9.- Hueles al paraiso

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-Tómalo, cariño.- Negué con la cabeza mirando aquel bote negro que contenía gas pimienta.

-No seas dramático, papá. Ya nadie usa eso, solo les doy una patada en...- Me calle cuando su mirada se agudizó en mí y sonreí como todo un ángel.

-Es para que te cuides de los topos.-

-No va a pasarme nada, te lo prometo.- Mire mi comida en el plato que seguía casi intacta, parecía que me habían cerrado el estomago y ahora no quería guardar nada. Y eso que hacía frío y el frío hacía que comieras más.

-No puedes asegurar eso. Con eso que me contaste, no me queda más remedio que darte esto.- Cerré los ojos arrepintiéndome de haberle contado lo de mis ataques a papá, solo quería hablar con alguien porque me estaba volviendo loca guardármelo todo para mí y aún no tenía amigos cercanos con los que conversar de esto y que no salieran huyendo pensando que la loquera se pegaba como lepra.

No me quedo más remedio que aceptarlo y lo guarde junto con mis pastillas. Era tan irónico. Suspiró mirando de nuevo mi comida y me obligue a morder la ensalada de atún. No era todo un Gourmet pero era lo que sabía cocinar. Y papá aún no contrataba a alguien para que hiciera las cosas del hogar porque yo era perezosa y si me ponía hacerlo probablemente queme toda la cosa intentando limpiarla. Si, eso pasaría.

Divague en mis pensamientos cuando un silencio se extendió por toda la mesa, la casa estaba silenciosa y agradecía que solo estuviéramos papá y yo, ya que Dereck se había ido a hacer unos recados. Unos ojos grises se vinieron a la mente, aquellos ojos que me hacían rechinar los dientes pero me parecían hermosos, todo al mismo tiempo y no sabía como eso era posible. Mire a papá debatiéndome si ya era el momento para hablar de algo importante.

-¿No crees que ya es tiempo para...eso?- Papá se congeló y su mano estuvo a centímetros de su boca con mas ensalada pero la dejo caer de vuelta al plato y me miro inexpresivo, lo cual solo indicaba que estaba preocupado. Carraspeo y se limpió las esquinas de la boca tan despacio que me resultó irritante. Levante las cejas invitandolo a que prosiguiera.

-No, la verdad no creo que sea el momento.-

-Yo si creo que es el momento.- Deje de lado mis habituales bromas y sarcasmo para abrir paso a la seriedad.

-¿Estas segura de que quieres hablar de ella?- Asentí con convicción y el imito mi acción.

-¿Qué quieres saber?- Profundice en mi memoria tratando de recordar las preguntas que tenía listas para este momento pero mi mente se quedo en blanco.

-¿Ella esta...-

-Ella no esta aqui.- Asentí, ya me lo había imaginado, pero el dolor, ese si que no lo tenia pensado. Era como saber que Santa Claus no existe pero de todas formas te lo recuerdan.

-Y...¿Te acostaste con ella por la calentura del momento o sabias que era la indicada?-

Papá casi se atraganta con su refresco al oirme decir aquello. Frunció el ceño enojado y me miro suspicaz.

-¿Quieres contarme algo?- Negué con la cabeza varias veces y sentí mi cara calentarse. Si le decía a papá que había un chico que me traía loca, literalmente, porqué al parecer mis atques se intensificaban cuando el estaba presente y a la vez me calmaba, probablemente me pondría bajo llave en mi alcoba hasta que cumpliera cuarenta.

-No, solo quería saber como fue que...- Papá toco mi mano resignado y oculto sus ojos iguales que los mios bajo sus espesas pestañas.

-Es hora de la charla.- Ahora la que se atragantó fui yo, pero con mi propia saliva.

Alas y sangre (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora