Solo con mi teléfono y las llaves de la misma en mis manos, nada más. No he pensado en dinero para pagar algo de transporte, solo he salido por impulso del hotel, con la idea de encontrar a Niall sin recordar que me encuentro en Los Ángeles y que no sé dónde vive ni mucho menos los lugares que frecuenta. Lo de anoche fue solo una coincidencia, una casualidad que no supe aprovechar a mi favor. ¿Cómo demonios pienso encontrarlo ahora?

En mi mano está la única oportunidad, probablemente la última.

—Vamos Niall, responde el teléfono, hazlo. —pido, llamando la atención de las personas que caminan en la acera. El timbre suena y comienzo a ponerme nerviosa ante la anticipación que mi cuerpo siente con la simple idea de escuchar su voz. Lo hace una, dos, tres veces y cuando creo que va a responder, solo escucho el indicativo de que la llamada ha sido rechazada. Lo intento una vez más, lo hago una tercera vez y en la misma escucho su voz, en el mensaje que su contestadora para el correo de voz me da. Espero en silencio, y suelto un suspiro cuando el tiempo de dejar el mensaje finalmente llega.

—Supongo que eso fue todo.

Y termino la llamada.

Suelto un suspiro, me giro sobre mis talones y camino por donde vine antes. Mi avión sale en dos horas y debería estar en el aeropuerto para hacer todos los tramites temprano. Conseguí un asiento a última hora, no debería estar jugando con mi suerte como lo he hecho con mi situación con Niall.

Desaproveché mi oportunidad de estar al lado de la mejor persona que tendré la fortuna de conocer durante mi vida.


(. . .)


Hay cientos de personas en el aeropuerto, es tanta la afluencia que es complicado caminar arrastrando la maleta detrás de mí sin golpear a alguien o tener que estar deteniéndome cada minuto para disculparme o dejar a alguien más pasar sin chocar. Musito tantos "disculpe" y "con permiso" que me hacen sentirme en una calle abarrotada de Londres donde todos son tan corteses que se van por la vida disculpándose por cualquier cosa. Finalmente opto por tomar la maleta de una de sus agarraderas laterales para facilitar mi camino hasta el sitio de documentación.

Por otro lado. y para mi fortuna, la fila para documentar el vuelo que voy a tomar sigue ahí debido a la cantidad de gente que hay en LAX. La mujer que está frente a mí en la fila se queja con una persona que está frente a ella. Hablan de la lentitud del sistema y se queja porque se ha retrasado la hora de partida media hora más, mientras tanto el hombre responde que es el tipo de cosas que suceden para evitar otro tipo de desastres, por mi parte solo puedo estar agradecida porque eso ha permitido que yo alcance a abordar.

—Señorita, ¿puede acompañarme? —una voz varonil se escucha, me entero que es a mí a quien se dirige cuando se atreve a poner su mano sobre mi hombro para llamar mi atención. Es uno de los oficiales de seguridad y no me queda otra opción más que abandonar mi puesto en la fila, en la cual, era la última persona.

—Por supuesto, pero-

—Es un favor para un viejo amigo. —el hombre dice en voz baja, suficientemente audible para mí.

—No entiendo que es lo que está pasando. —insisto. —Voy a perder mi vuelo y es justo lo que menos necesito aho- oh.

Está usando ropa deportiva y esas gafas que brillan tanto que parecen espejos. Está ahí, con las manos en los bolsillos de sus pantalones de chándal grises, el cabello aplastado y húmedo. Tiene la pinta de apenas haberse levantado de la cama y a pesar de ello sigue luciendo infinitamente atractivo. Lo odio tanto y secretamente odio sus gafas que me recuerdan a los ojos de insectos. Pero detrás de eso que yo llamo odio, está un alivio infinito, porque él no parece enojado o decepcionado, aunque su rostro no muestre emoción alguna al verme ahí, de pie en medio de un montón de gente, aun confundida por todo esto.

Pongo mi maleta en el suelo y la tomo para arrastrarla detrás de mi hasta que llego frente a él.

Me pregunto si la gente ha notado que se encuentra aquí y simplemente ignora su presencia, pero lo más seguro es que no se den cuenta de que es él. Solo parece un hombre normal y atractivo, vestido en ropa deportiva, esperando de brazos cruzados a alguien.

Y ese alguien soy yo, probablemente la única chica que lo ha tratado como un hombre normal y atractivo, y no por lo que su nombre significa en el mundo entero.

—Syd. —dice, tomando el apodo que odio tanto porque me trae tantos malos recuerdos y que ahora solo me provoca una tonta risa y un nudo en la garganta. Me abalanzo sobre él y lo abrazo con fuerza, esperando a que no desaparezca, a que esto no sea un sueño y que yo en la realidad me encuentre desmayada a media calle por no haber comido algo en más de doce horas.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, mirando a esos molestos lentes. Finalmente, él deja escapar una pequeña sonrisa que oculta de inmediato y se encoge de hombros.

—Alguien me aconsejó en el pasado y sus palabras me hicieron venir aquí... —dice, evadiendo mi pregunta. —No puedo dejar ir a una chica tan bonita, que me quiere tanto por debajo de todo el miedo que estar en una relación le provoca. Una chica tan preciosa, pero tan rota por distintas situaciones que la vida le ha puesto en su camino. No sé si soy el centro de su vida, pero se ha convertido en el mío. Cualquiera estaría contento de tenerla en su vida, pero ella es tan insegura y no puede verlo.

—Estuve a punto de ir a buscarte para decirte que no hicieras caso a ese consejo.

—¿Por qué no?, fue buenísimo. Mira donde estoy.

—Porque la intención era que buscaras a alguien más, cuando en realidad quería que te quedaras conmigo. —Además, quiero preguntarle; ¿Cómo fue que se enteró dónde estaba? ¿Quién le dijo?, pero siento que es mejor dejarlo así, sin arruinar la magia del momento.

Sacude su cabeza. —Eres un montón de contradicciones, Sydney. —se inclina y toma mi rostro con sus manos, deposita un suave beso en mis labios y murmura: —Pero siempre voy a quedarme contigo.


Late for Love | niall horanWhere stories live. Discover now