Capítulo 33

774 67 15
                                    

"Máscaras"




"A veces no conseguimos segundas oportunidades.

A veces las cosas solo terminan."

(Colleen Hoover, Confess)




2010

Los cuentos de hadas terminan todo el tiempo en el fueron felices para siempre pero, ¿podemos de verdad definir "siempre"? ¿Qué es siempre en la vida humana? Es un término con el cual nunca estuve de acuerdo. No obstante, quise con toda mi alma creer en ello. En que mi felices por siempre se encontraría conmigo pronto.

Y, ¿adivinen qué?, creí que eso sucedería con Adam.

Miro el reloj en mi muñeca, mi familiar reloj me muestra la hora y me quedan menos de cinco minutos para entregar el último examen del semestre y me faltan aún tres preguntas que son las de mayor valor en todo el examen. Pero puedo hacerlo, me he preparado para esto, he pasado horas en la biblioteca; estudiando, apreciando el silencio y escondiéndome de Adam en un lugar seguro.

Una parte de mí odia infinitamente el hecho de que ha llegado el verano y con ello la temporada vacacional, lo que significa que me quedaré encerrada todo ese tiempo en casa, con Adam porque es un maldito controlador que me cela hasta con el primer mosquito que se acerque a querer picarme. Literalmente. Y yo estoy jodidamente asustada de separarme, o hacer algo para decir todo lo que ha ocurrido.

Las máscaras caen tarde o temprano.

Y la de Adam ya no permanece sobre su rostro. Y soy una estúpida por no haberlo visto antes, ahora ya no tengo una salida de esto.

—Señorita Taylor, ¿es consciente de que el tiempo ha terminado? Es la última alumna en entregar el examen y yo no quiero verme en la pena de mandarla a recuperación para que pierda su verano en curso, es una de mis alumnas más brillantes, ¿Qué está sucediendo con usted? —mi profesora, la doctora Higgings me reprime y le tiendo mi examen, con tres espacios en blanco.

—Lo lamento. —ni siquiera la miro a los ojos porque tengo miedo que vea a través de ello y note todo lo que verdaderamente pasa en mi vida.

Una vida rota, peor a la que quise dejar en mi adolescencia de vuelta en Londres.

—Sydney. —la profesora me llama por mi primer nombre por primera vez en todo el curso cuando estoy tomando el pomo de la puerta para abandonar el salón. —Podemos hablar de mujer a mujer, ¿con tranquilidad?

Muerdo mi labio inferior con fuerza y suelto un suspiro.

—Todo está bien, doctora Higgings. —digo. —No tiene nada de qué preocuparse.

Y abandono el salón, abandono el edificio y camino con un nudo en la garganta sabiendo que nada está bien. Nada es normal. No debería pasarme esto, no debería ser así mi vida. Yo vine aquí para un cambio, pero no para esto. Me siento tan inútil, tan impotente.

Leí hace un par de meses atrás un libro sobre las relaciones abusivas, después de recibir una extensa charla del tema en una de las conferencias impartidas en la facultad que repentinamente resultaron ser obligatorias para los estudiantes. Y mentiría si digo que no me cayó el veinte al escuchar todos esos testimonios e historias que se apegaban tanto a mi vida diaria. Casi quise ponerme de pie, conmovida por todos ellos para decir: "Soy Sydney Taylor, estoy dentro de una relación abusiva desde hace años pero no lo digo porque tengo miedo de que todo empeore. Vivo con el miedo constante de ser golpeada o abusada sexualmente por mi propio novio, quien dice amarme y cuidarme, quien después de maltratarme intenta enmendarlo todo comprando mi platillo favorito y llamándome por sobrenombres que en su tiempo fueron dulces."

Late for Love | niall horanWhere stories live. Discover now