37: Duerme.

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Abrí la puerta de la habitación de invitados, la habitación que se supone que tendría que haber utilizado Allen cuando me trajo a su casa aquella vez del ataque, pero en su lugar se coló donde yo dormía.

-Si necesitas algo, dímelo.- Dijo Anna desapareciendo por el pasillo. Asentí a pesar de que me había dado la espalda y entre.

Comencé a quitarme las muchas capas de ropa que traía encima dejándolas por el suelo sin ningún cuidado a pesar de estar en una casa ajena.

No sabía que pensar, de nada, habían tantas cosas en mi cabeza en este punto de mi vida que lo único que podría librarme de la maraña de pensamientos en mi cabeza era entrar en coma o algo así.

Mi mejor amiga era un vampiro y tenía que matar para alimentarse. Sam también, incluso Allen.

¿Eso significaba que habían matado personas inocentes?

No me parecía justo, pero no había nada que pudiera hacer para cambiarlo. Habían vivido más de un siglo, lo que significaba que habían matado miles, sino millones de personas. Pero tampoco tenían otra opción, nadie quería morir.

¿Cómo moría un vampiro?

Creo que no debía de estar pensando en eso. Ellos no iban a suicidarse y yo no les haría daño, ni aunque pudiera.

¿También habían matado a Monick?

Puede que ellos estuviesen sedientos y ella estaba en el lugar y momento equivocado. El dolor que vi en la mirada de Heather y su madre me hacía sentir extraña respecto a los Collingwood. Ellos habían provocado ese dolor, quizá no fuera su intención, pero lo habían hecho.

Me deje caer en la cama y con la ayuda de mis dedos de los pies, me quite las botas dejando que resonaran contra la madera del suelo.

No sabía que pensar.

La puerta chirrió y se cerró rápidamente.

Alce mi vista encontrándome con Allen, exactamente como había estado hacia unas horas; sin camisa.

-¿Qué estás haciendo?- Me pregunto quedándose en medio de la habitación tan campante sin darse cuenta como afectaba su desnudez a mi sistema. Sentía que me derretía.

-¿Dormir?- Respondí mirando su estomago blanco como el resto de su piel. Era...hermoso. No, esa no era la palabra. El estaba tremendamente sexy.

-No me refiero a eso. En cuanto entraste deje de escuchar tus pensamientos. ¿Qué estás haciendo?- Se explico mejor y lo hizo dejando que el enojo fluyera con sus palabras, pero mi mente estaba en su cuerpo así que pase por alto eso.

-No estoy haciendo nada. Pero eso bueno, ¿verdad?- Me levante apoyándome en mis antebrazos y aproveche el momento para pensar en todas las cosas que me gustaría hacerle.

Solté una risa tonta y me mordí el labio para ya no hacerlo.

-No es gracioso. No es normal que deje de escucharte así de la nada.- Dio un paso más cerca y yo me impulse hacia atrás quedando sentada con la espalda en la cabecera de la cama.

-Tampoco era normal que me escucharas.- Me encogí de hombros mirando sus caderas, donde aun colgaban peligrosamente sus pantalones para dormir.

-¿Te alegra que deje de hacerlo?- Me pregunto cruzándose de brazos como si ya no estuviera lo suficientemente sexy.

¡Sus bíceps! ¡Oh, esos enormes bíceps!

-Si, no era nada agradable.-

-¿Por qué?-

Alas y sangre (Editando)Where stories live. Discover now