Capítulo 1

160 9 1
                                    

Papá alargó la mano apagando la radio que estaba a todo volumen. Ni siquiera me moleste en mirarlo, solo seguí mordiéndome el labio deseando transportarme de nuevo a mi antiguo hogar.

-Estaba escuchando eso- dije con la mandíbula apretada causando que mis muelas doliesen. Y lo hacía justamente porque a papá le irritaba que lo hiciera.

-Tenemos que hablar- contesto con calma. Las ganas de arrojarle mi caja de pastillas a la cabeza era tan tentadora, pero me contuve. Necesitaba esas pastillas y si golpeaba a mi  papá, lo haría enfadar y no tendría ninguna posibilidad de convencerlo para regresar a nuestro hogar.

-No quiero hablar- me limité a decir. Apenas se entendieron las palabras pues había ejercido más presión en la mandíbula.

-Estas haciendo eso de nuevo- golpeo con un dedo mi barbilla. –Es más que obvio que quieres hablar.

Quite su mano de mi rostro de un manotazo.

-¡Claro que quiero hablar! Es que no entiendo cómo alguien se le ocurre mudarse. Vivíamos en Miami: sol, playas y chicos guapos sin camisa todo el tiempo. ¿Y dónde vamos a parar? ¡A un pueblucho donde solo hay un centro comercial y los vecinos viven a un kilómetro de distancia! ¿Sabes qué si me da otro ataque nadie vendrá a socorrerme? ¡Voy a morir! Estábamos estupendamente bien, teníamos una casa con vista al mar. ¡Simplemente no cambias el paraíso por el infierno!

Estaba tan, pero tan enfadada que no me sorprendería si en cualquier momento mi saliva burbujeara por la rabia.

Dobló hacia izquierda y siguió manejando ajeno a mis gritos.

-Hay un parque cerca de casa- dijo como si eso lo compensará.

Mi padre no iba a ganarme esta vez, tenia que darse cuenta de la estupidez que estaba cometiendo. No porque fuera un adulto significaba que todas sus decisiones estaban en lo correcto.

-¿Qué hay de mis amigos? Tenía millones de amigos.

-Solo tenias tres- interrumpió.

Los rostros de mis amigos vinieron a mi mente. Me había costado mucho trabajo poder conseguir amigos de verdad y ahora ni a ellos los tenia. Decidí que ese era un tema muy sensible, pero como quería seguir gritando, hable sobre algo más.

-Estoy en mi último año, se supone que lo debo pasar con mis amigos, no con desconocidos. ¡Nadie quiere a las nuevas! Sufriré de acoso escolar hasta que me corte las venas y muera. Quedará en tu conciencia la muerte de tu única hija. Estoy a punto de noquearte y conducir hacia Miami yo sola, en serio. Quizá te arroje y te deje en medio de la carretera a que un oso te coma.

Papá soltó una pequeña risa ante los ataques de su adolescente hija.

-No sabes conducir.

-Echando a perder se aprende, ¿no?- Papá negó con la cabeza y se pasó la mano por la cara intentando borrar su sonrisa.

-¿Estás en tus días, cariño?

Abrí mi boca indignada ante lo que acababa de decir. Esto era el colmo.

Sabia que probablemente estaba exagerando, pero realmente esto sobrepasaba los limites de la paciencia. Ni siquiera me preguntó o avisó de este importante cambio, simplemente llegó de su trabajo y dijo que empacara todo.

-Me han cambiado de hospital, cariño. No podía hacer nada.

Lo poco que me había explicado era que su paga sería más alta, pero también su trabajo sería más pesado. 

-Harás nuevos amigos, tranquilízate.

-Voy a verte tan poco- susurre comenzando a flaquear.

Papá me puso una mano en la rodilla y antes de que ambos nos pusiéramos sentimentales, seguí hablando.

-Por tu bien, espero que estés mucho tiempo fuera de casa para poder hacer fiestas sin control. Sera la única manera en que la sociedad me acepte.

Mientras hablaba papá iba adentrándose más y más en el bosque donde los árboles se hacían más grandes y en sí, había más pinos cubriendo las montañas. Yo quería sol, arena, y más sol. No esto.

Tiempo después detuvo la camioneta en nuestra nueva casa. Era de dos pisos, hecha de madera y parecía muy antigua. Espeluznante.

Me adentre a la casa, esperando que la fachada aterradora solo fuese por fuera, pero estuve equivocada, por dentro lo era aun más. Con cada paso que daba, la madera crujía y podía oler el polvo en el aire. Tardaría días en limpiar este cuchitril.

Subí las escaleras arrastrando mis maletas, no me importaba que se estropeara todo lo que llevaba adentro, mi alma ya estaba suficientemente destrozada como para que me importase que algo más también lo hiciera. Los muebles ya estaban acomodados por toda la casa, ya que papá había pagado a las personas que se encargaban de trasladarlos para que lo hicieran por nosotros.

Entre a mi cuarto en busca de alguna imperfección y así poder seguirle gritando a papá porque me había quedado sin quejas, pero todo estaba en orden.

Había una ventana suficientemente grande para que una persona cupiese por ahí y enfrente se encontraba un enorme árbol de unos cien años, si no es que más.

Puse las maletas en el suelo y me deje caer sobre la cama sin ganas. Mire hacia arriba viendo que el cuadro de un paisaje estaba chueco y me di cuenta de que mi cama estaba separada de la pared por un centímetro, cuando yo había pedido que estuviera completamente pegada.

Me moleste conmigo misma por ser tan quejumbrosa. Pero ¿que podía esperar de mí misma? Justo cuando apenas comenzaba a hacer amigos en mi vieja escuela, papá me sacaba de ahí y me arrojaba a este bosque.

Escuche un golpe en la puerta abierta y papá entro en mi habitación sonriéndole a mi nuevo santuario, donde pasaría la mayor parte del tiempo encerrada.

-Quedo muy bien.

Puso las manos sobre sus caderas y admiro todo con satisfacción.

-Papá, por favor. No quiero estar aquí. Te lo pido, vamos de vuelta a casa.

Cerré los ojos solo porque no quería que se diera cuenta de que estaba a punto de llorar. Escuche el suspiro de mi padre y después sentí la cama hundirse bajo su peso.

-Sé que amas nuestro antiguo hogar, pero ya no podemos regresar. Este es nuestro hogar ahora. Va a ser muy difícil para ti acoplarte, pero te pido que hagas un esfuerzo, por mi.

Acaricio mi cabello y asentí, aun sin abrir los ojos.

No había marcha atrás. Por mas que le suplicara, estábamos estancados aquí.

-Pediré pizza- dijo a modo de consuelo. –Desempaca, ¿si? Cuando la cena este lista te hablo.

Volví a asentir, sintiendo una lagrima resbalar por la esquina de mi ojo. Papá la limpio con su nudillo y después beso mi frente.

-Lamento todo esto.

-Lo sé.

-Eres lo que mas amo, cariño- susurro.

Estaba a punto de decirle que en realidad su trabajo era lo que el mas amaba, pero ya no quería seguir discutiendo, por lo que asentí una tercera vez. Se levanto de mi cama y cerro la puerta al salir.

Solo entonces abrí los ojos y me permití llorar por todo lo que había dejado atrás. 

Alas y sangre (Editando)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum