26: Mi muerte.

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Me levanté del suelo sintiendo como se inflan mis sienes, pero reprimí toda mi locura guardando la en un cajón en mi mente.

El lodo estaba por todas partes y desee con todas mis fuerzas que llovierá para que el fuego a mi alrededor se apagara pero el cielo estaba despejado.

Caminé acercándome peligrosamente al fuego y este se intensificó, las llamas crecieron prohibiéndome de librarme de este encierro. Mire hacia arriba viendo las hojas de los árboles esperando que se quemaran, pero parecía que el fuego no les hacía ningún daño.

Camine hacia el otro extremo con gran dificultad gracias a al lodo que se acumulaba en mis pies con cada paso que daba, era una catástrofe. Pasó de nuevo y me hice instintivamente hacia atrás cuando las llamas se pusieron violentas.

Me sentía como un león en un circo.

Traté de ver a través de las llamas pero del otro lado no había nada más que bosque.

En ese instante mi odio se agudizó tan intensamente que volví a ver sobre mi trasero manchándome totalmente de lodo.

Había alguien aquí, sentía unos ojos clavados en mi cuerpo tan intensos que me paralizaban. En ese instante detecte un movimiento a mis espaldas y cuando me giré vi que las llamas se achicaban cada vez más y más.

Yo no era una persona claustrofobica, pero ahora estaba tan asustada que no me sorprendería si me orinara encima. ¡Me estaban encerrando entre paredes de fuego!

-¿¡Quien está ahí!?- Grite y en la última palabra mi voz se quebró. ¿Por que siquiera me molestaba en preguntar? Ya sabía quién era...

Allen.

El maldito desgraciado al fin lo consiguió, consiguió lo que quería, a mi muerta. Mi padre se quedaría completamente solo, Gabs y Heather tendrían a alguien más a quien llorar.

Sin siquiera conocerla, había cometido el mismo error que Monick.

Me había acercado tanto a los Collingwood que ahora tendría que pagar el precio por ello.

Presione mis rodillas contra mi cuerpo y descanse la cabeza en ella permitiéndome llorar. ¿Que más me quedaba? No podía hacer nada contra Allen, era mucho más fuerte que yo. Quizá si cerraba los ojos e imaginaba que estaba en otra parte, no dolería tanto.

¿Cómo sería morir? ¿Tendría piedad dándome una muerto sin dolor? No me parecía algo lógico de el.

-Mi pequeño ángel.- Su voz sonó tan baja que apenas y la pude escuchar. Pero lo sabía, era el, que venía por mi cabeza. Levante la cabeza esperando verlo pero las llamas no me lo permitieron.

¿Como hacia para que las llamas crecieran del lodo y no quemaran a los árboles?

-Estás tan lejos de casa.- Hizo énfasis en 'tan' y su voz se iba acercando cada vez más a mi. ¿Por que tenía que tardar tanto? ¡Que me mate de una vez!

Un escalofrío me alertó del peligro, pero llego demasiado tarde, no había nada que hacer.

-Te arrancaste las alas y ahora no puedes volver a casa.- Siguió hablando prolongando mi sufrimiento.

¿Como había pasado de ser la hija ejemplar a ser una que acodaba a asesinos? Un asesino, que por cierto, venía por mi.

No se lo iba a poner fácil, ya no sería la chica débil, pelearía por mi vida, por mí y por padre.

Me limpie las lágrimas con el dorso de la mano y me puse de pie tambaleante.

-¡Mi padre sabe dónde estoy!- Grite como una niña pequeña y mi mandíbula de apretó cuando pude distinguir una sombra que se movía hacia mí. El miedo inundó mis venas paralizándome.

Alas y sangre (Editando)Where stories live. Discover now