4.- Cuidado con los topos

135 8 1
                                    

Pestañee un par de veces antes de despertar en verdad. La luz tenue me cubrió y a todo lo demás. Frente a mí estaba una mujer de unos cien años o más, con sus ojos cubiertos por unos lentes de botella que la hacían ver graciosa. Sentía como si estuviera sumergida en el agua, así de liviana. Me sonrió haciendo que su cara tuviera más arrugas de lo normal y se levantó mostrándome su bata blanca de enfermera.

-Despiertas justo a tiempo. Por lo regular no dejo que nadie duerma en la enfermería pero no pude evitarlo, te ves tan tierna durmiendo que se me romería el corazón despertarte. Pero las clases terminaron y tienes que irte.- Se dio al vuelta caminando hasta la puerta abriéndola de par en par. Su cabello blanco estaba atado en una trenza similar a la mía. Estaba más confundía que un hotdog en Saturno.

-¿Cómo llegué aquí?- Me incorporé en la cama tallándome los ojos. La ancianita se encogió de hombros.

-Esperaba que tú me lo dijeras.- Frunció el ceño confundía. - No quiero ser grosera, linda, pero tienes que irte.- Miro el reloj en su muñeca y espero con paciencia. Ya que esta adorable ancianita no sabía nada, me levante de la camilla y tome mi mochila del suelo. Pase por su lado con la cabeza hacia abajo y me detuve dándome la vuelta.

-Gracias.- Le dije por lo bajo y ella sonrió una vez más.

-De nada, pero recuerda dormir bien esta noche. Es contra las reglas soñar en la enfermería.- Asentí y me fui.

(...)

Baje las escaleras solo con unas calcetas afelpadas hasta las rodillas y un suéter de lana que alguna vez perteneció a papá pero yo confisque que me llegaba hasta mitad de muslo. Me senté frente a él en la mesa donde me esperaba una hamburguesa calientita y papá estaba comiendo comida china. Fruncí la nariz.

-Odio la comida china. Me va a salir roña de solo verla.-

-Por eso te ordene una hamburguesa.- Dijo haciendo que la comida fuera a su mejilla izquierda para hablar. Di el primer bocado y gemí de placer, cuando abrí los ojos papá me miraba exasperante. Di otro bocado mirándolo fijamente, se aclaró la garganta y hablo.

-¿Qué tal la escuela? ¿Hiciste amigos?- Rodee los ojos y trate de masticar los más rápido que un humano podía para hablar.

-Las clases estuvieron geniales, los alumnos son muy amables y todo fue maravilloso, como los cuentos que me dedicas.- Papá permaneció con su cara neutral esperando que saliera con una de mis tonterías.

-Pero...- Me animo a seguir y yo sonreí como todo un ángel.

-Pero yo no asistí a clases, no hable con nadie más que con dos ancianos, unos era un cascarrabias y otra era un adorable enfermera.-

-¿Como que enfermera? ¿Te pasó algo?- Me sentí culpable por preocuparlo así que decidí omitir algunas cosas. Levantó sus cejas esperando una explicación

-Me desperté ahí, creo que fue un ataque pero ya pasó. Todo está en orden. ¿Qué tal el hospital?- papá negó con la cabeza como si yo no tuviera remedio y sonrío.

-Mucho trabajo, apenas y logre salir de ahí.- Asentí aburrida. No quería saber nada de operaciones, sangre y esas horrrorosas cosas que deberían estar dentro del cuerpo humano sin ser vistas. -Por cierto, ten cuidado cuando vayas por ahí sola. No estamos en Miami y los animales aquí nos son como allá. Hay muchos animales peligrosos en el bosque.-

-Ya sé que no estamos en Miami, allá solo hay gaviotas y animales tiernos. Además, estamos rodeados de bosque, ¿cómo evitare a los topos?- Le pregunte con la boca llena de comida y di un trago enorme a mi soda de cereza.

Alas y sangre (Editando)Where stories live. Discover now