15: No quiero nada de ti.

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Tenía tanta flojera de todo que solo me senté en nuestra mesa habitual y deje caer mi cabeza. No tenía ganas ni de respirar, pero si no respiraba me moría y aun tenía mucho que vivir, aunque eso no le agradara a el asesino que estaba detrás de mí.

Y no, no estaba siendo exagerada. ¿Qué alguien intentara ahorcarme en un bosque? ¿Qué intentaran ahogarme? Esas no eran exageraciones y mucho menos, alucinaciones.

Anna tomo asiento frente a mí con una sonrisa y una bandeja de comida. El dulce aroma de esa hamburguesa me llamaba, pero tenía flojera de levantar el brazo para tomarla. Anoche me había mantenido despierta intentando averiguar quien abría siempre mi ventana y a las cuatro de la mañana caí rendida. Cuando desperté, estaba abierta.

Aun tenía muchos misterios que resolver.

-Te ves fatal.- Dijo Anna dándole un gran bocado a la hamburguesa, podía saborearla en mi boca, pero me daba hasta flojera masticar.

-Gracias.- Arrastre las palabras como una borracha sarcástica. Cerré los ojos de nuevo sumiéndome en la oscuridad que me regalaban mis parpadas. Una fina capa de piel podría traer mucha oscuridad y crear la ilusión de que todo se sumergía en negrura. Como una boca de lobo, como la boca del lobo que me iba a atacar aquel día en el bosque. ¿Por qué solo recordaba pequeños fragmentos de ese día?

-Lo que necesitas es diversión.- Murmuro Anna y sonrió picara. Me daba miedo esa sonrisa que era como una chita a punto de saltar sobre una gacela y devorarla.

¿Por qué estaba pensando en animales?

Iba a responderle cuando un cuerpo se sentó a mi lado y puso una roja, brillante y enorme manzana delante de mí. Solo gire un poco la cabeza y unos ojos grises me regresaron la mirada. Allen estaba sentado a mi lado.

No lo podía creer, el no se sentaba a mi lado si no estábamos en química. Tampoco se sentaba mucho con nosotros en el almuerzo y si lo hacía, era lo más lejos de mi porque seguramente el veía mi mirada violadora y lo asustaba. Aunque una persona como él, sería muy difícil de asustar.

Mi estomago rugió en aceptación pero mi cerebro me advertía de algo, no sé de qué. Mi estomago volvió a gruñir conspirando contra mí. Me incorpore tan derecha que parecía que habían metido un bate de beisbol en mi trasero. Mire la manzana, a Anna y a Allen.

-Come.- Dijo este último. ¿Estaba ordenándome? ¿Cómo se atrevía a ordenarme?

-No tengo hambre.- Murmure viendo si le podía lanzar la manzana a la cara, pero la verdad es que no quería estropear ese sexy rostro que tenia.

-Mentirosa.-

-De seguro esta envenenada y estas tratando de matarme.- Mi voz dejo de sonar cansada a pasar a una eufórica en una fracción de segundo, como si él se llevara el gran peso del cansancio que me aplastaba.

-Si quisiera matarte ya lo habría hecho.- Se giro un poco mirándome a los ojos, los suyos demostraban furia pero su rostro estaba inexpresivo.

-Allen.- Advirtió Anna pero ninguno le estaba prestando atención.

-Esa es mi pregunta... ¿estás tratando de hacerlo?- Me cruce de brazos y trate de demostrarle todo el enfado que sentía.

-Solo come...la manzana.- Mire de nuevo la manzana sintiendo la inmensa necesidad de golpearlo con ella.

-No quiero nada de ti.- Pero eso no era relativamente cierto. Yo quería todo de él y todo con él. Pero eso no iba a decirlo en voz alta. La comisura de su labio se elevo un milímetro como si hubiese adivinado mis pensamientos y me derretí.

Alas y sangre (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora