Capítulo 15

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"Cicatrices"






"Creo que quería tanto unos ojos azules,

me enamoré de los tuyos.

Mi corazón se está rompiendo, y no estoy triste,

mis venas están palpitando y tú eres la causa.

No es justo jugar a la ruleta rusa,

si tú eres el único sosteniendo el cañón.

Tú dices que somos opuestos,

ruego en desacuerdo,

¿Qué está mal en el amor si el amor nunca está equivocado?

¿Alguna vez encuentras tus palabras en una canción?

Así es como la vida va,

siempre hay una chica correcta amando el chico incorrecto."

(anónimo)






Relámpagos iluminan mi habitación y no estoy dispuesto a levantarme de la cama para cerrar las cortinas. Me gusta apreciar como la lluvia golpea los cristales de la ventana. Es medianoche y el aguacero que creí que caería temprano, cuando iba en camino al piso de Sydney apenas ha comenzado a atacar la ciudad.

En otra situación, el sonido de la lluvia me tranquilizaría y me haría dormir plácidamente. Ahora no, desgraciadamente, mi cerebro tiene una propia revolución en su interior y la misma no va a dejarme descansar esta noche. No ahora, no hasta que sepa qué está pasando con Sydney.

¿Qué tal si lo ha olvidado todo?

Mierda, yo no la quiero por ahí en medio de la noche, asustada y sin saber a dónde demonios acudir. Resistiré mis impulsos por levantarme y recorrer Londres bajo la lluvia y la oscuridad para buscar a la rubia que tiene esas lagunas mentales de vez en cuando. Si no sabe su nombre, si no sabe a dónde ir, estará perdida y asustada bajo la lluvia en algún lugar.

Mis ojos se abren en medio de la oscuridad. Un rayo cae, ilumina completamente la habitación y escucho el estruendo que causa. Alcanzo mi teléfono debajo de la almohada, entrecerrando los ojos para leer la hora que bien pude haber notado en mi reloj digital en la mesa de noche sin la necesidad de sentir mis ojos deshacerse con la luz.

Aviento las sábanas fuera, salgo de la habitación en dirección a la cocina. Necesito un bocadillo de medianoche, apenas y he probado alimento alguno este día –o ayer, como sea, porque es la una de la mañana del lunes–, maldición. Enciendo la luz y saco del refrigerador los ingredientes para prepararme un emparedado y una lata de refresco que coloco todo a un lado mientras busco un plato.

La lata de refresco resbala de mis manos cuando escucho golpes.

No soy asustadizo ni nada de eso, pero juro que ha sonado aterrador y, bueno, estoy solo en casa a la una de la mañana, claro que los ruidos externos asustan a cualquiera en mi situación. Tomo el refresco entre mis manos y lo coloco lejos, no correré el riesgo de que explote en cuanto lo abra. Abro el refrigerador y el sonido se repite.

Late for Love | niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora